Duerme


Duerme,
quizá a esta hora duerme,
aunque, realmente, no lo creo.
Quizá esté durmiendo,
aunque es poco probable,
y sueña con etimologías,
y con examantes paraguayos,
y con bicicletas, 
y con hijos, 
y con hombres
que tienen otros hijos. 

Duerme, 
aunque casi seguro que no. 
Debe estar sentada en su alfombra, 
o en su silla ergonómica, 
mirando una pantalla, 
pensando en encontrar
el sustantivo adecuado, 
aquel caso nominativo que no deje dudas. 

No duerme. 
Y ahora lo veo muy claro. 
Estará pensando en la poesía austríaca,
repasando lomos de libros, 
duchándose en un cuarto de baño estrecho. 
Después saldrá,
envuelta, 
como una diosa,
en una toalla azul. 

Seguirá escribiendo 
al borde de sus copias
y, quizá, 
en algún instante, 
recuerde un beso furtivo, 
una copa medio vacía, 
y un color rojo en las cortinas.


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