De Pokemon y otros recuerdos noventeros


La fiebre de Pokemon Go ha despertado en mi mente recuerdos dormidos de principios de siglo, cuando esta serie hacia parte de la programación televisiva de los niños de la época y de manera fascinante nos convertimos en sus fieles seguidores. Tiempos de sana diversión en los que las "pokebolas" eran unos "tazos" de plástico que venían incluidos en los mecatos y para "atrapar un Pokemon" bastaba con consumir un paquete o intercambiar repetidos con otro coleccionista o "Maestro Pokemon".

No era como ahora, que estamos con la cabeza hacia abajo y la mirada distraída buscando lo que no se nos ha perdido, porque pasábamos bastante ocupados jugando al "cogío", " fusilao", "quemao" o al "escondío" (así, "golppiao"), o reunidos en casa preparando una coreografía de Proyecto Uno, Fulanito, el Aserejé, la Bomba, la Mayonesa o Shakira (antes de ser mona) para presentar en el colegio.

En las reuniones sociales no nos quedábamos contemplando un dispositivo que nos iluminara la cara y nos "amarrara" las manos: ¡el problema era que no nos sentábamos! porque no había nada más divertido que bailar "La ciguapa", " El Sua Sua ", " Una manito aquí, una manito allá y cutibiri cutibiri cutibiri pachá" o cualquier pieza de primates, primero "suéltame gorila" o luego "como los gorilas ju ju ju ju todos caminamos".

Definitivamente nuestra generación Y (según escala de Andrés López) criados con Power Rangers, Salserín, bebidas achocolatadas, La Brújula Mágica, Serafín y sus Tentaciones y que en la adolescencia nos disfrutamos el cine Bamboocha y a Kaleth Morales somos unos afortunados de que la tecnología nos asalte en la adultez, porque estamos llenos de recuerdos tangibles, de olores, de sonidos, de raspones, de sensaciones que podemos evocar y revivir dentro de lo posible y no de falacias, de una realidad virtual que como tendencia nació, como moda morirá y si se descuidan el Equipo Rocket les arruinará


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