Introducción
La historia de David y Goliat, narrada en el Primer Libro de Samuel (1 Samuel 17), es uno de los relatos más icónicos de la Biblia, simbolizando la victoria del débil sobre el fuerte, de la fe sobre la fuerza bruta, y de la astucia sobre la arrogancia. En este episodio, David, un joven pastor judío, enfrenta y derrota a Goliat, un guerrero gigante filisteo, utilizando solo una honda y una piedra. Esta narrativa no solo captura la imaginación popular, sino que también refleja conflictos históricos profundos entre los judíos (o israelitas) y los filisteos, un pueblo antiguo que representaba una amenaza constante para la soberanía judía en la Tierra de Canaán. Más allá de su valor religioso, la metáfora de David y Goliat ha trascendido épocas, aplicándose a luchas desiguales en contextos políticos y culturales. Sin embargo, para comprender su relevancia, es esencial explorar quiénes eran los filisteos, su relación con los judíos en la Biblia, y cómo su nombre evolucionó hasta influir en el término "palestino" moderno. Aunque filisteos y palestinos no son el mismo pueblo, la etimología y la historia revelan capas de significado que conectan el pasado bíblico con debates contemporáneos sobre identidad y territorio.
Los Filisteos en el Contexto Bíblico e Histórico
En la Biblia, los filisteos aparecen como antagonistas recurrentes de los israelitas durante el período de los Jueces y el inicio de la monarquía israelita, aproximadamente entre los siglos XII y X a.C. Descritos como un pueblo guerrero y tecnológicamente avanzado, controlaban la pentápolis filistea: cinco ciudades principales como Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón y Gat. Según fuentes egipcias, como las inscripciones del faraón Ramsés III (1186-1155 a.C.), los filisteos formaban parte de los "Pueblos del Mar", grupos migratorios de origen egeo (posiblemente cretenses o micénicos) que invadieron el Mediterráneo oriental durante el colapso de la Edad del Bronce Final. Su llegada a Canaán los posicionó en la franja costera suroccidental, donde establecieron una cultura material distinta, con cerámica decorada y dominio del hierro, lo que les daba ventaja militar sobre los israelitas, quienes aún usaban bronce.
La Biblia los retrata como opresores idólatras, adoradores de dioses como Dagón, y como una amenaza existencial para el pueblo de Dios. Episodios como la captura del Arca de la Alianza por los filisteos (1 Samuel 4-6) o las hazañas de Sansón contra ellos (Jueces 13-16) subrayan esta rivalidad. En el caso de David y Goliat, el contexto es la guerra entre los filisteos y los israelitas bajo el rey Saúl. Goliat, un gigante de Gat midiendo "seis codos y un palmo" (alrededor de 2.9 metros), desafía al ejército israelita durante cuarenta días, exigiendo un combate singular para decidir el destino de la batalla. David, motivado por su fe en Yahvé, rechaza la armadura de Saúl y derrota a Goliat con una piedra lanzada con precisión, decapitando luego al filisteo con su propia espada. Esta victoria no solo eleva a David a héroe nacional, sino que marca el declive filisteo y el ascenso de la monarquía unificada bajo David y Salomón.
Históricamente, excavaciones arqueológicas en sitios como Tel Miqne (Ecrón) y Ashkelon confirman la presencia de una cultura filistea distinta, con influencias micénicas en su arquitectura y artefactos. Sin embargo, para el siglo VIII a.C., los filisteos fueron asimilados por imperios como Asiria y Babilonia, desapareciendo como entidad cultural independiente hacia el siglo VI a.C. La Biblia menciona su última aparición en el siglo II a.C., pero para entonces, eran más un recuerdo histórico que una realidad viva.
