La sombra es cosa seria. Muestra su risotada deforme cuando el funcionario ejemplar es pillado en video metiendo coca, cuando es encarcelado el pastor abusador, el pederasta depredador, o el corrupto. También cuando el profesor (o intelectual), aparente demócrata, es desnudado y visto como un consumado practicante del autoritarismo.
Carl Gustav Jung insistió en la necesidad del ser humano de reconocer a la sombra y de esa manera ser conscientes de nuestras angustias. Para Jung la sombra es un arquetipo, una forma de conducta. Hoy toma un auge impactante.
Se trata de un material inconsciente reprimido que se ha enajenado en el interior. Nuestros padres nos la transmiten junto con lo que consideran mejor o peor. Las religiones la definen como el mal dentro nosotros.
La sombra causa problemas porque tiene aspectos que sabemos que están en nuestro interior pero que no queremos conocerlos porque son contrarios a la imagen elevada que tenemos de nosotros mismos. Odios, resquemores, prejuicios, condicionamientos y hasta secretos hacen parte de esas cosas que no queremos que los otros vean de uno.
También en ella hay cosas buenas pero se trata de aptitudes que nos muestran como débiles: la bondad, la mansedumbre, o las expresiones artísticas.
El problema es que cuando se le niega a la sombra (o se le reprime, o se evita su contacto) se aumenta su poder. Al tratar de contenerla uno gasta demasiada energía. Pero luego se proyecta hacia otras personas esa energía psíquica.
La desplazamos hacia un pariente, un amigo del cual tenemos celos, o alguien conocido que tiene características iguales a las nuestras. Así uno se vuelve crítico con esa persona y es el origen de la manguala, los intereses creados, la envidia y la traición.
En la vida social la falsedad nace cuando no se reconoce esa parte brumosa. Mostramos siempre un rostro ideal y ocultamos lo que no nos gusta.
Una novela que la describe es El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Gray, hombre bello y joven, no quiere perder sus virtudes. Así que hace un acuerdo con Mefistófeles para no envejecer ni morir. El contrato dio sus frutos. No obstante Dorian abusa de las mujeres y se apropia de sus bienes para luego matarlas. Un amigo pintor le hizo un cuadro mostrando su belleza. Al pasar el tiempo el cuadro empezó a mostrar la parte maléfica que la gente no conocía de Dorian. Con el tiempo la imagen se vuelve tan fea que le tocó guardar el cuadro en el sótano.
Un día Dorian ve que el cuadro es horrendo, contrario a la belleza que él muestra a los demás. Con ira lo destruye pero también se destruye así mismo.
La lección es que no podemos destruirla. Tenemos que abordarla, hablar con ella para reapropiarnos de una manera más saludable.
Hay que recuperar los aspectos que la conforman, no para volvernos como la sombra, sino para saber que somos capaces de apagar ciertos intentos de actos reprobados socialmente que la sombra nos sugiere.
Dice Jung que cuando se trabajan estos aspectos ellos se debilitan. Por un tiempo hay que vivir el pavor de verle el rostro pero lo importante es no negar que dicho aspecto tiene un ámbito en nuestra vida diaria.
No se trata de la búsqueda de la perfección sino de ser totales y verdaderamente humanos. Es asumir que somos divinidad encarnada pero con un lado majadero. Todo ser humano que quiera realizarse seriamente tiene que enfrentar a su sombra, nadie puede evitarle.
Las pérdidas que vivimos en la actualidad son el resultado de vivir con el patrón social de engrandecemos ante los demás con una imagen que no está completa.
Pero la ciudad también tiene su sombra. Vemos lo que queremos ver de ella. Apartamos el rostro ante lo que no nos gusta o le echamos la culpa a otras sombras de lo que vemos. El problema es que hay una imagen idealizada de la ciudad que nos impide ver la totalidad.
Pero sobreviviremos a la sombra, a los delincuentes y a los corruptos, a los mentirosos y a los educadores del menoscabo. Hay que estar en la política y en la educación, y en todas las facetas de la vida, pero por las razones adecuadas. No por las razones de la sombra.
Hay gente dispuesta que sabe que el mundo es mejor cuando se entiende que no hay evidencias totales. Existen directivos éticos y gente con valores. Pero debe haber primero un cambio en los sujetos.
No hay otra manera de hacerlo si no empezar por nosotros mismos. Debemos impedir que la sombra de nuestra comunidad siga alimentando la guerra que conocemos.