Cocheros agreden otra vez a un defensor de animales


El pasado miércoles a las 11 de la noche, cuando sacaba a pasear sus perros en el centro histórico de Cartagena, fue agredida verbalmente y apedreada por tres cocheros la reconocida activista y defensora de animales Patricia Patiño, quien lleva más de 10 años denunciando ante la opinión publica la tortura cruel a la que son sometidos estos hermosos seres en el abuso de los coches turísticos.

Patricia es la mujer que sale en el video vestida de azul.

Los cocheros se bajaron del coche al reconocerla, la insultaron y la agarraron a pedradas para vengarse de las denuncias reiteradas que por más de 10 años esta valiente mujer ha sacado adelante. Esto es el colmo y es gravísimo.

Ayer viernes volvió a ser atacada, por un cochero identificado como Jhon Jairo Castellar le grito a medio día y delante de todo el mundo en la esquina en la que ella vive, que fuera comprando el cajón que ya está muerta. Patricia y su asistente buscaron ayuda inmediata de la policía y en medio de la trifulca dos cocheros más bajaron de sus coches y le gritaron delante de la autoridad que la matarían y que no les importa ir a la cárcel.
Valga agregar que el dia 2 de noviembre el mismo senor Castellar intento agredirla con un palo y se bajo los pantalones y le mostro los genitales

Nosotros los defensores de animales de la ciudad, el país y el mundo deseamos que la opinión publica entienda la gravedad de la situación de los caballos, que esta es la nula calidad humana de los cocheros que manejan estos animales, y además que son los mismos los que prestan el servicio a los turistas, en que peligro estamos poniendo a los turistas al ponerlos en manos de estos delincuentes?.

No podemos permitir que malos hombres, sin corazón, sin sensibilidad, ni ética, ni educación, sigan maltratando a los caballos y a las personas.

He sido defensora de animales por 20 años y sé que en todo este tiempo cientos de personas han intentado detener la tortura de los caballos cocheros, pero la estrategia de los cocheros siempre ha sido la misma, la máxima vulgaridad, la mentira, la mitomanía, la agresión, las amenazas de muerte y las agresiones físicas a quienes se oponen al maltrato animal que ellos infligen sobre los caballos.

También he sido testigo por 20 años que respaldar el maltrato animal infringido por los cocheros, es política de Estado en Cartagena ya que NUNCA he visto a un solo director de la Umata o alcalde, proponerse detener este horror.

Por eso se han salido con la suya tanto tiempo. Pues les llego la horma de su zapato, porque esta nueva generación de defensores no se amedrantara ni con insultos, ni con pedradas, ni con amenazas ni con agresiones, y estamos dispuestos a darlo todo para que la tortura y muerte de estos hermosos y majestuosos seres termine de una buena vez, aunque ese napoleoncito patético de alcalde les esté respaldando, todo tiene su final y la vida da muchas vueltas, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, ya esta llegando el final de esta horrible noche.

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A pesar del pronunciamiento de las entidades, a pesar de la constante indignación por parte de la sociedad civil consciente de esta ciudad, a pesar de las charlas y supuestos controles para que el servicio de coches turísticos de Cartagena llegue a ser medianamente ético continuamos viendo esto. Ante esto solo queda declarar que la Umata de Cartagena es cómplice de maltrato animal por no llevar un verdadero control de los equinos que este gremio posee. Al mismo tiempo lo es el alcalde de Cartagena Dionisio Velez por no acatar la sugerencia de la procuraduria de suspender el servicio de coches hasta que cuenten con las condiciones adecuadas. No olvidemos jamás que el caballo que arrastra el coche lleva una vida miserable viviendo entre los escombros, el fango y en condiciones inadecuadas para cualquier ser vivo. ¿Existen coches en otros lados? Sí, pero el servicio de coches de Cartagena es el MENOS ético del mundo y bajo esta premisa no debe de continuar.

Santiago Villamil

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QUIEN ES PATRICIA PATIÑO??

