Curioso fenómeno en la calle 49


En la calle 49 del barrio Las Palmeras, cada cierto tiempo y según los designios del clima, se observa un curioso fenómeno que ha acabado con la siesta de los días lluviosos y con la tranquilidad de las señoras. Este fenómeno, que aún no ha sido analizado por los expertos, se presenta con cada aguacero y consiste en que con las primeras gotas de lluvia, desde algún escondrijo indeterminado, surgen hacia la luz unos seres primitivos con el objetivo de destruirse entre ellos, al tiempo que arrasan con todo lo que encuentran a su paso.

Estos individuos, que presuntamente son el primer caso de involución observado en la especie humana, tienen una marcada inclinación a la violencia y han perdido en gran medida la habilidad para comunicarse con lenguaje articulado. Su léxico reducido se compone de expresiones elementales de connotaciones bélicas. Para ellos la expresión «pagó», para dar un solo ejemplo, no se corresponde con el verbo del castellano común, sino que la usan indistintamente para proponer o aceptar el combate.

Aparte de las limitaciones con el lenguaje, también se observa que han mermado su capacidad para manipular herramientas pues, para aniquilarse entre sí, no utilizan nada más que palos y piedras. Los enfrentamientos se dan entre dos clanes enemigos que ocupan orillas opuestas del caño Matute, y su propósito, según conjeturas de algunos vecinos del sector, no tiene motivaciones especiales; parece que se trata solo del instinto cavernícola de acabar con el otro, tal como lo hacen los gallos de pelea.

A falta de expertos, cada uno de estos hechos ha sido consignado en actas que firmaron todos los vecinos, y me han dado acceso a estos documentos con el objetivo de hacer pública esta situación que les ha robado el sencillo placer de contemplar la lluvia sin tener que preocuparse por la integridad de sus techos y ventanas.

Sin embargo hay una cuestión que no se ha podido resolver. Aún no se entiende por qué estos individuos elementales solo salen de sus habitáculos oscuros por el estímulo de la lluvia. Varias hipótesis se han propuesto. El señor Modesto dice que se enfrentan cuando llueve porque es la ocasión en que menos gente hay en la calle y de esa manera pueden matarse entre sí con mayor comodidad. Esta hipótesis tuvo poca aceptación entre los vecinos porque justo detrás de la calle 49 hay un lote baldío, lo suficientemente grande y despejado, que bien podría usarse para este fin sin tener que esperar a que llueva. La segunda teoría, más por fanfarronería que por otra cosa, la propuse yo mismo: me aventuré a decir que estos seres pertenecen a la comunidad de los Trogloditas que Borges describe en su cuento El Inmortal, pues viven también en huecos y solo reaccionan con la lluvia. Sin embargo, por el carácter apacible de los Trogloditas de Borges, además de su condición de inmortales, esta hipótesis se desechó de la baraja sin mayores discusiones. Por último, mi amigo y colega de números y letras, Juan Francisco Remolina, ha propuesto esta otra idea: dice que esos seres elementales tienen un primitivo sentido de la estética y del pudor que no les permite dejar las calles manchadas de sangre, que es quizá la única posesión que aprecian, y por ello aprovechan la lluvia para ahorrarse la fatiga de la limpieza. Por el momento no hay elementos suficientes para hacer una evaluación más profunda.

En todo caso, los vecinos de la calle 49 agradecemos la colaboración de cualquier persona o autoridad competente que esté interesada en ayudar a resolver este problema, y que por fin nos devuelva la siesta de los días lluviosos y restaure la tranquilidad de las señoras. Por lo pronto cierro mi libreta y guardo el lapicero porque ya empezaron a caer las primeras gotas.

@xnulex


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