Hace unos 18 años tomé la decisión de ser comunicadora social. Libia la sicoorientadora del colegio nos había realizado varios talleres de orientación vocacional y en todos el resultado siempre era el mismo: Comunicación, Publicidad, Mercadeo y “carreras afines”.
En uno de los ejercicios, nos pidieron visualizarnos, cerrar los ojos y pensar en nosotros mismos siendo felices laboralmente dentro de 10 o 20 años. ¿Cómo sería esa felicidad?. Yo pensé en mi a los 30 y pico de años, inteligente, profesional, joven y bella aún, independiente, exitosa y escribiendo… siempre escribiendo de los temas que me apasionaran.
Y aquí estoy yo, con 30 y pico de años. No ejerzo el periodismo directamente pero lo amo y me refugio en él muy a menudo como medio de escape de la rutina. Me refugio en él cuando quiero viajar pero no me desplazo físicamente… viajo en las letras y el conocimiento hacia nuevos mundos que llenan mi ser completamente. Me refugio en él cuando leo, cuando al hablar con la gente y al deambular por mi ciudad se me ocurren nuevas historias, cuando desde las empresas creo nuevos canales de comunicación, cuando me desconecto de todo y me quedo embebida en las letras.
Y en ese devenir me ocurrieron muchas experiencias que me permitían seguir reforzando cada vez más mi vocación. Recuerdo que en mi primer trabajo de Teorías de la Comunicación con mi amigo y maestro Ricardo Chica, tuve que leerme como mil copias de Umberto Eco de las cuales no entendía ni media palabra, tanto que realmente puse en duda que lo mío fuera la comunicación; sin embargo mi obstinación y persistencia luchaban conmigo y me decían ¿te vas a dejar ganar de esas copias?
Y no. No me dejé ganar. Las leí las veces que fueron necesarias para llegar a medianamente comprender el complejo estilo de escritura de Eco, y desde ese primer trabajo comencé a descubrir la fascinación que había en el leer y escribir.
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Yo solo era una joven buscando un espacio propio, buscando mi lugar en el mundo, buscando mi propio canal de expresión, ese lugar donde me sintiera yo, donde pudiera dejar volar mis pensamientos y poco a poco lo fui descubriendo. Hoy le doy gracias a la Tadeo por haber sido ese lugar donde conocí maravillosos docentes que fueron motivándome y haciéndome descubrir ese talento que tenía para ejercer mi carrera: Rolando Pérez (QEPD), Ricardo Chica, Delly de la Rosa, Óscar Durán, Ricardo Maldonado, Alberto Martínez, Álvaro Delgado, Germán Danilo Hernández, Jacqueline Rhenals, entre otros que marcaron mi vida con sus enseñanzas que fueron más allá del campo profesional, fueron enseñanzas para la vida que hasta el día de hoy atesoro.
Con tan solo 17 años comencé a hacer prácticas en una reconocida emisora de la ciudad, gracias a la confianza que siempre depositó en mí mi profesor y amigo Rolando, quien sin lugar a dudas seguiría siendo un compañero de vida para mí y estaría muy orgulloso de ver sus enseñanzas reflejadas en mi trabajo.
Esa experiencia en radio a tan corta edad me permitió perderle el miedo a los micrófonos, pronunciar mejor, hablar más pausadamente (aunque aún me cuesta), buscar una entonación para cada tipo de noticias, aprender a improvisar, a ser fluida con mis ideas, y sobre todo, desarrolló aún más mi gusto por la escritura. Detrás de cada vez que salía al aire, había un trabajo previo de redacción que me tomaba horas por la inexperiencia.
Luego vinieron 3 años de mi vida dedicados al periodismo de manera directa en el periódico Q’hubo gracias a la oportunidad de otro de los maestros que se cruzaron en mi camino: Germán Mendoza. 3 años en los cuales aprendí lo que es trabajar de verdad verdad como periodista: asoléandome, persiguiendo una declaración, dándome cuenta después de la entrevista que la grabadora no grabó y me tocaba recurrir a los pocos apuntes que por la premura tomaba… 3 años en los cuales recorrí los barrios más recónditos de Cartagena buscando noticias, en los que cambié mi visión de la vida y me entregué por completo a las letras. 3 de los mejores años de mi vida.
La comunicación institucional vino después, acompañada de una formación complementaria en otras áreas de la comunicación que me permitieron ir abriendo nuevos caminos que indirectamente me alejaban del periodismo, pero me acercaban a nuevas experiencias. Aprendí de educación, de publicidad, de diseño, de mercadeo, de orientación vocacional, de relaciones públicas, en fin, de otras áreas que también me fueron apasionando y llenando.
Todo ello me permitió tener inicialmente las agallas y luego la visión, las bases y la experiencia para emprender mi propio proyecto laboral, el cual en solo un año ha traído a mi vida múltiples enseñanzas, satisfacciones y no nos digamos mentiras, también tropiezos. Emprender es un acto de osadía, definitivamente no es nada fácil, sin embargo, mientras esté claro el proyecto, la propuesta de valor y haya planeación, todo toma su rumbo.
En conclusión, cuando eres comunicador, sea cual sea el área escogida, aprendes a ser más humano; a sentir empatía; a socializar; a descubrir tu propia voz interior y exterior; a conocerte; a pensar; a leer y a escribir (de verdad verdad, no como enseñan en el colegio); a grabar y a “desgrabar” tanto en aparatos electrónicos como en la mente; a ingeniártelas para obtener una declaración; a perderle el miedo a hablar en público, ante cámaras y micrófonos; a crear e innovar; a ser tu propia carta de presentación.
A todos mis colegas, maestros, amigos que me ha dejado esta profesión, gracias por cada experiencia vivida mientras hemos ejercido el oficio más hermoso del mundo. Sintámonos orgullosos de ser comunicadores y sigamos ejerciendo con valentía, ética y sobre todo amor, esta carrera.