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GUARDIANAS DE LA INOCENCIA

Cartagena de Indias. 6:40 p.m. Al igual que otros viernes, me he sentado a masticar las horas en una banca del Parque de San Diego, en medio de este paraíso de ciudad sostenido a costa de exclusiones, invisibilización de los problemas, explotación sexual de menores y abuso animal.

Estoy en compañía de Patricia Patiño, una mujer menuda, de tez clara y cabello largo, a ratos lacio, a ratos ensortijado, con un cierto parecido a la cantante Rosario Flórez. Es animalista, y su tarjeta de presentación la constituyen una gatita, diez perros rescatados de la calle y todos los que hasta el momento ha dado en adopción. Cuando habla de ellos se emociona tanto o más que muchas mujeres al hablar de sus propios hijos.

Inesperadamente, mientras conversamos, Patricia se levanta y corre hasta una esquina en la que un coche se ha detenido. El vehículo, de color negro brillante, es tirado por un caballo flaco, de aspecto triste y andar cabizbajo. Mientras el coche arranca, ella alcanza a gritarle al conductor que lleva sobrecupo, que el máximo de pasajeros permitidos es cuatro. El tipo se mantiene impasible como si no la viera, como si al igual que el caballo que conduce llevara puestas unas tapas en los ojos para que nada lo distraiga. Patricia se dirige entonces a los pasajeros. Tienen pinta de ser del interior del país. La escuchan con displicencia, con cierto aire de arrogancia y superioridad. Más de uno afirma con la cabeza dándole la razón, pero ninguno se baja y el coche continúa su marcha. La escena se repite varias veces durante la noche, pues algunos coches llevan hasta cinco y seis personas adultas en la parte de atrás.

Cuando regresa, me cuenta que la noche anterior, mientras caminaba desprevenida por estas mismas calles, escuchó el estropicio de la caída de un caballo. “El animal estaba completamente deshidratado –señala– no pudo más y se dejó caer”. Antes de continuar con el relato me enseña algunos tips para reconocer cuándo un caballo está deshidratado. Luego me advierte, haciendo un gesto aristocrático con las manos, que los caballos son animales altivos, orgullosos, y que cuando un caballo se deja caer, es porque realmente está mal. “El caballo estaba arrodillado en el suelo y el conductor azotándolo. Tuve que retarlo a que me pegara a mí, y en últimas dirigirme a los pasajeros del coche para que el maltrato cesara. Era una pareja con dos niños. Les pregunté si estaban de acuerdo con que un hombre golpeara a un animal indefenso, si ésa era la educación que les estaban dando a sus hijos. Fue entonces cuando decidieron bajarse”.

Luego de una breve pausa me advierte que con los perros es igual. Que en más de una ocasión ha tenido que encarar a algún desalmado a fin de defender la integridad de estos animales. “Si son capaces de lastimar a un ser indefenso, imagina lo que harán con un ser humano”. Le pregunto por los perros que tiene a su cargo, y ella cordialmente me invita a ir a su casa al día siguiente para conocerlos. Me habla de algunos de ellos, haciéndome ver que detrás de cada uno se esconde algún episodio de abandono o crueldad. Así es la historia de Linda Firuláis, una perrita rescatada de las manos de un indigente que abusaba sexualmente de ella; o la de Tobby, a quien Patricia encontró con severa necrosis en el hueso y los tejidos blandos de una de sus patas, y que, según el dictamen del médico, habría pisado ácido de batería.

Sábado. 3:15 p.m. Lo primero que noto al entrar en la casa de Patricia es la estrechez de espacio. Su vivienda, ubicada en el centro histórico de la ciudad, tiene un área de menos de treinta metros cuadrados, lo cual me da una idea, por contraste, del tamaño de su vocación, de lo mucho que se puede hacer con poco. Pues no se trata del “Paraíso perruno” de César Millán, el famoso encantador de perros, sino de un reducido espacio en el cual, pese a toda dificultad e incomodidad, Patricia despliega su amor y su respeto por estos pequeños seres silenciosos que padecen la injusticia de un mundo en el que eventualmente se hace necesario levantar la voz.

