Un sujeto, con desespero evidente y sin un peso en el bolsillo, decidió de golpe convertirse en escritor de cuentos eróticos. En su propósito el hombre creyó tener suficiente con sus precarias destrezas y su ego enorme. Inició entonces su proyecto con el modesto y único objetivo de ser millonario. Porque difícil, lo que se dice difícil, en serio que no me parece, dijo convencido; y si Coelho puede escribir libros mediocres y venderlos por montones, ¿por qué no yo? Sí señor, claro que puedo. De modo que tomó todo el ingenio que pudo exprimir de su mente y lo puso junto con sus impulsos y sus insomnios en ese deber. Fueron no menos de siete meses de encierro, escribiendo sin interrupciones gran variedad de textos impúdicos. Después de muchos desvelos por fin terminó. En el filo del último punto surgió, imponente y perfecto, el fruto de su esfuerzo: un triste reguetón.