Prisioneros del odio
Una vez más Uribe y el Procurador Ordoñez se oponen a una nueva propuesta del presidente Santos. Esta vez es la idea de crear una policía rural, iniciativa con la que el primer mandatario concretó el apoyo del gobierno de Francia y del presidente de esa nación, François Hollande.
La idea es crear una especie de cuerpo civil armado que vigile lo rural con asesoría de la gendarmería francesa. Esta propuesta de Santos enseguida hizo que tanto Uribe como Ordóñez saltaran esgrimiendo que quienes estarían en dicha policía serían los desmovilizados de la guerrilla. Lo primero que desconocen es que esta policía rural, viable por su importancia dentro de un eventual posconflicto, fue vista como amenaza.
Es claro que esta idea debe someterse a un debate pero tanto Uribe como Ordóñez levantaron la voz diciendo que Santos está negociando la institucionalidad de las FF.MM.
Nadie es tan estúpido como para hacer eso por sus terribles consecuencias en nuestro entramado constitucional. Por eso, nuevamente, al Presidente le tocó precisar desde París diciendo que el Gobierno no está negociando con la guerrilla en La Habana el futuro de la Policía o de las Fuerzas Militares y aseguró que la tergiversación es para generar propaganda destructiva que hace daño.
Uribe y el Procurador suelen referirse al mandatario (o a cualquiera de sus oponentes políticos en país) con imágenes negativas, y de paso vinculan esos estereotipos sociales negativos a los prejuicios políticos o ideológicos.
Este es el tipo de pensamiento ilógico que se convierte en fuerza impulsora de la agresión ideológica. Duele pensar que este pensamiento primario surja en personas que toman decisiones importantes en el país. Y es pensamiento primario porque se trata de reacciones frenéticas ante cualquier actitud o determinación de su oponente. Ahora bien, a estas reacciones le llaman oposición.
Esta forma de pensamiento activa estrategias —primarias también— para hacer frente a cualquier amenaza. Según Aaron Beck, quien estudió el fenómeno en su libro “Prisioneros del odio”, existe la tendencia a seleccionar o tergiversar la información que recibimos para hacer que encaje con nuestras ideas preconcebidas. Se perciben entonces ofensas donde no las hay y malinterpretamos comportamientos inocuos. En nuestro caso se interpretan decisiones del Presidente con el fin de vincularlas a actos que carcomen la institucionalidad.
Y es que, como ha pasado con otros personajes de la vida nacional, tanto Uribe como el Procurador confeccionan enemigos. Son el ejemplo, que explica las reacciones máximas de violencia de individuos, grupos y países en situaciones de guerra.
El hecho de construir enemigos nos explica cómo resultan normales las lecturas incorrectas acerca del pensamiento del contrario para hacerlas coincidir con los intereses propios. "Cuando los líderes —nos dice Aaron Beck—se hallan bajo una gran presión, son más propensos a juzgar erróneamente a sus adversarios (...) tienden a pensar lo peor del enemigo".
No es posible exorcizar estos míticos demonios internos, pero podemos tratar y modificar las actitudes disfuncionales y el pensamiento erróneo. Asegura Beck que "Si no se corrigen, las interpretaciones y deducciones automáticas son potencialmente destructivas. Sin embargo, podemos utilizar el inmenso poder de la mente para modificarlas antes de que hagan daño al propio individuo u a otros”. Hay que reconocer que podemos servir mejor a nuestros propios intereses aplicando la razón. Este es el gran reto de la paz en Colombia.