Llegó la hora en la que, militares y guerrilleros, quienes han vivido la guerra de manera directa cada día, dialoguen frente a frente.
El proyecto de construir una cultura de paz en buena medida no es otra cosa que el reto de abordar los conflictos desde otra mirada, así que les toca a ambos (tanto a militares como a guerrilleros) asumir la piel del otro, hacer un acercamiento a las ideas y creencias del otro, aunque sea para debatirlas de manera humanizada.
Este es un momento clave para que se ponga en escena todo aquello que han reflexionado los académicos sobre el arte de la negociación y el de la resolución de los conflictos.
Desde hace mucho aprender a resolver conflictos es una práctica social reflexionada y estudiada. Pero más que un desafío académico traducido en multitud de cursos, libros e iniciativas interesantes, es un acto de fe que debe ponerse en práctica hoy en La Habana.
El sólo hecho de sentarse ambos bandos implica ya una reflexión sobre el conflicto mismo. Este análisis, de por sí, es ya evolución. Esa evolución está en entender cómo el conflicto empezó en la sociedad colombiana y cómo, a la larga, debe terminar.
Lo importante es que lleguen a la conclusión de que el conflicto tiene patrones destructivos que pueden ser canalizados hacia una expresión constructiva.
Porque, digamos la verdad, según estadísticas, sólo unos 6 millones de personas viven el conflicto de manera cruenta, allí, en medio del fragor de la fusilería. El resto lo vive de manera mediática.
Por otro lado hay temas complejos pendientes de resolución, como lo es el estatus de beligerancia que solicita las Farc para ser insertados políticamente en el contexto nacional, otro es el tema trascendental es el referendo constitucional, para el cual no hay tiempo. Aún no se ha propuesto la ley que convoque dicho referendo en el Congreso. Luego de esto tendría que pasar a revisión en la Corte, eso lleva otro tiempo considerable. Y de ahí a que la Registraduría del Estado Civil prepare la consulta en las elecciones de octubre, está difícil.
Ahora bien, la dirigencia gremial tiene que meterse la mano al bolsillo y creer en el proceso. Con el tiempo ha mostrado resquemores. Eso debe darse con el respaldo popular surgido del referendo mismo. Por ahora hay cierto escepticismo, pero si se da un acuerdo claro el gremio de empresarios debe empezar a general empleo cuanto antes para consolidar los distintos sectores de la economía que ayudarían a la absorción de los reinsertados a la vida civil del país. No obstante, nada de eso será realidad si no hay refrendación.
Por todo lo anterior es de extrema importancia que lo que ocurra en la mesa de diálogos ente guerrilleros y militares sea un acuerdo sólido. Francis Bacon decía que: “la conversación hace al hombre ágil”. Conversar es agilizar nuestro pensamiento, pero también es construir afectividades. Los que conversan se conocen más y también aprenden más. Se trata del importante ejercicio de interpretar el punto de vista del otro y a su vez darle a entender al otro nuestro punto de vista.
Durante los diálogos la mirada a los conflictos implica atender, entender y actuar sobre situaciones de extrema violencia que producen muertes y atrocidades. Lo que es a la larga un duelo mutuo de los delegados de los bandos.
Ambos bandos tendrán que replantear su paradigma, lo que exige que se cambie hasta uso del lenguaje, incluso exige que se llegue a abdicar de algunas ideas entronizadas. Aquí está el verdadero esfuerzo de la negociación y el de la nación.