El color del tiempo


Pregunto quiénes son los cabrones que abren las piernas de las dulces modelos que apenas nos miran.
Quiénes les rompen el corazón con mentiras abyectas.

A ellas las he visto posando sobre las blancas arenas del mediterráneo,
acompañadas de amigas cuyas miradas son menos ingenuas.

Quiénes son los miserables que ocupan el lugar de los que somos por defecto más contemplativos, más antiguos, y por ello menos inocentes.

Serán chicos de sus edades o corruptos mayores.
El azar cómplice las entrega en primeras experiencias irrelevantes, pero indelebles.

Y al margen hombres como yo vemos sólo sus fotos, adivinando los brazos en que han dormido aquellas niñitas simpáticas de coños apretados que acaso hasta ahora se están abriendo a la lubricidad de los primeros años del placer.
Luego vendrá la desmesura que corrompe sus rostros, envileciendo de a poco, aunque sin mucho drama, el color del tiempo.


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