El refrán y el dilema


Ningún cura se acuerda cuando fue sacristán, un caso típico de amnesia ideal o selectiva, y lo que es peor, jamás reconocerá los defectos y errores cometidos en esa etapa de principiante. El padre nunca aceptará las travesuras de su época ante sus hijos, ni el jefe la novatada del empleado, por el contrario, asume una actitud aún más ruda para corregir al equivocado, que paradójicamente años atrás fue él mismo.
 
Surge un dilema, ya que cuando se es autoridad en un contexto determinado es necesario hacerla respetar y prevalecer, y admitir que en el pasado dicha persona tuvo un comportamiento así de reprochable es perder la atribución de corregirlo. Por otra parte, es injusto ser implacable con alguien que ha cometido un error igual al que él mismo (quien juzga) cometió en un momento de inexperiencia.
 
Pienso que quien ha vivido una situación tiene la sabiduría para prever las consecuencias, algo de criterio para opinar al respecto y dar consejo. Ahora bien, en la vida no existen fórmulas mágicas ni sugerencias infalibles para resolver situaciones, lo mejor sería vivir la experiencia tal cual sucede, al final, la lección es distinta para cada persona, queda la satisfacción del deber cumplido, dormir realizado y sin frustraciones pensando en el “hubiera” y una vejez llena de experiencias para contar y compartir, porque la sabiduría y la fortaleza la dan los daños y los años. Y así, una nueva generación nace, crece, madura y sigue el ciclo de la amnesia entre curas y sacristanes. 

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