De las historias que me cuenta, dos en particular me llaman la atención: la primera es la de un par de perros de la calle, expertos en el difícil arte del enamoramiento, y a los que ella ha bautizado con los sugestivos nombres de Galán y Bandido. Por lo que me hace saber, Galán tiene tras de sí un extenso historial, pues ha sido quemado, atropellado y hasta baleado. Como señal inconfundible de sus andanzas, tiene sobre su lomo una extensa quemadura ya cauterizada, que al parecer se hizo en una ocasión en que se metió a dormir debajo de un carro. Me dice que anda preocupada por ellos, porque últimamente los ha visto demasiado flacos. “Cuando andan entregados a sus cortejos se olvidan por completo de comer”. Los ha observado tanto que conoce ya sus estrategias. “Galán, por ejemplo, se acerca a las perras algunos días antes de que entren en calor y empieza a consentirlas, de modo que cuando llega el día esperado es el primero en aprovechar”.

La segunda historia nos hace planear una incursión a los terrenos baldíos de Chambacú. Se trata de un grupo de perros que, tras la muerte de su amo, lo han seguido esperando, negándose a abandonar su hogar. Es una historia de lealtad animal que bien explica las razones por las que el perro se ha ganado el apelativo de “mejor amigo del hombre”. La historia la ha vivido más de cerca Rosario, la cómplice y amiga de Patricia en esto de proteger y ayudar a otros seres más pequeños que nosotros, de ser guardianas de la inocencia.

Domingo. 11:00 p.m. El tramo de avenida que lleva hasta Chambacú es oscuro, no tanto por la ausencia de luz como por la clase de gente que deambula por sus alrededores. Mientras lo recorremos, Patricia me habla un poco más de su cómplice, Rosario Valiente, una mujer que sin lugar a dudas hace honor a su apellido en una sociedad que no se avergüenza de su cobardía y falta de compromiso: “Rosario tiene bajo su cuidado un total de cuarenta y nueve perros –explica Patricia sin disimular su emoción–, y es, además, madre adoptiva de dos niñas víctimas del desplazamiento forzado”. Como si eso fuera poco me comenta que un día cualquiera sorprendió a Rosario llenando por Internet un formulario para recibir en adopción a una niña haitiana, huérfana del terremoto. Me dice que tuvo que llamarle la atención, decirle que pusiera los pies en la tierra, lo cual es comprensible si entendemos que la actividad que realizan no recibe apoyo de ninguna entidad, ni del gobierno ni particular. “Algunas veces nos toca dejar de pagar los servicios para darles de comer a los perritos o atender alguna emergencia. Aun así lo hacemos con el corazón, ¡pero es que ella se pasa!”, comenta riéndose.

Pasando a través de improvisados talleres y zanjas que ha abierto la construcción de Transcaribe, llegamos hasta una especie de bodega a cielo abierto, cerrada con láminas de zinc. El cuadro interior es conmovedor. Junto a una gran cantidad de tubería y material de construcción, una robusta mujer alimenta a un grupo de animales. Suman nueve en total, entre perros y gatos que conviven entre sí pacíficamente.

Luego de la presentación de rigor, empiezo a conocer a esta chica. Es técnica veterinaria y estudiante de cuarto año de derecho. Habla rápido y a ratos entrecortado, como lo haría una niña. También, como el de una niña, parece ser su corazón. Me dice que los animales son inteligentes, que desde mucho antes de ella llegar están ya esperándola junto a la puerta, yendo y viniendo desesperados. “A estos animales sólo les falta que hablen”, dice con emoción. Me explica que noche tras noche, desde antes de la muerte del dueño de los perros, ha estado viniendo sin falta a alimentarlos.

