¿Puede, usted, concebir la creación
fuera de su propio ombligo?
Dejar de fijarse casi todo el tiempo en sí mismo.
Permitir que le roben horas, días, años
(y aceptar gustosamente ese atraco).
Conceder la oportunidad de que otro sea el protagonista.
¿Resignarse quedamente al papel de reparto?
¿Escabullirse de la cama para crear,
un poco sin ganas, a oscuras,
pero sabiendo que lo contrario
es marcharse antes del teatro?
Y allí escribir sobre la felicidad doméstica,
atravesado por los trazos de la buena suerte.
Haber sido medio de transporte.
¿Escribir sumergido en el consumo?
¿Desaprender del creador
que parecía ser un destino inequívoco?
El hado arrebatado,
puesto en pausa,
desarmado, sin filo.
Ser padre es aprender, sobre todo,
a administrar tu tiempo
y el de los demás.