Las TIC’s han puesto el mundo a nuestros pies, facilitando el quehacer comunicativo borrando las barreras geográficas y ubicándonos a un clic de distancia del destino deseado. Paradójicamente, su finalidad es acortar las distancias, no alargarlas, contrario a lo que está sucediendo, pues esta situación multiopción y multicanal, nos hace dispersarnos de quienes nos rodean y enterrar, literalmente, la cabeza y la atención hacia nuestros smartphones, tablets o computadores para establecer comunicación en tiempo real con el mundo virtual y apatía con los presentes, el mundo real. No es nada nuevo mencionar lo anterior, ni hay mucho que hacer para evitarlo o detenerlo. Lo cierto es las TIC’s han causado un daño irreversible a las celebraciones en general, sea cumpleaños, aniversarios, sacramentos y graduaciones: Las reuniones sociales han perdido el ruido de las conversaciones entre asistentes por silenciosos monólogos de cabezas hacia abajo, ensimismados y dedos ocupados. Nuestra atención prioritaria es para la probabilidad de recibir un mensaje, notificación o la ocurrencia de un suceso de última hora, mientras la vida y la calidez de compartir se escurren en el inclemente tiempo.
Pero esto no para ahí: las felicitaciones y los saludos se han vuelto autómatas y fríos; el mensaje sea cual fuere el canal siempre llevará implícita una felicitación, y será bien recibido por su destinatario, sin embargo, desapareció el afán de escuchar la voz de aquel que queremos elogiar, se desdibuja la intensidad e intencionalidad del emisor, la certeza de que fue oportuno, por la falta de feedback, en algunos casos. La situación es tal que seis letras “sirven” para expresar el mensaje: HBD DTB.
Al disminuir el nivel de complejidad de las cosas, el esfuerzo que se hace para lograrlas es menor y por ende, pierde valor y relevancia. No necesitamos esforzarnos en acordarnos de las fechas porque tenemos redes sociales que nos recuerdan a tiempo, ni requerimos gastar una llamada o hacer una visita, porque al bailar de diez dedos cumplimos el deber de felicitar. Este tema tiene exagerada tela que cortar, se ha perdido la cortesía, se quieren encapsular los sentimientos en las redes, cuando el amor no se toca ni con los dedos. Si se pone fácil, el amor se hace frágil, lamentablemente esta es una tendencia que van ascenso, y quienes permanecemos con el principio de llamar y visitar, dentro del permiso del tiempo, estamos en vía de extinción.