Me cuenta que cuando supo por primera vez de estos perros, ya su dueño estaba bastante enfermo. “Era un hombre mayor entregado a la bebida. Vivía en un cambuche construido en la parte de allá”, indica, señalando con los dedos un lugar enmontado más allá de las láminas de zinc. Me explica que tuvo que ser persistente para ganarse la confianza del tipo. “Era antipático y testarudo. Se pasaba la mayor parte del tiempo tendido en un camastro debido a sus borracheras y a su enfermedad. Casi no comía. Yo le sugería que fuéramos con un amigo doctor, pero él se negaba. Cuando se puso grave fui con la Policía y ellos lo obligaron a ir al hospital. La enfermedad, al parecer, estaba ya muy avanzada, así que en poco tiempo murió”. Fue ahí donde empezó la parte más difícil, pues los perros al parecer se negaban a abandonar el lugar, el cual se inundaba cuando llovía, y era objeto del vandalismo de otros indigentes. “El cambuche lo destruyeron todo, así que a los perritos les tocó venir a refugiarse acá, debajo de los tubos, durante la época de lluvias. Hablé con el encargado del campamento y él accedió a dejarlos, con la condición de que yo los alimentara”.

Me habla de lo duro de su tarea, de los problemas que hay que enfrentar, de lo difícil que es ser animalista en una sociedad como la colombiana, tan indiferente al maltrato animal. “He tenido que atender casos de animalitos a los que les falta un ojo o tienen heridas producidas con arma blanca u objeto contundente”. Patricia interviene para decir que lo menos que se le puede pedir a un país como el nuestro, saturado de violencia, es un poco de decencia, lo cual me hace recordar una frase de Milán Kundera en la que afirma que la verdadera muestra de la moralidad humana, la más honda, está en relación con quien no representa fuerza alguna: los animales y los niños. “Pero ¿cómo puede ser decente un país que tolera que existan entidades como Zoonosis, que se encarga de sacrificar animales sólo para que las ciudades luzcan mejor?”, pregunta Patricia realmente molesta, francamente preocupada.

Esa noche caminamos hasta el Centro otra vez, hacia un improvisado refugio en el que Rosario tiene otros comensales. Se trata de Tigra y Negrita, dos perritas que viven en el antiguo Circo-teatro, un lugar que recientemente fue vendido y que ahora las perritas deben abandonar. Las dos son lindas y se dejan acariciar a través del portón. Mientras dan cuenta de la comida que Rosario les ha traído, hablamos de todo lo que se hace necesario cambiar a nivel de conciencia para que el mundo sea un lugar mejor, no este infierno para el hombre y los animales.

Me despido de ellas a las dos de la madrugada y echo a andar hacia el sector de la India Catalina en busca de un taxi. Las calles están desiertas. En la esquina de la muralla siete perros se disputan entre sí los favores de una perra en celo. “Lo que es la suerte”, me digo, pues entre los pretendientes descubro a uno de color negro con manchas café sobre los ojos, y a otro de color café claro que tiene una marca inconfundible sobre el lomo. Son Bandido y Galán. Me detengo un instante a mirarlos. Mientras Bandido amenaza con los dientes a los otros perros, Galán se acerca a su princesa. A ratos parece como si le hablara al oído.

* Rodolfo Lara Mendoza es poeta, fotógrafo y pintor. Este artículo cedido por su autor a Dominical fue publicado por la revista Actual.

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Ciudadana norteamericana que pide reserva de su nombre, nos contacta atemorizada, porque presencio como un coche turístico llevaba 7 pasajeros, contradiciendo la norma de máximo 4 pasajeros, al hacer el reclamo, fue agredida verbalmente por 12 cocheros que la amenazaron y le cayeron en gavilla, y la policía no solo no la respaldo, sino que le pidió que no se involucrara. Esa es la realidad, y si lo denunciamos, es porque tenemos la total seguridad de que esto puede cambiar. Y VA A CAMBIAR, esta cambiando, porque la ley de universo es el cambio constante. Ese mundo en el cual los cocheros torturaban caballos sin que nadie les dijera nada se acabo.

