Narco

El lenguaje traqueto


Ha ganado popularidad en gran parte de la juventud y ahora en diversas expresiones culturales en las redes. Este fenómeno merece ser analizado seriamente. Este tipo de lenguaje refleja una tendencia a glorificar y normalizar actividades ilegales y violentas relacionadas con el narcotráfico y el crimen organizado.

Es importante considerar sus implicaciones culturales y sociales, sobre todo cuando se han instaurado en canales de entretenimiento internacionales estereotipos del colombiano como si fuera el “eterno traqueto”, un homo traqueto.

La vulgaridad se ha convertido en una característica destacada de este lenguaje. No quiero pasar por moralista (“Te falta calle, priobo, cucho gonorrea”, me señalarían). Sin embargo, esto puede tener un impacto en la manera en la cual las personas se relacionan y en la sociedad en general.

La vulgaridad perpetúa estereotipos perjudiciales sobre ciertos grupos sociales. He defendido el estudio de lo vulgar porque lo considero un serio aspecto de la comunicación humana. Ella nos ofrece diversas aristas y hace parte de los tantos elementos de la representación y del sentido, pero lástima que en la última década ese sentido esté avecindado con la muerte. Antes eran producciones discográficas con sobre el goce de lo festivo, hoy sobreabunda el lenguaje mafioso, la muerte, la ética de la sobrevivencia y la agresión.

Este lenguaje se presenta como una forma de venganza de las clases sociales oprimidas. Cuando se adopta el estilo y la retórica de los narcotraficantes, pareciera que los jóvenes están desafiando el sistema y tomando control de su propia narrativa, pero esa idea es engañosa; abrazar un lenguaje que promueve la violencia y la ilegalidad no es la forma más efectiva de abordar las desigualdades.

Sería más constructivo fomentar la educación, así como una nueva narrativa de tolerancia, de participación cívica y de activismo como formas legítimas de abordar las injusticias sociales. La glorificación de la delincuencia no conduce a un cambio, sino que perpetúa ciclos de violencia y criminalidad. Nos demuestra que sigue vivo el legado de Escobar, esa gusanera que carcome los cimientos de la vida. Olvidemos, de una vez por todas, ese legado de “Haga plata, mijo. Y si no hace plata, haga plata”.   


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