“Lo que de Dios se puede conocer, ellos lo conocen muy bien, porque él mismo se lo ha mostrado; pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona en lo que él ha hecho” (Rm 1,19).
Querido hijo,
A tus 23 años sé que no buscas respuestas fáciles. Siempre has tenido la inquietud de ir al fondo de las cosas, de preguntarte por qué creemos lo que creemos y si realmente tiene sentido para la vida. Esa es una actitud muy valiosa: la fe no debe ser una fe ciega, sino una fe razonable, que sepa dialogar con la razón y con la experiencia.
Por eso quiero escribirte con calma sobre un tema que está en el corazón de nuestra fe: la resurrección. Ahora bien, hay algo importante que quiero que tengas muy claro desde el comienzo: no es posible creer de verdad en la resurrección si no creemos en Dios como creador. La fe en la creación y la fe en la resurrección son dos caras de una misma moneda. Una se sostiene sobre la otra, y sin la primera, la segunda se derrumba.
Y aquí resuena con toda fuerza lo que dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1 Co 15,14). Para mí este texto es clave como doctrina, pero su repercusión existencial es todavía más fuerte y con más significado: si no he experimentado a un Jesús vivo en mi vida, mi confianza no tiene de dónde agarrarse. José, este es un tema tan profundo que en este texto sólo lo voy a dejar enunciado, para explicártelo a ti y a Sofy en otra carta.
1. Creación: el inicio de todo
La Biblia comienza con una afirmación sencilla y radical: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1). Esta frase no es un dato científico sobre cómo empezó el universo, sino una confesión de fe: el mundo no surge por azar, ni por un accidente cósmico, sino porque Dios lo quiso, lo soñó y lo amó desde el principio.
Si la creación es fruto del amor, entonces la existencia misma tiene sentido. Tú existes, yo existo, el universo existe porque alguien nos llamó a la vida. Y si ese alguien es Dios, entonces todo lo que somos y lo que vivimos está sostenido por sus manos.
Ahora bien, ¿qué significa esto para la resurrección? Muy simple: el mismo Dios que nos dio la vida desde la nada, puede volver a dárnosla cuando pasemos por la muerte. Creación y resurrección son parte de un mismo acto de amor. Como decía Hans Küng: “Solo quien confía en un Dios creador puede confiar también en un Dios que llama de nuevo a la vida” (Vida eterna, 1983).
2. Resurrección: el destino de todo
La resurrección no es un adorno en la fe cristiana, es su centro. San Pablo lo dijo sin rodeos: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1 Co 15,14). Y añadió: “Así como todos mueren en Adán, así todos serán vivificados en Cristo” (1 Co 15,22).
Esto significa que la fe en la resurrección no es una idea para consolarnos, sino la consecuencia de creer que Dios es fiel a lo que creó. El mismo que nos dio la vida, no nos abandona en la muerte.
Si Dios es creador, la resurrección es posible. Si no hay creador, entonces la resurrección sería un mito, un autoengaño. Pero si Dios ha creado todo lo que existe, entonces tiene poder para recrearnos en una vida nueva y definitiva.
3. Jesús resucitado: la prueba y la promesa
La resurrección de Jesús es el acontecimiento que confirma todo esto. Si Dios lo resucitó, significa que el creador no abandona a su creación. Jesús no volvió a la vida simplemente como un cadáver reanimado: resucitó en una vida nueva, transfigurada, definitiva.
Y lo más hermoso es que su resurrección no es solo un hecho aislado, sino una promesa para todos. Lo que ocurrió con Jesús es lo que Dios quiere para cada ser humano. Como dice el evangelio de Juan: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,25).
4. Ciencia y fe: ¿es razonable hablar de un creador?
Sé que como joven del siglo XXI no quieres separar la fe de la ciencia. Y tienes razón: la fe no puede ser un mundo aparte, sino que debe dialogar con lo que sabemos del universo.