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En una VERGÜENZA PARA COLOMBIA se ha convertido Cartagena!!!

Estas son imágenes son reales, y es el trato que se le da a los caballos cuando mueren en Cartagena, eso nos da una idea de la crueldad de los dirigentes de esa ciudad.

Esto solo me hace sentir DOLOR DE PATRIA!!

El 90% DEL TURISMO que UTILIZA los COCHES en Cartagena son colombianos. difundamos esta publicación y NO MONTE EN COCHE para USTED es un PASEITO para LOS CABALLOS es una TORTURA!! los caballos mueren en plena calle de AGOTAMIENTO, HAMBRE y SED trabajan bajo inclemente sol del trópico. sin agua ni comida para que no hagan sus necesidades en la calle.

El turismo tambien debe ser éticamente responsable.
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Solidaridad con los caballos cocheros desde Washington DC Capital de EEUU

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ESto ocurriò el sàbado 22 de noviembre en el centro històrico, los cocheros no tienen excusa alguna!! Han recibido toda la capacitaciòn posible, tratan mal a los caballos sencillamente porque son malos, tienen el corazòn endurecido y cruel, con gente asì no hay nada que negociar. Hay que quitarles los caballos a como de lugar! Si no lo hacemos los seguiràn torturando hasta el infinito.

La explotación hasta la muerte de los caballos usados para halar coches en Cartagena produce todo tipo de innenarrable sufrimiento a estos hermosos seres, lo que ocurre con la TOTAL COMPLICIDAD DE LA UMATA, quienes MIENTEN, reiteradamente y actuan en complicidad con los cocheros, apoyandolos en todos sus abusos y engaños a la opiniòn pùblica.

 

No uses NUNCA coches turisticos halados por caballos, porque el turismo tambièn debe ser ètico y moralmente sostenible.

Las sociedades evolucionan, la palabra "tradiciòn", es negativa ya que significa resistencia al cambio, atraso y bloqueo social. Tradiciòn era la esclavitud de los negros, tradiciòn era quemar vivos a inocentes en las plazas pùblicas solo porque pensaran diferentes al gobierno. Es una tradiciòn que debe desaparecer, porque es cruel, es obsoleta, y porque un mundo mejor SI ES POSIBLE.

Favor firmar esta peticiòn: https://t.co/7ump9XOdzw

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Este caballito estaba trabajando frente al Hotel Caribe con esta herida abierta, al percatarse que lo fotografié y que salí a buscar la policía salieron corriendo con el.

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Los ignorantes que defienden esta atrocidad bajo el argumento de que ocurre en otros paises, pues en Nueva York, donde son caballos percherones que son tratados como reyes y que duermen en pesebreras de lujo y climatizadas, tambien hay un movimiento gigantesco para que esta esclavitud acabe.

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Esta es la súper cínica respuesta de la alcaldía de Cartagena, POR FAVOR!!! NO CORRAN TANTO POR PROTEGER A LOS CABALLOS!!! SE PUEDEN CANSAR!!! Cuidado se infartan del esfuerzo!!!
"Va a empezar a apoyar la creación de una comisión de seguimiento?" Nos quedó clarísimo, NO VAN A HACER NADA!!!!!!

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SI NO ACTÚA EL ALCALDE, QUE LO HAGA EL PRESIDENTE SANTOS, QUE TIENE SU CASA DE HUÉSPEDES'.
Los caballos cocheros de Cartagena se volvieron un problema nacional y de vergüenza colombiana.

Por una actitud equivocada del alcalde de esa ciudad, que ha desafiado hasta al Procurador, la persistencia en no actuar con verraquera para alimentarlos y exigir su buen mantenimiento, está volviendo mundial el problema.