Etimología: De Filisteos a Palestina
El nombre "filisteo" deriva del hebreo bíblico "pĕlištīm" (פְּלִשְׁתִּים), que significa "invasores" o "los de la tierra de Filistea", posiblemente relacionado con la raíz "p-l-sh" que implica invasión o rodadura. Los griegos, a través de Heródoto en el siglo V a.C., se refirieron a la región como "Palaistine" o "Philistia", adaptando el término hebreo para describir la costa sur de Canaán. Esta denominación geográfica persistió, pero adquirió un giro político bajo los romanos.
En el siglo II d.C., tras la Revuelta de Bar Kojba (132-135 d.C.), el emperador Adriano renombró la provincia de Judea como "Syria Palaestina" para erradicar la identidad judía y castigar la rebelión. "Palaestina" era una latinización de "Philistia", evocando deliberadamente a los antiguos enemigos de los judíos para humillarlos y borrar su conexión ancestral con la tierra. Este acto de "borrado identitario" transformó un nombre étnico en uno geográfico, que se mantuvo a través de los imperios bizantino, árabe, otomano y británico. En la Edad Media, mapas europeos usaban "Palestina" para la región, y en el siglo XIX, el Mandato Británico lo formalizó.
Así, aunque los filisteos desaparecieron, su nombre perduró, evolucionando de "Peleshet" (hebreo) a "Philistia" (griego) y "Palaestina" (latino), hasta "Palestina" en lenguas modernas. Esta etimología no implica continuidad étnica, sino una herencia lingüística y geográfica.
Distinción Histórica entre Filisteos y Palestinos Modernos
A pesar de la conexión nominal, no existe un vínculo étnico directo entre los antiguos filisteos y los palestinos contemporáneos. Los filisteos eran un pueblo indoeuropeo de origen egeo, con una cultura helénica temprana, que se extinguió culturalmente tras conquistas asirias y babilónicas. Estudios genéticos, como los publicados en revistas como Science Advances, muestran que los filisteos tenían ADN europeo sureño, pero fueron asimilados por poblaciones locales semíticas.
Los palestinos modernos, en cambio, son predominantemente árabes, descendientes de poblaciones que llegaron con la expansión islámica en el siglo VII d.C., mezclados con elementos locales cananeos, judíos conversos y otros grupos. Su identidad nacional surgió en el siglo XX, influida por el nacionalismo árabe y la oposición al sionismo. El término "palestino" se aplicó inicialmente a todos los habitantes de la región bajo el Mandato Británico, incluyendo judíos, pero tras 1948, se asoció principalmente con los árabes de Gaza, Cisjordania y la diáspora. Por tanto, la relación es puramente toponímica: comparten un nombre geográfico derivado de los filisteos, pero no ancestros comunes.
Significado Político y Cultural
Políticamente, el uso romano de "Palaestina" como herramienta de desjudaización resuena en conflictos modernos. En el siglo XX, el nombre se convirtió en símbolo de la aspiración nacional palestina, mientras que para algunos judíos, evoca la antigua hostilidad filistea. Esta dinámica revive la metáfora de David y Goliat: Israel, como un "David" moderno, enfrenta "Goliats" regionales, aunque interpretaciones varían según perspectivas. Culturalmente, la historia inspira arte y literatura, desde esculturas de Donatello hasta análisis contemporáneos de resiliencia. En debates actuales sobre Israel y Palestina, el legado filisteo subraya cómo nombres antiguos influyen en identidades presentes, recordándonos que la historia no es lineal, sino reinterpretada.
Conclusión
La saga de David y Goliat trasciende su origen bíblico, encapsulando la lucha eterna entre oprimidos y opresores. Los filisteos, como adversarios históricos de los judíos, representan una amenaza externa que forjó la identidad israelita. Aunque su nombre evolucionó a "Palestina" a través de conquistas romanas, no hay continuidad étnica con los palestinos modernos, sino una herencia geográfica y lingüística. Esta distinción invita a una reflexión matizada sobre conflictos territoriales, donde mitos antiguos informan realidades contemporáneas. En un mundo polarizado, entender estas raíces promueve el diálogo, recordando que, como David, la verdadera fuerza radica en la convicción y la verdad, no en el tamaño.