Éxito

La trampa del “exitismo”


Hace unos años, en un intento por impresionar a alguien que me interesaba, le dije con ironía que estaría cómodo “debajo de los puentes”. Su mirada de desconcierto, casi de terror, me dejó claro que no había captado la broma. En ese preciso instante supe que había dejado de resultarle atractivo; estaba claro que su hipergamia había hablado. 

Años después, la volví a ver. Con un aire implacable, me contó que ahora invertía en minería virtual, bienes raíces y que tenía su propia empresa. Al parecer, encontró la riqueza… y, de paso, a un hombre Alfa. Aquella experiencia me dejó una lección valiosa: jamás volver a decir las cosas a medias. Y es que hoy el "exitismo" se ha convertido en un fenómeno profundamente arraigado que impulsa a muchos a buscar el éxito a toda costa, sin medir consecuencias. 

Este concepto, que se basa en la idea de que el éxito es el único valor que justifica cualquier sacrificio, se ha impuesto como la norma en una época marcada por la competencia desmedida, las redes sociales y una cultura consumista que exalta la fama, el poder y el dinero como los máximos indicadores de valía personal. 

El éxito, bajo esta perspectiva, no se entiende como un proceso de crecimiento o aprendizaje, sino como un resultado inmediato y tangible que debe alcanzarse a cualquier precio. El peligro de este modelo es que reduce la vida a una carrera frenética hacia la meta, dejando de lado aspectos fundamentales. 

La presión por alcanzar el éxito se convierte en una carga constante que conduce a la ansiedad, el agotamiento y la insatisfacción, pues nunca parece haber suficiente. El "exitismo" propaga una visión superficial del éxito verdadero, que se mide por estándares externos, como el número de seguidores en las redes sociales o el tamaño de la cuenta bancaria, y no por logros personales, valores o contribuciones significativas a la sociedad.

Esta urgencia por el éxito a costa de lo que sea, arrasando con quien sea, también ha generado una cultura en la que los fracasos son vistos como derrotas insuperables, en lugar de oportunidades para el aprendizaje. 

En un mundo donde solo se celebra el "éxito", aquellos que no logran alcanzar esas metas impuestas por la sociedad se sienten excluidos e incluso fracasados. Sin embargo, el verdadero éxito debe ir más allá de la mera acumulación de bienes materiales o la validación social; debería incluir el crecimiento personal, la autenticidad y la capacidad de contribuir al bienestar común. 

En lugar de seguir esta carrera insostenible, es necesario redefinir el éxito, buscando una visión más equilibrada y humana de lo que significa vivir una vida plena y significativa.

Como otros han expresado antes, la verdadera pobreza no se mide por la carencia de bienes, sino por la necesidad insaciable de acumular más para sentirse pleno.

El exitismo no es necesariamente promovido de forma intencionada, sino como parte de una estructura cultural que valora más los resultados visibles que los procesos personales y éticos. 

Las empresas y la cultura corporativa fomentan entornos laborales que promueven una mentalidad de exitismo al priorizar resultados, metas agresivas y la competencia interna, valorando la productividad extrema y los logros visibles sobre la colaboración o el bienestar de los empleados.

"Coaches" del éxito y figuras del emprendimiento impulsan la idea de que cualquier persona puede alcanzar la riqueza y el reconocimiento si sigue tres o cuatro pautas. 

Los sistemas educativos competitivos que premian y reconocen sólo a quienes sacan notas altas fomentan una visión del éxito basada en resultados más que en el aprendizaje. 

Políticos y figuras de poder usan la meritocracia para promover el exitismo, sugiriendo que el éxito depende únicamente del esfuerzo individual, sin considerar desigualdades sociales y estructurales. 

En fin, este rasgo notorio de la vida actual es supremamente baladí ya que se soporta en la aprobación de otros tan débiles como nosotros mismos.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR