Diploma: Injusto y necesario.


Contrario a la denominación que exista, para mí estamos en la Era Desechable, en la que las metas mutan, las intenciones no se intentan, los sueños se duermen. Existe un desinterés general importante en un segmento de la población juvenil, que paradójicamente goza de una generación con mayores posibilidades académicas que hace una década y aun así,  le resta valor y prioridad.

Muchos jóvenes van casi que obligados a las universidades, a cumplir con un deber impuesto por no defraudar sus padres, hacer gala del esfuerzo económico que hacen, persiguiendo un cartón paja blancuzco de 30 x 40 cms con su nombre, un título que a veces es más grande que ellos, y la firma de honorables académicos certificando validez de dicho documento sin haber evaluado una sola previa del portador.

Ese segmento, insisto, son aquellos estudiantes que gozan de un oído de tísico, capaces de escuchar las clases desde la cafetería, aparecer el dia del parcial, sacar un pálido 3 y al final del semestre pasar a la siguiente asignatura. Son de los mismos creadores de “me falta _______ para graduarme” y pasan su última época de estudiantes vaGacionando mientras terminan de reunir el requisito y obtener su preciado diploma; porque, a decir verdad, ¿cuál es la meta real de quien no quiere estudiar, si después de la graduación lo que sigue es la vida real? El afán de dinero, seguramente, la emancipación del yugo paterno, y el status que da la profesionalización son posibles motores en la búsqueda del diploma.

Al lado del camino, andan ilustres estudiantes, come libros que indagan mas alla de lo requerido, que persiguen las buenas notas como prueba de su conocimiento y no como el trofeo a mostrar, que no pierden clases aún en la enfermedad, que son incapaces de dejar de aportar en un trabajo grupal y para quienes la graduación es la gran recompensa del esfuerzo, pero solo la conciben como el primer gran escalón, consientes que el saber se construye paso a paso y que sólo comienzan a emprender dicha ruta.

Indignante ver cómo la vida real mal paga a quien bien le sirve y a la hora de emplear prefieren personal sin diploma o a la espera de, en lugar de profesionales certificados y calificados, preparados para asumir nuevos retos y no sumidos en un capitulo sin cerrar. La gran paradoja es: ¿por qué el afán de exigirlo si a la larga no requieren? ¿De qué sirven las reglas si habrá lugar a excepción?


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