Este no es un blog feminista, lo prometo.
Podríamos pensar que los principios del mercadeo y la publicidad aplican para todo. Sería correcto entonces decir que cuatro mujeres hermosas, bien arregladas, olorosas y sonrientes, caminando solas por el centro de noche, están mostrándose, es decir, están en promoción o en venta y cualquiera está en libertad de “hacer uso de ellas”.
Lastimosamente en nuestra sociedad estamos acostumbrados a considerarnos con el derecho de encasillar todo cuanto vemos, regidos por estrictos paradigmas que nos han inculcado desde niños y los cuales sin lugar a dudas han sido reforzados por los medios de comunicación:
-Mujer o grupo de mujeres solas de noche = “busconas o prepagos”
-Hombre de tercera edad con jovencita = “mandarino” (aplica para mujeres también)
-Dos hombres cenando en un restaurante = “gays”
-Hombre blanco con mujer negra = “está loco o es extranjero (aplica al revés)”
-Mujer negra con bebé blanco = “es la empleada del servicio”
-Mujer hermosa en un súper cargo = “se lo dio al jefe”
-Mujer negra con hombre negro: “así es como debe ser”
-Hombre negro con bata blanca: “carnicero”
-Hombre blanco con bata blanca: “médico”
¿Suena absurdo verdad? Pero estoy segura que todos alguna vez hemos tenido cualquiera de esos pensamientos en nuestra cabeza, o por lo menos, se nos han cruzado antes que nuestra coherencia, valores y respeto por el otro los ahuyenten.
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Imagen: yupiyeyo.blogspot.com
El pasado sábado 6 de agosto me encontré con una amiga del colegio, quien desde nuestro grado de bachilleres se fue a vivir a los Estados Unidos, y dos de mis mejores amigas de toda la vida, con quienes no pierdo el contacto, a pesar de los años, las ocupaciones, los maridos y los hijos.
Por petición de nuestra amiga -hoy en día ciudadana americana- decidimos ir a un restaurante-bar exclusivo, donde pudiésemos tomar cócteles, comer algo rico y sobre todo hablar para ‘desatrasarnos’ en chismes de los últimos casi 3 años en los que no compartíamos todas juntas.
Luego de todo eso nuestra amiga nos pidió con vehemencia que fuéramos a una discoteca. Ninguna quería, pero para complacerla lo hicimos. Comenzamos a caminar por el Centro, mientras los transeúntes nos miraban como bichos raros, varios personajes nos ofrecían entrar a antros de dudosa reputación de los que sólo te haces consciente de noche, y nuestra amiga nos pedía ir a lugares que o hace rato dejaron de existir o son todo lo contrario a lo que fueron en nuestros años de adolescentes (lo dejo a su imaginación).
Luego de miles de vueltas y de descartar varios sitios, terminamos en una discoteca de la que no recuerdo ni el nombre. La escogimos porque estaba vacía, contrario a lo que muchos esperan de una discoteca que esté “full”, nosotras queríamos espacio para bailar solas (no nos interesaba conocer a nadie) y un volumen de música moderada para poder seguir hablando y divirtiéndonos.
No nos habíamos terminado de acomodar cuando teníamos encima al mismo administrador del lugar solicitándonos nuestros números de celular para “mandarnos publicidad de la discoteca”. A los pocos minutos un mesero se acercó a ofrecernos la bebida que quisiéramos, la cual pagarían los señores de la mesa de allá (señalaba)… lógicamente no aceptamos absolutamente nada. Todo esto sin contar con las sacadas a bailar de los desconocidos que nos rodeaban como goleros acechando su presa… asumiendo que al estar solas, estábamos –como dicen vulgarmente- buscando “macho”.
Sé que esta historia suena bastante habitual para muchos. Que algunos dirán “si no querían compartir entonces pa’qué fueron a una discoteca” como justificando que al unas mujeres salir solas deben aceptar las dinámicas de una sociedad en la que la mujer es aún subyugada y vista como un objeto que –no en nuestro caso afortunadamente- si usa minifalda está expuesta a que cualquiera la manosee “porque ella se lo buscó”.
Es así como la violencia hacia la mujer es justificada, la publicidad de mujeres con contenido sexual es algo absolutamente normal –utilizada incluso por marcas de gran renombre como nuestro ejemplo- y como las niñas aún siguen siendo criadas bajo el concepto de ser esposas, madres y muchas veces –mantenidas- por un esposo proveedor al que hay que hacerle caso, y si te sales de ese concepto “estás mal o eres una libertina…”.
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"Publicidad de una marca de carros, promocionando sus autos usados: Mujer de 40 años, en ropa interior y divorciada". www.cookingideas.es
Es así como el racismo crece en cada niño como la talla de sus zapatos. Por ello no es raro ver niñas jugando a las “barbies” y poniendo a la negra como la empleada del servicio, apartada, “ninguneada” y mandada por todas las demás que son monas y ojos azules.
Es así como señalamos al diferente, como el bullying sigue estando en los colegios a la orden del día y como pensamos ridículamente que el éxito se mide en “followers”, “likes” y “retweets”.
Es así como pensamos que el callado es un desadaptado, que el hablador tiene una vida feliz, que la que no se ha casado a los 35 “la dejó el tren”, que no existen los matrimonios felices sin dejar descendencia, que quienes creen y hablan de Dios son “aleluyas” y que quienes hablan del cosmos, las energías y la alineación de planetas son marihuaneros.
El marketing, la publicidad y lógicamente los medios de comunicación han tenido un papel muy importante en la conformación de esa serie de estereotipos con los que casi todos crecimos y de los que tanto cuesta zafarse.
Por ello la invitación es a no pensar que es tarde para dejarnos de estupideces y trabas mentales, a abrir nuestra mente para dejar de señalar, asumir y juzgar. A utilizar las redes sociales y demás medios con responsabilidad, con respeto por quienes piensan diferente y sobre todo a tener claro que no debemos creer en todo lo que éstos muestran… recordemos que “con gran poder viene una gran responsabilidad”.