Los blancos apóstatas


En principio, pueda que sea un rótulo muy delicado, es posible que se llegue al extremo y se riegue de manera muy ligera un tinte de irrespeto, un apóstata -naturalmente- no es de finas gracias, ni mucho menos, alguien que pueda ser de confianza, absolutamente no ha de ser un individuo íntegro, respetable, digno. Ha sido desgastante para todos, esta correría política que desembocará en el próximo presidente de Colombia, y a estas alturas de la montaña, no podemos seguir tratándonos con pañitos tibios, ni debatir con pompones, pitos y serpentinas.     

Como esta situación nunca será una excepción, existen también grandes y penosas rarezas, anormalidades que nos cobrarán duramente más adelante, si ellos, los apóstatas, no logran, de una vez por todas, ubicar el pie en un lugar que no sea el color blanco, y poder tomar partido en la que quizás será la contienda electoral presidencial que marcará el futuro de este país de ahora y para siempre, donde se iría definitivamente a un abismo corrupto sin retorno, o el viento por fin soplará a favor, y se direccionará un cambio en esta tierra flagelante.  

Esas mismas rarezas que mencioné antes, empiezan por una palabra, o mejor, por un acto que muy poco se encuentra en el país. Respeto, en todas sus presentaciones, hay que respetar, decisiones o actos, palabras o pensamientos, hay que ser respetuoso, tanto como aquel que votará por Petro, Duque o aquel intrépido que ha decidido votar en blanco; eso, hay que respetarlo.

No puede existir una real democracia, si eso ha de existir en este jardín lleno de plagas, sin el respeto, ahí radica la principal anomalía de esta situación electoral, respetar el voto del paisano, así él sepa, que no es lo mejor para el país, así toda esa cuadrilla de blancos sepan que su voto no le aportará absolutamente nada al futuro próximo que nos espera, que la corrupción no va a acabar, que la politiquería no se va a extinguir si decide quedarse en el medio con el voto albino que muchos han querido vender de manera efervescente como símbolo de neutralidad e independencia, pues bien, cada quien es libre de sus actos, pero no se puede ser tan necio y creer, que la indiferencia vaya a solucionar los problemas que ellos mismos han vomitado con rabia y desgano.

No se puede, por el amor del Dios que usted crea, entender que el voto en blanco en este sufragio va a tener el pomposo etiquetado de opinión y autonomía, las circunstancias actuales del país no están para estar como un ciudadano intermedio. Está claro que hay compatriotas que no tienen ese hígado, sus actuaciones han demostrado tener la sangre algo blanda, y aquí, en estos profundos pozos de maldad y violencia, ya no se puede vivir más con un criterio tan flojo y vacío. Hay que ser demasiado ingenuo para defender eso, hay que cargar cantidades extensas de gravilla en la cabeza, para ser en este caldeante momento político, un individuo tenue y desapegado.

Yo creo que cuando en el mundo repartieron la paciencia, a Colombia le faltaron toneladas alarmantes de ella, por mucho que uno desee ser paciente y tolerante ante los actos que pasan aquí, uno no puede evitar por lo menos, alzar una ceja o ponerse acalorado.

No es lo mismo ser el gobernante de este guayabal agrio que cada día está sometido a escenas constantes de azotamientos, que ser el primer mandatario de otro país, cada estado tiene sus propios problemas, pero Colombia ha demostrado ser una comarca inentendible, excéntrica, indolente, pasmosa, dormida… y eso, lastimosamente ha de anclarnos por algún tiempo, por aquellos que han resuelto ser un jugador clave en estos comicios, y optaron por defender los ideales que tienen una complicidad aberrante con el humo.


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