A propósito de la justicia por mano propia


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De joven solía lanzar expresiones atrevidas y hasta irresponsables sobre la vida, algunas se tradujeron en acciones. No me arrepiento, pero con los años se aprende a dar una nueva mirada al pasado, con suerte eso repercute en el presente y es así como para mí, aprendemos de la vida.

Algo que recuerdo mucho fue el de mi posición a favor de la cadena perpetua para los violadores en Colombia, especialmente los de menores. Un día me preguntaron: ¿Sabes cuántos inocentes hay en las cárceles del país? 

 
No se piensa en esto cuando el rencor enardecido y adolescente te embarga, ese odio que repudia el actuar injusto, más aún cuando eres testigo del dolor. ¿Qué merece un delincuente, una persona que roba los sueños de otros, su inocencia y hasta su vida?
 
Esto es algo que aún sigo pensando, es posible que no halle una respuesta concreta, al menos no cuando esa pregunta te revuelve los sentimientos. Mientras trato de encontrar argumentos y una posición, me estremecen las acciones violentas de otros, esos ciudadanos que parecen cansados de lo injusto.

 

“Culpable hasta que se demuestre lo contrario”

Las noticias en Cartagena dan cuenta de un fenómeno que toma fuerza: los linchamientos, esa justicia por mano propia, producto tal vez de la desconfianza hacia el Estado y sus organizaciones. Lo curioso es que esta no es una situación aislada o nueva, es un problema de Latinoamérica.

Parece haber un acuerdo colectivo de no dejarse más de los rateros, de los sicarios y violadores, pero esta situación puede salirse de control. Un excelente artículo de El Tiempo: Justicia por mano propia, publicado en 2004, auguraba para Latinoamérica lo que 10 años después vemos en algunos de los barrios de Cartagena o en nuestras propias comunidades. (Léalo en el enlace: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1550823). Turbas enardecidas golpeando “al malo”, en otros países, las multitudes llegaron hasta oficiales corruptos y políticos.

Los casos publicados de intentos de linchamiento en Cartagena, se reportan en barrios como: San Fernando, Santa Clara, San José de los Campanos, El Socorro, entre otros (Vea Tema de Interés: Noticias sobre intentos de linchamiento: http://www.eluniversal.com.co/temas/linchamiento).

La cuestión no solo se trata de acciones, el mismo lenguaje está permeado de esa sed de venganza solidaria que deja un crimen, haciendo cotidiano escuchar y hasta lanzar expresiones como estas:

  • "Policía, déjanoslo a nosotros que después lo arreglamos. No vamos a decir nada”.
  • "No voy a denunciar, eso lo arreglo solito(a)”.
  • “A ellos hay es que matarlos, si los cogen, los dejan libres al día siguiente y vuelven a hacer lo mismo”.
  • “Por qué tener misericordia si ellos cuando van a robar o a matar no la tienen”.

La premisa: “Eres culpable hasta que se te demuestre lo contrario” ha tocado hasta a las instituciones. Recordemos el caso reciente del carpintero que por poco es extraditado a Estados Unidos, acusado de ser el jefe de una organización dedicada al lavado de activos. Pasó 6 meses en la cárcel hasta que logró aclarar su situación. Era inocente.

Otra historia lamentable de injusticia, fue una a la que estuve cercana: En 2010 desde Q’hubo Cartagena entrevisté a Candelaria Álvarez, residente de Cartagena y esposa de un hombre que “pagó” tres años en la cárcel La Picota (Bogotá), solo porque se llamaba igual a otro, condenado por homicidio: Manuel Mena.

Quedó libre gracias al Proyecto Inocencia de la Universidad Manuela Beltrán; pero Mena enfermó en la cárcel, a los pocos días de volver a la vida, le dio un paro cardiaco. Aún no he podido contactar a Candelaria para saber qué pasó con Manuel, qué ha sido de la vida de la que le robaron tres años al ser un inocente tras las rejas.

Un caso más reciente lo describió Rubén Darío Álvarez, periodista de El Universal, el pasado 24 de septiembre en un completo y bien logrado artículo: “(…) un joven iba conduciendo sin licencia, por lo cual una patrulla policial lo persiguió, pero la comunidad creyó que se trataba de un delincuente, lo capturaron y lo golpearon”. Llegamos al límite de la intolerancia que no pensamos en la búsqueda de inocentes sino de culpables.

Esta situación me hace reflexionar nuevamente sobre esa pregunta que hace algunos años me hicieron, pero que ante las manifestaciones de violencia ciudadana y de ese otro que es capaz de armarse como pueda (palos, bates, cuchillos, machetes, armas de fuego) para devolver el daño causado, tiene un ligero cambio: ¿Sabes cuántos inocentes pueden morir linchados?

Este no es un artículo de respuestas, cómo podría si hacen falta tantos elementos de juicio, tantas reflexiones, tanta justicia. Ahora, solo sé que tenemos un derecho que es universal, contrario a lo que se practique: Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad (DDHH). Por eso solo podría atreverme a dar una claridad, se trata de una idea que he aprendido de la vida y que no me permito olvidar: antes que nada somos seres humanos.

 

Enlaces de interés

Proyecto Inocencia caso Mena: http://umb.edu.co/inocencia/proceso.html

Nota de Rubén Darío Álvarez: http://www.eluniversal.com.co/cartagena/ojo-con-los-intentos-de-linchamiento-171947

Artículo 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: http://www.un.org/es/documents/udhr/


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