Playa, brisa, sol y pobreza


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Imágenes de rostros sonrientes con fondos soleados cargados de playa, brisa y bronceador. Personas plasmando momentos felices, así las historias que carguen por dentro no sean las mismas. No hablo por alguien en especial, pero a la vez por todos. Las redes sociales, a través de palabras e imágenes, muestran momentos de la vida de la gente que, verdaderos o falsos, quedarán por siempre en un historial al que podremos volver de una manera más certera que a los recuerdos que guardamos en nuestra propia cabeza. Tendemos a olvidar detalles con los años.

Gracias a ello, por estos días religiosos para unos y de vacaciones para otros, y a los que prefieren las playas de fuera, se ha vuelto a saber de las islas que tiene Cartagena. No digo que olvidadas, simplemente no tan recordadas. Bocachica es una de ellas.

Aunque las playas no son cristalinas ni de arena Triple A (como alguna vez me enseñó un hombre de negocios, parece blanca), es un sitio turístico lleno de historia, pero que no “se vende” por decirlo de alguna manera, es un lugar que no se promociona tan bien como los otros.

“En Bocachica no va a encontrar nada”, dijo cualquier día un promotor turístico informal a las afueras del Muelle de la Bodeguita. Guardé silencio, nada cambiaría el hecho de ir. Pero el comentario permaneció.

¿Qué hay de la gente, de qué vive, qué hay del Fuerte San Fernando, de sus historias, de los pescadores, las fincas, la basura, los niños del muelle que medio funciona?. Y quedan muchas cosas por fuera.

Siendo honesta he ido tres veces. La primera para buscar historias, la segunda por recomendación de las playas y la tercera para que mi hermano la conociera. Solo en la última realmente sentí a la gente, pude leer entrelíneas. Parece increíble que sea una población que hace parte de la Localidad Histórica y del Caribe Norte, donde según un estudio del Banco de la República “(…) los habitantes (…) tienen un mayor acceso a servicios de salud, educación y seguridad, así como también a un número más alto de sitios de esparcimiento como canchas deportivas y centros comerciales” (Documento completo en http://www.banrep.gov.co/docum/Lectura_finanzas/pdf/DTSER-94.pdf).  

Si es por seguridad, está bien, acepto que vi a unos infantes que más que seguridad me dieron miedo. Caminaban con sus armas por las calles destapadas, donde la gente se resguarda en su casa de tabla o de cemento a medio construir, juegan dominó o cartas en la terraza o atienden una chaza a medio surtir. Sí, allá parece todo estar a medias o en ruinas.

Aunque el estudio tiene 7 años, en esta tierra no se ve acceso a mucho. Tengo la percepción de que es poca la gente que va, tal vez por eso los vendedores te ruegan porque les compres, literalmente; hay gente creativa que se aprende de memoria la historia de su isla y te la relatan con la esperanza que les reconozcas algo para la gaseosa o la comida de sus hijos. Lo que más entristece son los niños en el muelle pidiendo que les tires una moneda, ellos con gusto la recogerían en el fondo del agua.

Una isla detenida en el tiempo en una ciudad de contrastes. Parecen palabras gastadas, que se han dicho mucho y no puede ser más cierto. Hablar de las dos Cartagena es como escuchar la cantaleta de la mamá porque llegaste tarde de una fiesta nuevamente. Pero si no se dice y no se escucha, quedará olvidado y seguirás preocuándola. 

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Hoy quiero recordar. Ese día quedé asombrada por la historia que aún vive en esa parte de Tierrabomba. Bocachica es la entrada a la Bahía de Cartagena, donde en la época de la ocupación española el Fuerte de San Fernando y el de San José defendían el acceso. Actualmente, con los evidentes controles de las autoridades marítimas, es un acceso de puertas abiertas. Es increíble que mientras te metes al agua puedas ver pasar embarcaciones navales, de esas grises que estremecen, sofisticados cruceros de incontables pisos, buques de cargas y cerca de ellos las lanchas de pescadores que buscan algo para sobrevivir.

Para la historia que leí en la mirada de la gente de Bocachica no parece haber un final feliz. Seguramente hay planes de las administraciones, de fundaciones o empresas, no sé si llegaré a verlos. No sé si el desarrollo capital sea el que necesita la isla, pero duele verla pobre cuando a unos cuantos metros no se pasan tantas necesidades y hay trabajo sin rogar y bien remunerado. Acepto que también me tomé fotos sonrientes con un fondo soleado, cargado de playa, brisa y bloqueador. Al menos Bocachica y su gente quedará en el historial de alguna red social, y cuando me pregunten dónde fue esa foto, diré: Fue en Bocachica, donde sí hay que ver y hacer. 

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