Hoy la cosmología nos dice que el universo tuvo un inicio: lo que llamamos el Big Bang, hace 13.800 millones de años. La ciencia puede describir los procesos, pero no puede responder por qué el universo existe ni cuál es su sentido.
El físico y sacerdote John Polkinghorne decía: “La ciencia explica cómo funciona el universo, la fe responde por qué hay un universo que funciona” (Exploring Reality, 2007).
Así que, hijo, creer en un Dios creador no es negar la ciencia, sino reconocer que detrás de las leyes de la física y la biología hay un fundamento más profundo: un sentido, un amor creador. Y si ese amor nos trajo a la existencia, ese mismo amor tiene poder para resucitarnos.
5. La resurrección como nueva creación
San Pablo lo expresa de manera poética: “Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fuerza; se siembra un cuerpo terreno, resucita un cuerpo espiritual” (1 Co 15,42-44).
La resurrección no es volver a esta vida con sus limitaciones, sino entrar en una vida plena, transfigurada. Es la misma persona —tú, yo—, pero renovada en Dios. Por eso, la resurrección es una nueva creación: lo que empezó en el Génesis encuentra su plenitud en la Pascua de Cristo.
Hans Urs von Balthasar lo llamaba “el segundo acto creador”: así como Dios llamó al ser desde la nada, así también resucita al hombre desde la muerte.
6. La esperanza cristiana: más fuerte que la muerte
Hijo, quiero que veas algo importante: la fe en la resurrección no es una ilusión ingenua. No se trata de negar el dolor de la muerte, ni de fingir que no duele perder a alguien. Todo lo contrario: la esperanza cristiana nace precisamente en medio del dolor.
Cuando decimos “creo en la resurrección”, estamos diciendo que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. Y esto cambia la manera en que vivimos: no desde la desesperanza, sino desde la confianza en que nuestra historia tiene un destino de plenitud.
El papa Benedicto XVI lo explicó muy bien en Spe salvi: “La resurrección no es un simple volver a lo anterior, sino un salto cualitativo hacia una vida definitiva que solo el creador puede dar” (2007, n. 4).
7. Didácticamente: tres razones sencillas
Quiero que te quedes con estas tres ideas:
- Dios creador llama a la vida desde la nada. Si Dios pudo crear el universo de la nada, puede recrear nuestra vida después de la muerte.
- Jesús resucitado es la confirmación de la fidelidad del creador. En Él vemos que Dios no abandona lo que creó, sino que lo lleva a la plenitud.
- Resurrección significa plenitud, no repetición. No volvemos a esta vida con sus límites, sino que entramos en la vida definitiva, la que Dios soñó al crearnos.
8. La resurrección y tu vida cotidiana
Quizá te preguntes: ¿qué cambia en mi vida creer en todo esto? Cambia todo. Creer en la resurrección significa que cada cosa que haces —estudiar, trabajar, amar, luchar, sufrir— tiene un valor eterno. Nada se pierde, nada cae en el vacío, porque todo está guardado en el corazón de Dios.
La resurrección te da libertad: ya no vives con miedo a la muerte, porque sabes que la muerte no tiene la última palabra. Y al mismo tiempo te da responsabilidad: si Dios nos creó y nos resucitará, entonces nuestra vida importa, no es indiferente cómo la vivamos.
9. Palabras finales de un padre
José, lo que quiero transmitirte es sencillo y profundo: si creemos en un Dios creador, podemos creer en la resurrección. Y creer en la resurrección significa vivir con esperanza, aunque todo alrededor parezca oscuro.
La fe no elimina las preguntas, pero les da un horizonte. El horizonte de la creación y de la resurrección nos dice que nuestra vida tiene sentido, que estamos llamados a más, que el amor de Dios es más grande que cualquier vacío.
Por eso, hijo, cuando dudes, cuando sientas que todo pierde sentido, recuerda esto: tu vida no empezó por casualidad ni terminará en la nada. Tu vida viene de un Dios creador y camina hacia un Dios que resucita.
Con todo mi cariño,
Papá