Migrar tampoco es llegar al paraíso. Es ingresar a un sistema que lo necesita barato, dócil y reemplazable.

Migrar: lo que debes saber


A quienes hoy migran por hambre, guerra, despojo o simple dignidad, hay algo que debe decirse sin rodeos: están entrando en sociedades que ya decidieron tener miedo. Cuando una sociedad necesita miedo, crea culpables. Ese es el lugar que el discurso dominante les ha asignado.

La llamada “teoría del gran reemplazo” no es una idea espontánea ni un error inocente. Es una construcción, una narrativa política delineada para hacer creer que los migrantes “sustituyen” poblaciones, culturas y valores. Lo que afirma esta teoría, sin pruebas, es que su llegada obedece a un plan deliberado para borrar identidades nacionales. Eso está pasando en este momento en EE.UU. y Europa. Todos sabemos que es mentira, pero las mentiras repetidas con rabia se vuelven ley no escrita.

Usted debe saberlo: esa mentira mata. No solo en el plano simbólico. Ha inspirado ataques con leyes deshumanizantes y políticas que convierten la frontera en un campo de caza. Si alguien le llama “ilegal”, no describe un estatus jurídico, sino que ensaya una deshumanización.

No basta con decir “no todos somos así”. Eso ya no funciona. El problema no es la ignorancia individual, sino una maquinaria ideológica que necesita señalar cuerpos para ocultar estructuras. Mientras lo culpan, nadie pregunta por qué las grandes fortunas no tributan, por qué los salarios se desploman o por qué la vivienda se volvió un lujo.

Migrar tampoco es llegar al paraíso. Es ingresar a un sistema que lo necesita barato, dócil y reemplazable. Lo toleran mientras está en silencio. Lo celebran cuando produce, pero lo rechazan cuando exige.

Hay otro peligro silencioso es creer el relato del mérito como salvación. “Si trabajo más duro, me respetarán”. A veces pasa. Muchas veces no. El racismo no se corrige con esfuerzo individual, porque no se basa en la conducta sino en la marca. La forma de hablar, el color de la piel y el origen pesan más que cualquier currículum.

Migrar exige algo más que sobrevivir: exige conciencia política del territorio que se habita. Leer el lenguaje del poder que se ejerce allí, identificar cuándo el odio se normaliza, entender que los derechos no se conceden por gratitud, se disputan colectivamente.

No se trague el discurso que lo enfrenta a otros pobres. No compre la idea de que usted “le quita” algo a alguien. Nada le fue dado a nadie: todo ha sido disputado históricamente. Y cuando la economía excusa su fracaso en su presencia, está confesando su propia quiebra moral.

Este mensaje no pide silencio ni prudencia excesiva. Pide lucidez. Migrar es un acto radical porque desordena fronteras y relatos. Por eso incomoda. Por eso inventan cuentos sobre usted.

No es el reemplazo lo que temen. Es el espejo. Y usted, caminando en esas calles por las que soñó caminar, lo sostiene.