Pa divertirme


Quiero aclarar que la siguiente crítica a Residente, como él mismo dice, la hago pa’ divertirme. De hecho, casi todo lo que escribo es pa’ divertirme así sufra con el punto final. 

Vamos al asunto.

Como todos saben, la tiraera en la música urbana se trata de rapear versos corrosivos para maltratar a un supuesto contrincante mientras se busca exaltarse a sí mismo. Estos versos con frecuencia son rústicos, básicos, vulgares y desordenados; y eso está bien porque no fueron pensados para elevar el espíritu sino para encajar golpes con flow al ritmo del beat. Por tanto, no tiene sentido medir una tiraera con la misma vara con que se mide un soneto. En una tiraera no caben los hombros de champán de los que hablaba Bretón ni los veranos redondos como una sandía. Una tiraera se trata de ser el más cabrón en el microphone, de ser un matón en la improvisación, y otras rimas similares.

Es por eso que esta crítica no es tanto al contenido de la última Music Session que Residente hizo con Bizarrap, que en realidad terminó siendo una tiraera para J Balvin. Mi verdadera crítica es hacia el propio Residente —y sólo pa’ divertirme, aclaro de nuevo— porque luego de escuchar varias de las entrevistas que concede después de alguna tiraera, da a entender que lo suyo es una obra maestra. Y pues no, no lo es. En cada intervención, Residente le otorga un excesivo valor a su capacidad de construir versos con rimas consonantes. Es decir, rimas que tienen una terminación exacta a partir de la última sílaba acentuada. Como si fuera una gran hazaña rimar válido con inválido, o camisilla con zapatilla y tortilla, o aguacate con karate y salsa de tomate. La rima consonante (y en general cualquier rima) sólo tiene valor si la línea en la que se usa tiene un contenido creativo, sorprendente, de peso y coherente con lo que se viene diciendo en versos anteriores. En caso contrario es un mero relleno, un trámite de estructura, un malabarismo aburrido.

En tales casos, yo preferiría mil veces un verso con rima asonante que tenga coherencia y golpe en lugar de una línea floja y básica que sólo está al servicio de la rima. No quiero decir con esto que Residente no tenga sus aciertos desperdigados en muchos de los versos que escribe, que los tiene; lo que trato de decir es que debería bajarse unos cuantos escalones de esa escalera de ego que él mismo se ha levantado. Porque aunque la vara con la que se mide el rap es diferente a la de la poesía, no quiere decir que sea una vara cualquiera y arbitraria: el rap tiene sus propios códigos y sus propias técnicas. La manera de entrar al beat, la longitud de los versos en el compás, el flow que se le imprime al rap, el uso de métricas, calambures y juegos silábicos, el uso de la creatividad, alejarse de lugares comunes y ejecutar los ataques con ingenio son todos elementos que separan a un rapero bueno de uno chapucero. Y, si me apuran, diría que Residente en cuanto a rap está más cerca de los chapuceros.

No digo con esto que Residente carezca de un gran sentido musical o que no tenga buenas canciones; por algo es uno de los artistas más populares dentro de la música urbana, que además ha traído propuestas diferentes y colaboraciones interesantes junto a Silvio Rodríguez, Rubén Blades, Totó La Momposina o Mercedes Sosa. Lo que digo es que sus tiraeras y gran parte de sus temas no son las grandes letras que él dice que son, ni sus punchlines son tan sorprendentes como él cree. Ustedes me disculparán pero decir que algo es tan “fácil como quitarle la cáscara a una mandarina”, o que algo es tan “cómodo como un asiento cuando se reclina” son salidas facilongas, elementales, de niño de primaria. Por supuesto, le reconozco que “una cosa es ser artista y otra cosa es ser famoso” sí es de alto nivel. Pero, en general, su apuesta es bastante irregular, llena de perlas como esa en medio de mucha paja de relleno.

Lo otro es que Residente, ubicado en el escalón más alto de la escalera de ego que él mismo levantó, pone además un banquito extra y se sube en él para decir que él sí escribe sus propios temas. Y desde ese banquito supremo del ego mira desde arriba, y a veces con desprecio, a los cantantes que no escriben sus canciones. Como si el solo hecho de escribir tres o cuatro estrofas fuera mérito suficiente para ser bueno. O, peor, como si ser el intérprete de la letra de alguien más no tuviera mérito alguno. Hay ejemplos de excelentes cantantes que nunca escribieron nada y que sin embargo interpretan de manera magistral. Y también hay ejemplos de cantautores que son capaces de escribir cosas como “estoy solo como un anillo para un hombre sin manos”. Y aquí hay que decirle a Residente que no: que escribir las propias canciones no es garantía de nada; que eso no lo hace ni mejor ni peor artista.

Lo que sucede es que tan mal andan los géneros urbanos en cuanto a letras, que cualquiera que diga algo ligeramente diferente y que emplee una progresión de acordes distinta es motivo de asombro. Espero que los seguidores de Residente no se tomen muy a pecho este ejercicio que hice pa’ divertirme y que no me quiten lo tranquilo arrojándome a los cocodrilos del río Nilo mientras llega Milo. 

@xnulex
 


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