Que te has casado,
y que tienes una hija de ocho.
Que vives una vida plena,
y que incluso tu marido resultó un buen tipo.
Que tú y yo seguimos siendo amigos,
o al menos eso nos dice una red asocial.
Que ahora eres tú la periodista,
y no yo.
Podría decirme a mí mismo
que todavía reconozco tus gustos,
tus copas de vino,
tus ojos almendrados,
vestidos sueltos.
Podría decirme
que te reconozco en las fotos.
Que tú recuerdo es implacable con tu presente,
y que yo también he cambiado para mal.
Pero lo cierto es que somos otros.
El tiempo clausuró
la puerta de la noche
que daba al restaurante
de gatos y espejos.
El tiempo ha maniatado
al tiempo en el que escribiste
que si yo me iba,
tú te irías por los tejados.
Y que es lo único
que se ha cumplido a rajatabla.
