Navegando en Netflix al inicio de esta cuarentena encontré la serie producida por Televisión Española ‘El Ministerio del Tiempo’ que une dos temas que me apasionan: la historia y un poco de ciencia ficción (desafortunadamente ya no está en Netflix pero aquí se puede ver completa). La trama se desarrolla en una agencia secreta del gobierno español que tiene a su cargo la custodia de una serie de puertas a través de las cuales se puede viajar en el tiempo, los protagonistas deben garantizar que la historia, tal cual como la conocemos, no sea alterada.
De esta forma, a medida que se van consumiendo los capítulos aparecen Lope de Vega, Salvador Dalí, Cervantes, Cristóbal Colón y otros más, en situaciones que comprometían su lugar en la historia. Uno de los personajes más interesantes que aparecen es el pintor Diego Velázquez, reclutado por el Ministerio del Tiempo para sus misiones. La serie muestra un Velázquez altivo, orgulloso, persistente, consciente de su importancia y admirador ferviente de la obra de Picasso.
Para la cuarta temporada, que se puede ver a través de la página web de Televisión Española, lanzaron un tráiler sencillamente magnífico: sitúa al espectador en el Museo del Prado en el 2020, Velázquez, ataviado como en 1600, avanza despacio por un pasillo, lleva puesto unos audífonos en los que va escuchando –y cantando con toda la actitud- el trap ‘Velaske, yo soi guapa?’ hasta que llega frente a ‘Las Meninas’, se retira los audífonos y conmovido dice… No les voy a contar, mejor vean el tráiler.
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La expectativa generada por el tráiler y la apuesta magistralmente arriesgada de meter trap en el Museo del Prado con un Velázquez que lo está disfrutando, fue un éxito. El capítulo, que se estrenó el martes 26 de mayo, fue la emisión no informativa más seguida del canal con más de un millón doscientos mil espectadores.
La idea de que el arte y la historia deben abordarse a través de discursos indigeribles debe reevaluarse. La televisión y el cine en gran medida han servido para su democratización, con la llegada de las redes sociales se amplía el espectro: La televisión y el cine son grandes industrias del entretenimiento, cada producción es costosa por lo tanto debe responder tanto a los gustos de los espectadores como a intereses que van desde lo político hasta lo moral, pasando, obviamente por lo económico.
Con las herramientas digitales y las plataformas de las redes sociales, hoy en día casi que cualquiera con el interés, la habilidad y la imaginación necesarias pueden producir contenidos culturales que traspasen cualquier frontera que se haya establecido entre el arte “culto” y el arte de consumo popular.
De esa forma fue que surgió el trap ‘Velaske, yo soi guapa’: un artista gráfico digital, sin mucho conocimiento sobre la obra de Velázquez, con un gusto por el trap, lo mezcló todo como en una licuadora y el resultado se divulgó a través del portal de noticias en redes sociales, PlayGround.
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¿Cómo un trap -un género musical derivado del rap norteamericano, que se ha extendido a Latinoamérica y Europa, con letras que en su mayoría hablan de sexo, drogas y denigran a las mujeres- se ha combinado con ‘Las Meninas’? Pue si, y con un gran impacto, a la fecha alcanza más de 10 millones de reproducciones en YouTube.
Esta colisión de manifestaciones artísticas tan distantes solo puede servir para expandir las fronteras imaginarias que todavía existen. El arte es universal, la historia es universal y habría que encontrar la forma de garantizar su divulgación y apropiación para que dejen de estar vedadas solo para cierto círculo de conocedores y eso es precisamente lo que consigue ‘Velaske, yo soi guapa?’.
Las redes sociales conceden un espacio maravilloso para democratizar áreas del conocimiento que hasta el siglo pasado estuvieron disponibles para unos cuantos. En la actualidad todos los museos tienen presencia en ellas y están en el proceso de descubrir cómo incorporarlas a sus discursos. Lo cierto es que las redes sociales son un ecosistema complemente diferente al espacio en físico de un museo, pueden complementarlo pero no se puede caer en el facilismo de que sean su reflejo.
La versatilidad que ofrecen las acercan a todo tipo de público y lo que es aún mejor, a las generaciones jóvenes que no encuentran atractivos los contenidos que se ofrecen en los museos, a menos que se les revista con el lenguaje familiar de las redes sociales. Una apuesta interesante en esa dirección son la publicaciones realizadas por el Banco de la República en las historias de su cuenta de en Instagram: son desenfadadas, divertidas, y lo mejor, con un contenido educativo de alto nivel.
No hay que subir el arte y la historia en un pedestal inalcanzable, hay que bajarlo al nivel de la calle, solo así podrá ser realmente universal.