Psiquis y estética


En una sociedad que cada vez compite más con la apariencia que con la esencia del ser humano, la percepción de la imagen corporal, tanto desde el punto de vista físico como mental, inevitablemente se encuentra influenciada por circunstancias externas, como el tipo de belleza considerada “ideal” en determinado momento, las tendencias de la moda, maquillaje y actitudes catalogadas como sinónimo de status social. Todo esto qué, en determinado momento puede ser considerado por algunas personas como frivolidad y carencia de autenticidad y seguridad en si mismo, es determinante al momento de decidir realizarse un tratamiento estético médico o quirúrgico

Las motivaciones que llevan a las personas a acudir a tratamientos estéticos, son tan amplias como la oferta de tratamientos quirúrgicos y no quirúrgicos para mejorar la apariencia facial y corporal. En muchos casos estas motivaciones son realistas y buscan aumentar la autoestima, mejorando la apariencia para bienestar propio y también para mayor visibilidad o aceptación social. En otros casos la búsqueda de cambios faciales o corporales está motivada por situaciones fuera del contexto estético, con expectativas no realistas de lo que se desea y de los resultados que se obtendrían.

En todos los casos de consulta donde se solicitan intervenciones estéticas, el médico y el paciente deben tener claro si las motivaciones tienen la suficiente coherencia y no obedecen a la búsqueda de soluciones irreales a circunstancias personales conflictivas, momentáneas o permanentes.

Ninguna persona debe someterse a tratamientos estéticos quirúrgicos o no, en un momento de inestabilidad emocional, tal como una relación en crisis, conflictos laborales, familiares, episodios de ansiedad generalizada o depresión. Si la persona no es conciente de que su motivación está basada en expectativas irreales, el médico no debe realizar ningún procedimiento y proceder a evaluar la probabilidad de trastornos psicológicos que ameriten ser tratados por un psiquiatra, psicólogo o ambos, con la suficiente explicación previa, que eso no implica que se le considere demente.

Los trastornos de la imagen corporal se manifiestan con una percepción distorsionada de la apariencia, bien sea observando falta de armonía o franca fealdad donde no existe, o excesiva belleza donde en realidad no la hay. Estos trastornos son los responsables de la inconformidad o incluso rechazo a los resultados después de los tratamientos.

Ante decidirse por un tratamiento estético, la persona primero debe ser conciente que su decisión tiene motivación fundamentada en la realidad, y que los cambios serán solamente externos. De igual manera, el médico debe ser capaz de diagnosticar trastornos psiquiátricos que contraindiquen procedimientos estéticos en el momento, o por siempre.

Las intervenciones estéticas faciales o corporales, pueden tener beneficios en personas que desean cambiar algún aspecto de su físico con el que no se sienten cómodos, pero tanto el médico como el paciente deben tener la certeza tanto que hay un adecuado equilibrio emocional y unas expectativas realistas en cuanto a los resultado.

Los trastornos de la imagen corporal son más frecuentes en la adolescencia, afortunadamente en la mayoría de los casos desaparecen sin dejar secuelas psicológicas.


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