Este sitio es un laberinto que quien lo penetra no se pierde jamás, sino que se reencuentra con viejos caminos de placeres insatisfechos.
Para algunos, la biblioteca es un sitio muerto y sin razón. Ven en ella al enemigo oculto y temido por lo que pueda hacer para despertar a los dormidos. Tampoco le han hallado ese valor intrínseco poseído desde los inicios de la cultura cuando se prosternaban reyes y prelados ante ella para encontrar las señales de sus dioses y antepasados. Señales para poder gobernar a sus pueblos sin que estos se rebelaran; puesto que sin ella no eran nada ni nadie, sólo briznas al viento insobornable de un universo de preguntas sin respuestas.
Sonrío y miro a Jorge Luis, el maestro. Quiero lanzarle una pregunta sacada de aquellos sueños con fantasmas anquilosados en los meandros de la memoria que las lecturas me han dejado; pero no lo hago. Lo reverencio y quedo ensimismado por la forma cómo cuenta desde sus experiencias el significado de la biblioteca para la humanidad. ¡Verdad qué es un maestro! En una disertación pausada y amena ilumina con sus palabras el valor de estos anaqueles atestados de libros de todas partes del mundo. Aquí está el mundo con sus lenguas y sus culturas; sólo falta el ser que se desvele por leer consuetudinariamente en este recinto para completar la trilogía mítica, dice él.
Zsuzsanna está enfrente, sonríe. Está llena de una placidez beatífica. Su belleza extraordinaria y carisma de mujer extranjera, la hacen más mujer. Disfruta este instante mágico. Lo había soñado; estaba viviendo un sueño, Jorge Luis estaba presente, en este sitio que le correspondía, dando fe de su paso por el mundo.
Ella sabe que su biblioteca se ilumina con las sonrisas de los jóvenes. Ahora tiene enfrente el sueño mejor logrado. Una biblioteca casi perfecta. Perfectible y repleta de ojos ávidos de conocimientos. Cada día trabaja por estos jóvenes que ven en el lugar un santuario de la historia humana representado en miles y miles de tomos de enciclopedias y libros de toda índole y sobre todo con temas actuales de arte, literatura, ciencia y tecnología que les satisface sus expectativas y sueños de movilidad social.
Esta Biblioteca no es un hexágono. Apenas cubre una parte de la edificación en su parte alta. Entonces, Roderick Guzmán, un periodista muy inteligente, seguidor y admirador de Jorge Luis, me dice lo que alguna vez dijo de la Biblioteca de Babel: “Si esta biblioteca es eterna, no puede ser obra de otra criatura que no sea una divinidad, un dios o el Dios. Pero allí está y en ella, recorriendo sus pasillos, solazándose en la lectura de todos los libros del pasado, del presente y del futuro, Borges se convierte en un arquetipo del escritor y de su necesidad de estar cerca del Creador que hizo el mundo con palabras.”
Esas palabras confrontan lo que se hace desde muchas oficinas burocráticas que matan las esperanzas así como contrarrestan el afecto que alguna vez sintieron los niños por la lectura, haciendo que los libros sean vistos como demonios que deben ser llevados a la pira donde deberían estar según ellos. Pero las bibliotecas seguirán siendo, pese a todos los pronósticos, los sitios ideales para seguir creyendo en la humanidad. Son las piezas fundamentales de un sistema educativo liberador de la esclavitud de la ignorancia. Quizás ya no en su función clásica. Aquel sitio con anaqueles llenos de libros soportando el paso del tiempo y el olvido, sino a través de otras fuentes de socialización. Sólo hay que tener sesos para no enajenarse totalmente de esa realidad asfixiante que mata lentamente, adormeciendo el espíritu y creando la dependencia inexorable de pantallas luminosas que cercena la creatividad.
Zsuzsanna cree que los libros; esos de lomos anchos y con papel hediondos a mantequilla y a tinta siempre estarán allí en el sitio que les corresponde, esperando espíritus inquietos y desesperados por conocer y viajar en el tiempo y conversar con las diferentes culturas, no desaparecerán.
Miro a Jorge Luis y lo veo distante, pensando en su biblioteca infinita. Un mundo lleno de información infinita, que recaba los laberintos más profundo de las sociedades tanto antiguas como modernas, lo ponen a pensar en la biblioteca idealizada en su mente de escritor. Tal vez ese mundo sinuoso y oscuro de la invidencia le hace sustraerse de esta realidad nuestra, pero lo comprendemos. Su biblioteca es el universo, representado en un hexágono que se multiplica una y mil veces a través del reflejo de la ascendencia humana.
Él es quien conoce esa biblioteca muchas veces soñada e idealizada en su mente. La biblioteca en cualquiera de sus formas será siempre la piedra angular de una sociedad civilizada y honesta con todo, susurra.
Hoy, para Zsuzsanna, contar con una biblioteca moderna y actualizada es asunto de competitividad; pero, los expertos utilizan siempre un palimpsesto discursivo que hiede a formol. No han llegado a materializar los ideales de la razón que tanto pregonan.
Algunos gobiernos, salvo algunas entidades privadas por diversos intereses, tienen poca visión para implementar una política pública de bibliotecas. Tampoco se ve la presión por defender y mirar como un tesoro ese bien cultural, la biblioteca. La entidad que marca la diferencia entre los países desarrollados y sus gentes, con aquellos que no han despegado de su minoría de edad.
Los pretextos son múltiples y crónicos; pero el más apremiante que siempre sale a relucir es el de las limitaciones económicas. Entonces, miro a Jorge Luis, a Zsuzsanna y reflexiono: “Para convertir a la Biblioteca por ejemplo, en un gran centro de reflexión y pensamiento será preciso que se reviertan problemas básicos que dificultan su labor y que trascienden largamente las molestias por el bullicio estudiantil que tanto preocuparon a sus autoridades. La recuperación y el fortalecimiento de las bibliotecas (…) deben, en suma, formar parte principal de los programas de educación y desarrollo científico.”
*Docente de Castellano y literatura del Distrito de Cartagena de Indias y de Comunicación oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.