Cartagena es la ciudad turística por excelencia de Colombia. Allá pueden acudir desde los que pagan un hotel de 5 estrellas hasta los que se alojan en los hostales de Getsemaní. Allá hay comida costosa como la del Portón de San Sebastián en la calle Santo Domingo que solo tiene 6 mesas o corrientazos como los de los restaurantes en la calle del Hotel Almirante en Bocagrande.

Todas esas oleadas turísticas, en altísimo porcentaje extranjeros, han visto sufrir a los caballos de los coches, desplomarse, morir en la calle. No entienden cómo los mantienen tan famélicos y como no les queda tiempo para averiguar, no saben que no tienen cocheras adecuadas y que no los alimentan bien.

Como apenas son 85 coches, el alcalde se descuidó y olvidó exigirles lo que a principios del siglo pasado era obligación con los caballos cuando no existían carros a motor: que los alimentaran, que les dieran buen trato y los trataran con dignidad.

Ahora los animalistas de todo el mundo miran hacia Cartagena y hacen campañas en Europa y EE.UU. para que los turistas no acudan a esa ciudad donde no solo atormentan los caballos sino que electrocutan los perros que hacen pipí en los postes de la Avenida Perimetral por una mala instalación de la red eléctrica que dejó los postes energizados.

Si no actúa el alcalde, que lo haga el presidente Santos, que tiene su Casa de Huéspedes en Cartagena.

GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

eljodario@gmail.com

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En Cartagena, “La Fantástica”, el alcalde Dionisio Vélez desoye el clamor de una ciudadanía conmovida e inmensamente dolida por el sufrimiento, tortura y muerte de los caballos cocheros que trabajan en la zona turística, obligados a trabajar sin comer ni beber hasta literalmente colapsar y morir. Pero continua en su malvado empeño de permitir que ese negocio ilegal, que no factura a los pasajeros, que no paga impuestos a la Dian a pesar de mover miles de millones, que no ofrece contratos laborales de ninguna especie a los cocheros, que invade el espacio público con las ilegales caballerizas de Chambacú (que hasta porqueriza de cerdos tiene), que contamina la bahía, continúe impune porque aquí se hace lo que Dionisio Vélez diga, y él siente que está por encima de la Procuraduría, de la Defensoría (quienes le han pedido reiteradamente que suspenda este mal llamado servicio) y de la opinión ciudadana. Además, muy bien lo dijo en la revista Semana “Los caballos están para eso”. No es necesario recordar que Vélez es taurino, eso lo explica todo.

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OJO!!, ESTO LO ESCRIBE UNA TURISTA ESPAÑOLA

"Con Cartagena no han valido ni la gestión de las organizaciones defensoras de animales ni la Procuraduría ni el llamado que hizo el Concejo de Medellín invitando a los turistas a no usar los caballos cocheros de esta ciudad.

Entonces, Cartagena, a ti agradezco haber podido cumplir el sueño de conocer el mar con mi perro Lucho y de ti me despido hasta que tu alcalde y tus autoridades protejan y defiendan la vida de los caballos cocheros.

Me uno entonces a la campaña turística “No pares en Tordesillas”, impulsada por el escritor Pérez-Reverte y podríamos impulsar la campaña “No pares en Cartagena”, porque definitivamente Cartagena tiene mucho qué agradecer a sus explotados caballos y poco o nada ha hecho para cuidarlos y protegerlos".

http://www.reporteroanimal.com/2014/09/22/cartagena-y-tordesillas-tan-le...
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LOS COCHEROS SIGUEN INCUMPLIENDO FLAGRANTEMENTE EL DECRETO

Y no hay autoridad de policia, ni de Umata ni de Alcaldia ni de transito que los obligue a cumplir las multas, las cuales tampoco les están siendo colocadas, todo es una burla!!!

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Esta denuncia no fue escuchada por las autoridades, ellos lo estaban levantando a látigos y golpes sádicamente,

Lo destruyen moral y emocional y anímicamente para obligarlo a jalar un coche de una tonelada cuando ellos no pesan algunos ni 200 kilos, además de enfermos y malnutridos

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