Ser-Es que le dan vida a La Heroica


Desde mi cuarto suelo escuchar el simpático pito del taxi-vaca. Pasó mucho tiempo para que lograra saber qué era ese sonido estridente que replica el mugido de una vaca.

Cuando alguien me contó sobre el taxi, pensé que era la historia más pintoresca que había escuchado alguna vez. Y lo comprobé cuando me subí a éste en un recorrido de Manga al Centro y me encontré aquel hombre risueño, simpático y encantador, cumpliendo con su oficio con total emoción y entusiasmo, dentro de su auto decorado con fotografías, una esfera discotequera con luces de neón, peluches en forma de vacas y hasta con un micrófono en el que cantaba karaoke.

Me puso a escoger la canción que quería escuchar y me invitó a cantar en el micrófono, cosa que obviamente no hice, pues no podía parar de reírme cuando ponía su “vaca” a mugir.

Y así como el dueño del taxi-vaca hay miles de personas en esta ciudad que enriquecen nuestro patrimonio inmaterial con su espontaneidad, su desparpajo y sus peculiares formas de ganarse la vida, y que constituyen el activo más valioso de nuestra ciudad, como lo ha pregonado una que otra campaña publicitaria: “Cartagena es más que murallas”.

Hace 34 años la Unesco declaró la ciudad como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, pero ¿tuvo su gente con su calidez y naturalidad envolvente algo que ver en ese nombramiento?, ¿o solo fueron sus calles, casonas y monumentos históricos los que aportaron para ello?. Sin lugar a dudas la segunda pregunta lastimosamente es la verdadera.

Asi surge entonces el interrogante de ¿qué podemos hacer como sociedad para reconocer y valorar el aporte esencial de nuestro patrimonio inmaterial en nuestra historia y nuestra agenda pública? ¿Cómo podríamos darle identidad a esos seres que hacen de esta una ciudad, un lugar con sentido y con un formidable capital social?

Recientemente me encontré con que Tico Angulo Molina, un amigo fotógrafo desde la universidad, se encuentra desarrollando un proyecto para sacar del anonimato a personajes como Pedro Batista, el dueño del taxi vaca, en una publicación que pretende mostrar a Cartagena, a través de imágenes y con una exquisita narrativa visual, desde una óptica que muy pocos han utilizado: esa riqueza inmaterial que brota naturalmente de su gente.

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Y es que Cartagena ha sido desde siempre una ciudad excepcional: uno de los puertos más estratégicos de la corona española; una ciudad aguerrida y valiente que soportó ataques y agravios durante el período independentista y que hoy se levanta bajo el fulgor e historias que se entretejen en cada rincón, gracias a la memoria cultural de su gente.

Todos estos fueron los motivos que le dieron vida a “Ser-Es”, proyecto fotográfico de Tico que muy pronto conoceremos. Tomó este nombre al indagar en el ámbito de lo real en sentido ontológico de comunidad (ser y seres en plural), y por tratar de responder una pregunta filosófica que desde hace miles de años no ha podido ser revelada con la amplitud y profundidad que conlleva (¿qué significa ser y existir?).

La Cartagena que todos conocemos, rodeada de una imponente arquitectura en sus callejuelas, plazas, casas antiguas y monumentos históricos, pasa en “Ser – Es” a ser sólo el escenario de la bella expresión de casi un centenar de personajes cotidianos que, con su sola existencia, le dan luz y vida a este rincón multicultural del Caribe colombiano.

“Ser – Es” se convierte en ese proyecto que rescata a personajes del común que cobran vida y ván más allá de los folletos turísticos, para convertirse en Dilsa, la palenquera que rompe el estereotipo y no se viste de miles de colores ni es habladora y extrovertida, sino más bien es una mujer muy reservada y conservadora que vende los dulces típicos de antaño, conservando los sabores y las recetas tradicionales que les dieron vida a esta práctica afrocaribe hace cientos de años.

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Así mismo muestra a Otto, el mimo que pasa horas de su día interpretando un personaje y a la hora de enfrentar su realidad parece tener una pérdida de identidad en la que continúa refugiado en él y en su mundo de fantasía; a Orlando el manicero risueño que con la cadencia de sus pregones y el tanque en el que tuesta el maní, cautiva a propios y visitantes con su particular forma de expresarse, pero sobre todo por el exquisito olor que emana este fruto seco al ser tostado; y a Cruz, la vendedora más antigua del Portal de los Dulces, quien con casi 100 años le da “sopa y seco” en servicio a todos los vendedores de este reconocido lugar del Corralito de Piedra, en el que por muchos años vendió dulces típicos que ella misma elaboraba. Ahora se dedica a la venta de café.

Sí, a algunos de ellos ya les han hecho entrevistas y perfiles en periódicos y otros medios. Sin embargo, no existe una iniciativa igual (o por lo menos no la conozco) en la que se intente darle un giro a la imagen de la ciudad, yendo más allá de su arquitectura, para adentrarnos en un mundo de historias, anécdotas y aventuras vividas por personajes que parecen sacados de la ficción, contadas a través de imágenes que tienen como común denominador la cotidianidad, la luz natural, las sombras. Una porción de ciudad y una estética composición producto de una mezcla entre reportería gráfica y retrato.

¿Cómo nació el proyecto?

“Ser-Es” nació en el 2017 en la emblemática Torre del Reloj. Allí, Tico Angulo Molina pasó 5 días seguidos durante las mismas horas analizando su entorno: la multitud que se pasa y disfruta de este lugar sin importar el calor o la lluvia; personas que van y vienen, sonidos, colores, olores, pregones, y descubrió seres que siempre estuvieron allí, pero pasan desapercibidos por los afanes y la rutina diaria.

Durante horas habló con ellos y descubrió historias increíbles dignas de Gabo, que poco a poco lo fueron inspirando a trabajar de lleno en un proyecto que le permitiera visibilizar a estos personajes populares y mostrar la ciudad de forma diferente.

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En “Ser-Es” veremos fotografías que, vistas una tras otra, parecen crear una película de la vida real; que nos presentan mucho más allá de un bonito retrato y que nos hablan de una riqueza narrativa digna de grandes reporteros gráficos, las cuales se acompañan de textos en los que el autor “desnuda” a los personajes y escrudiña en sus sueños, emociones y en sus formas de ver la vida.

Y sus protagonistas son eso: seres que viven una realidad que muchos simplemente ignoran; seres que deben ser tan visibles como las paredes, aldabones y calles estrechas del Centro Histórico. Seres que tienen mucho más que un nombre como cartas de presentación. Seres de carne y hueso que habitan entre nosotros y que le dan sentido a esta ciudad que para muchos es el rincón más bello del mundo.


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