El estoicismo ha resurgido con fuerza gracias a su difusión en las redes sociales. Este renacimiento aparentemente filosófico podría ser motivo de celebración si no fuera por la distorsión que ha sufrido en manos de influencers y entusiastas de la autoayuda. Lo que presentan como una vida guiada por los principios de Epicteto, Séneca y Marco Aurelio, se reduce a frases y consejos superficiales, a veces con cierta misoginia.
Este falso estoicismo es un reflejo de la tendencia actual de buscar soluciones rápidas y fáciles a problemas complejos del ser humano, pero carece de la profundidad y el compromiso que la verdadera práctica estoica requiere.
El estoicismo es una filosofía compleja y matizada, llena de aristas que promueve la virtud, la razón y la aceptación de lo que no podemos controlar. Es, en su forma original, una guía para vivir de manera ética y plena, basada en la reflexión profunda y la práctica continua.
En el ecosistema de las redes sociales esta filosofía ha sido simplificada y comercializada hasta convertirla en un producto más del mercado de la autoayuda.
Miles de máximas son descontextualizadas perdiendo su poder transformador. En lugar de invitar a una reflexión seria sobre la naturaleza del sufrimiento, la muerte o la virtud, se convierten en consignas vacías.
El problema mayor del falso estoicismo es su superficialidad, pues evita que se profundice en la filosofía y que se adopten prácticas éticas que requieren tiempo, esfuerzo y autoconocimiento. Lo que promueve es la ilusión de que una vida estoica se logra repitiendo ciertos decretos.
El falso estoicismo glorifica la indiferencia emocional confundiendo la idea estoica de aceptar las emociones sin dejarse dominar por ellas con la represión emocional. Esta distorsión puede llevar a una peligrosa normalización de la insensibilidad, donde se percibe que "ser fuerte" equivale a no mostrar vulnerabilidad.
En lugar de seguir esta corriente de moda, los buscadores de sabiduría deberían sumergirse en los textos originales.
