El mundo costeño es una dimensión paralela, que geográficamente está ubicada en Colombia pero que tiene un realismo mágico que lo hace república independiente. Este carácter inverosímil ha marcado nuestra manera de contar historias. Desde la crónica, desde la novela o desde la canción, Ernesto McCausland, Gabo y el Cacique de la Junta, Diomedes Díaz, tres hijos ilustres de la Costa Atlantica, dejaron un legado literario haciendo honor siempre a sus raíces, un vasto aporte cultural a nuestra tierra.
El primero de ellos, Ernesto, era un sello de autenticidad costeño y linaje caribe. Periodista, novelista y director de cine, profesaba el oficio de cazahistorias, era observador de la minucia, redactor perspicaz y ávido interlocutor. Talentosísimo cronista, con una imaginación sin igual, que combinado con disciplina y creatividad le permitía explorar y recorrer los géneros periodísticos: prensa, radio, televisión y cine con sus relatos.
Su nacionalidad barranquillera se escurrió entre sus letras al untarse de la idiosincrasia de cada población de la Región Caribe para narrar sus tradiciones, cuentos y noticias, convirtiéndose en un referente periodístico y cultural.
Ernesto desarrolló su narrativa basado en el realismo mágico de Gabo, apalancado de su gran sentido de pertenencia por la Costa, despertando el asombro por lo cotidiano y orgullo por nuestras raíces. Durante 20 años estuvo al aire su programa “Mundo Costeño”, que era el polo a tierra del Caribe Colombiano, con cada crónica, relato o entrevista, aumentó nuestro conocimiento y cultura regionalista. El nombre del programa no pudo ser mejor, y si hay que escoger un soberano de ese universo, sin duda sería él, pues contó y conectó las historias de Rafael Orozco, Juancho Rois, La Niña Emilia, La barriga de trapo, Diomedes Diaz, Gabriel García Marquez, entre otros cientos de personajes ajenos al espectáculo bajo su óptica creativa, lápiz y micrófono.
La entrevista que le hizo al Cacique de la Junta es tal vez la más recordada. Luego de escuchar las opiniones de Diomedes cuando hablaban de la muerte, su pintoresca respuesta: “No sé Ernesto, no sé” se convirtió en memorable, al punto de hacer parte del argot cotidiano incluso 24 años después.
Gabo hizo parte de la agenda de "Mundo Costeño", como un homenaje a los pueblos donde nacieron sus letras. Da gusto escuchar a ese par, cuál de los dos inspire y transpire Caribe. Ambos coinciden en el sentido de pertenencia por la costa, más allá del lugar donde estén sentados escribiendo, pues sus narraciones siempre tienen protagonistas de los nuestros. McCausland afirmaba que Gabo manipulaba magistralmente historias de ayer y hoy, resultando una categoría literaria de premio nobel; palabras llenas de admiración que hoy yo le dedico a él, cambiando el Nobel por el Premio de Periodismo Simón Bolívar, galardón que ganó en varias ocasiones.
Tres iconos caribes que partieron de este mundo, que se hicieron inmortales con sus letras (y musica). Ernesto, paradójicamente, primero que los demás y más joven con respecto a ellos, se fue con lápiz y micrófono en mano, Diomedes le había dicho años atrás que no sabia para donde iba y él, con su sentido cazador de historias decidió emprender la expedición, seguramente allá, en el segmento costeño del cielo, está sentado escribiendo.
Diomedes Diaz dejó su canto y su fama a su fanaticada, quienes no cesamos de escuchar sus canciones para sentir su presencia entre nosotros. Como él, tenemos muchos cantantes de vallenato talentosos e iconos culturales, pero el lugar que ocupaba el Cacique en la cultura costeña despertaba un sentimiento que nadie ha podido igualar.
Gabito, hombre importante para la humanidad, puso a Colombia en el mapa de la literatura y nos dejó cien años de soledad para extrañarlo cada día. Apenas vamos por el primero, y el vacío sigue intacto.
La Costa Atlantica, que en el siglo XX parió estos hijos que la amaron y valoraron, ahora sufre la ausencia de las buenas historias. Son tres maestros inigualables e irremplazables, que extrañaremos eternamente. Las letras costeñas están en silencio, tal vez de luto.