Segunda entrevista exclusiva con SEPEDA: “¿Qué hay en ese celular, senador?”
Entrevistador (M.G.P.): Senador Sepeda, gracias por aceptar una segunda entrevista. Antes de empezar, ¿le gustaría hacer alguna precisión sobre la entrevista anterior?
Iván Sepea (ficticio): Me gustaría iniciar pidiéndole con toda amabilidad que pronuncie correctamente mi apellido. Es Sepea, sin “d”. No Sepeda, como muchos insisten en decir. Un defensor de derechos también tiene derecho a su identidad exacta, ¿no le parece?
Entrevistador: Tiene toda la razón. Disculpas, senador Sepea. Vamos al grano. Hoy muchos sectores de la opinión pública se preguntan: ¿qué pasó realmente con su celular durante el proceso contra el expresidente Huribe?
Sepea: Sobre eso se han dicho muchas cosas. Lo cierto es que ese dispositivo se extravió hace tiempo. No fue intencional. Yo he colaborado en todo momento con la justicia.
Entrevistador: Se extravió justo cuando más se necesitaba, ¿no le parece curioso? Ese celular podría contener conversaciones clave con el testigo Guillermo Juan Me Salve. ¿Se coordinaron versiones? ¿Se construyó un relato juntos? No lo sabemos. Pero hay algo que sí sabemos: sólo se conocen los mensajes enviados por el testigo. Sus preguntas, sus instrucciones o sus comentarios, senador, nunca han aparecido.
Sepea: Como lo he dicho antes, mis contactos con Me Salve fueron en el marco de visitas institucionales, autorizadas y dentro de mis funciones como senador y defensor de derechos humanos. Las interpretaciones que se hacen son, en muchos casos, malintencionadas.
Entrevistador: Pero, senador, eso no responde a la pregunta. Lo cierto es que su celular “se cayó” justo en un momento procesal clave, y ahora que la senadora Gaviota Valiente ha solicitado formalmente a la Corte Suprema que recupere esa información —de manera técnica, completa y forense—, el país se pregunta: ¿qué oculta ese teléfono?
Sepea: Yo no oculto nada. Si la Corte considera que debe hacer uso de mecanismos internacionales para recuperar la información, no tengo objeción. Pero le insisto, no tengo nada que temer.
Entrevistador: Con respeto, permítame citar lo que está en juego: ese celular podría contener la prueba de que usted y el testigo Me Salve construyeron un relato que luego fue usado para acusar a Huribe. Ya existe un fragmento de esas conversaciones, pero es parcial y descontextualizado. No es un invento político, es una jugada jurídica cuidadosamente ejecutada en el momento adecuado del proceso: la apelación.
Sepea (tenso): No hay pruebas de que yo haya manipulado testigos. Lo demás son especulaciones con intenciones claras. Y reitero: si la Corte accede a recuperar la información, que así sea.
Entrevistador: Lo preocupante es que, mientras eso se define, la condena contra Huribe ya fue dictada. Y lo fue sin tener acceso al contexto completo de sus comunicaciones con Me Salve. ¿Dónde quedó el principio de contradicción? ¿Dónde el derecho de defensa?
Sepea: Eso lo debe determinar la justicia. Yo no tengo la culpa de que el celular se haya dañado o perdido. No soy ingeniero de sistemas.
Entrevistador: No hace falta ser ingeniero, senador. Hace falta ser transparente. Porque si ese celular estaba sincronizado con la nube —como casi todos los smartphones hoy en día, la información sí puede recuperarse, mediante cooperación judicial internacional, sin necesidad de la Cancillería. Y si esa información revela presiones, manipulaciones o versiones coordinadas con Me Salve, el caso se desmorona desde su raíz. ¿Lo comprende?
Sepea (tras una pausa): Comprendo las implicaciones. Pero rechazo que se me juzgue sin pruebas. Confío en que si se accede a esa información, no habrá sorpresas.
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Entrevistador: Pero senador, usted es defensor de derechos humanos. En nuestra entrevista anterior, usted mismo afirmó que “la justicia no puede funcionar como un campo de batalla política”. Y ahora, en el caso más emblemático de judicialización en el país, ¿está dispuesto a dar el paso que pruebe su coherencia ética? ¿Apoya pública y expresamente la recuperación completa y forense del contenido de ese celular, cueste lo que cueste?
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Sepea (serio): Sí. Que se haga, con garantías y conforme a la ley. No me opongo. Que la verdad se abra paso.
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Entrevistador: Entonces queda dicho: El Dr. Sepea no se opone a que se recupere la información completa del celular que contenía conversaciones clave con Guillo J. Me Salve. Porque, como usted lo dijo, “defender derechos humanos no depende de simpatías, sino de principios”.
Epílogo (del entrevistador): El celular extraviado. El testigo clave. Las conversaciones fragmentadas. Las respuestas sin preguntas. Todo esto no es una coincidencia, es una grieta procesal. La narrativa judicial que condujo a la condena del expresidente Huribe está incompleta, y esa incompletitud no es menor: compromete el corazón mismo del debido proceso.
No puede haber justicia sin verdad, ni verdad sin prueba íntegra, verificable y transparente. La presunción de inocencia —consagrada en el artículo 29 de la Constitución y en tratados internacionales vinculantes— exige que la carga de la prueba recaiga en el acusador, no en el acusado. Cuando se omite deliberadamente una parte de la evidencia —en este caso, el contenido completo de un celular desaparecido— se vulnera no sólo un derecho fundamental, sino la estructura misma del Estado de Derecho.
La ética judicial exige paridad de armas, plena contradicción y un escrutinio riguroso de toda la información relevante. La justicia no puede dictar condenas sobre vacíos, suposiciones o archivos mutilados. La desaparición del dispositivo del senador Sepea, y la negativa histórica a recuperar su contenido, abre la posibilidad de que estemos ante un caso de ocultamiento probatorio con consecuencias devastadoras para la legitimidad del fallo.
Permitir que un proceso de esta magnitud se cierre sin esclarecer ese vacío sería no sólo una falla técnica: sería un fraude jurídico. Lo que está en juego ya no es la suerte de un expresidente. Es la credibilidad de todo el sistema judicial colombiano.
Porque si el juicio a Huribe se sostiene sobre pruebas incompletas, testimonios descontextualizados y comunicaciones desaparecidas, entonces no estamos ante una victoria de la justicia, sino ante un precedente funesto que legaliza la opacidad, valida el sesgo y consagra la manipulación.
Y cuando eso ocurre, no gana la ley: pierde la democracia.
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Nota: Esta entrevista es un ejercicio de ficción política crítica. El propósito es reflexionar sobre la necesidad de transparencia en la justicia y la coherencia ética en la defensa de los derechos humanos.