Preferiría que pensar en ti no fuera el temible recordatorio de una culpa.
Del desbarajuste de toda una vida.
Del cataclismo que tanto buscamos.
Del cuero del tigre con el que me asusto, tras haberle dado muerte.
Pensar en ti es mirar mi cara de vampiro emborronada.
La del mundo que malbaraté.
Y el infeliz dolor que esparcí como se riegan los tiestos.
El amor y el frenesí que se llevó por delante mi ritual de once años.
El ciclón, la ventisca, el tornado, cuyo arrastre aún hoy me mantiene a la deriva.
Y aquí voy, derivando en vertical, mejorando las maneras de equivocarme,
entre cúmulos de cosas que son de otros,
con la idea de haber perdido, sin remedio, nuestro sueño en la borrasca.