Lo absurdo se normaliza y el debate democrático se transforma en una estrategia para proteger intereses que van en contra del bien común.

Asechan los lobos


Vale la pena recordar en este momento la metáfora de Erich Fromm en la que describe al hombre simultáneamente como lobo y cordero. Fromm consideraba que todos desarrollamos en diferente medida esos rasgos: la mayoría de los hombres son corderos y sólo pocos son lobos. Creyó que la minoría de lobos podía exaltar la condición de lobo en la mayoría de los corderos. Sin embargo, esos lobos necesitan de la ayuda de la muchedumbre de borregos para llevar a cabo su labor biliosa. Fromm llegó a la conclusión de que el peligro para la humanidad estaba realmente en dar poder extraordinario a hombres ordinarios, más que a los lobos mismos.

Traigo esta metáfora porque ocurre un fenómeno cada vez más extendido: miles de personas apoyan ideas que van en contra de sus propios intereses, lo que ha desconcertado a analistas y sociólogos por décadas. Pasa en ciudadanos que con educación y acceso a información defienden proyectos autoritarios, pasa en ancianos que apoyan ideas que defienden la mercantilización de la vida humana y que ven al anciano como estorbo para la economía.

Miles de migrantes en Estados Unidos y Europa votan por políticas que terminan expulsándolos y negándoles el acceso a la salud. En Suramérica estudiantes de universidades públicas apoyan a políticos que buscan desmantelar las mismas instituciones públicas. Pequeños agricultores respaldan a la derecha que históricamente favorece a latifundistas y corporaciones que empobrecen el campo.

Son corderos que dan poder a los lobos. 

Este fenómeno puede entenderse, en parte, por la manipulación mediática y la propaganda política. Los medios cooptados por intereses de todo tipo se convierten en herramientas de legitimación para proyectos que erosionan el bienestar colectivo. 

Hoy Colombia vive un caso alarmante, sectores opositores al gobierno de Gustavo Petro han orquestado un golpe constitucional. Utilizan subterfugios jurídicos y fomentan el caos con el fin de desestabilizar su mandato, aprovechando el control mediático para generar descontento y confusión. Este golpe de Estado blando, disfrazado de mecanismos legales, tiene como fin último destituir a un presidente democráticamente elegido, mediante la manipulación de la opinión pública y la distorsión de los hechos.

Lo absurdo se normaliza y el debate democrático se transforma en una estrategia para proteger intereses que van en contra del bien común. Este contexto representa una amenaza para la estabilidad democrática y el futuro de las instituciones en Colombia. 

A pesar de estas estrategias burdas y cínicas, es probable que Gustavo Petro salga airoso de este ataque, y acaso fortalecido por la inmensa movilización popular que se generará. Sin embargo, el daño que se le está haciendo al país será profundo y doloroso, algo que poco parece importarles a sus detractores, cuyo interés primordial es mantener sus oscuros privilegios que buscan el ocultamiento de la trampa, la corruptela y el negociado.


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