Le faltó un poco más de café al tambor


En el recorrido extenso de lo audiovisual, podemos de alguna forma determinar cuál puede ser el éxito o fracaso de un vídeo musical, ámbito en el que siempre han existido las escamas de la mala crítica, frente al cincel de la crítica acertada, ya que todavía cuesta el poder aportar, resultando mucho más fácil destruir. Para resumir, un vídeo musical depende de varios tentáculos que lo podrían convertir en un referente, tanto para aplaudirlo como para ser el centro de la burla; ambas cosas llevan a una misma estación, y es la estación del intocable gusto, lo que es bueno para mí, para otros –sin importar los sacrificios-, es simplemente horrendo.

No hay que llegar a los extremos y tildar de pésimas las producciones en los vídeo musicales -guardando naturalmente las excepciones- ni mucho menos con la brocha pintada de rojo rayar los esfuerzos del otro. Es de conocimiento público que existen canciones sin vídeos por cualquier extraña razón, otras con vídeos no tan buenos donde se ha confundido la concordancia entre voz e imagen, “La espera” de Cultura Profética (canción brutalmente hermosa); otras con buenos vídeos que sacan la cara ante el mundo, “Suit & Tie” de Justin Timberlake ft. JAY Z por mencionar uno, y vídeos que son mejores que las canciones, casos muy raros, pero que existen, como el de “Let it happen” de Tame Impala, por ejemplo. Es por eso que debe existir una sinergia entre concepto, arte y producción, y de esa forma se podría organizar la inestable calidad de los vídeos musicales, o de cualquier otro tipo de expresión audiovisual.

El tambor del cantante Koffee el Kafetero, es un claro ejemplo, una canción de buena letra, un ritmo de buenos arreglos, pero un vídeo hablando conceptualmente, lo mismo; bonitas imágenes, movimientos normales, buenas locaciones, buena dirección, vestuario, producción, interpretación del artista… y, si mis ojos no me traicionan, un tipo de coloración extraño que no logro identificar, si es algún nuevo estilo vintage, o simplemente gusto del artista o director. Sin duda, otra muestra de que hay que dar mucho más a lo que a vídeo se refiere cuando la canción es simplemente un éxito.

Al vídeo se le rescatan muchas cosas, empezando por el acertado cambio que maneja el artista de no seguir viendo el género de la Champeta como herederos de los derroches de dinero, prendas, mujeres, violencia, carros y excentricidades traídas de otros estilos musicales; este artista ha cambiado ese fenómeno, me parece muy rescatable y eso se nota claramente en el vídeo. Se rescata un buen manejo del baile, se incluyen a los niños, la cotidianidad, el diario y la realidad de un lugar del caribe, San Bernardo del viento en esta ocasión, entre varias cosas más que hacen de este vídeo –junto a varias sugerencias- en particular una buena pieza.

Cabe resaltar y aclarar, que no es una mala producción, pero no se puede negar, que al lograr enlazar la canción y el vídeo, precisamente en la parte visual nos quedó debiendo mucho. Cualquier cantidad de historias pueden brotar de un tambor, pueda que sea algo de pre-producción, estilo, concepto, historia o marketing; pueda que el momento de la creación haya sido prematuro, lo que sí está claro, es que se pudo hacer mucho más.

Esto no se debe tomar de mala forma si la idea de todo este escrito es poder aportar respetuosamente de cualquier manera, y en lo posible entenderlo como una forma de progreso, es evidente que éste no será su último vídeo. Como dice el gran cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, "El tambor, es un libro que suena".


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