Las partidas de bautismo, las notarías y la registraduría están llenas de secretos a voces que algunos preferirían ocultar. Uno, dos, tres e incluso cuatro palabras, las que nuestros padres hayan escogido por nombre nuestro, pueden llegar a ser una tortura para muchos que no se sienten conformes con el sustantivo asignado, y prefieren identificarse sólo con uno o con su apócope o diminutivo y mantener en reserva el nombre completo.
Cada nombre tiene un significado para nuestros padres: nos llaman igual que un familiar célebre, un ser admirado, en honor al santo del día, del ídolo de turno, del artista de moda, combinan nombres, inventan o repiten el suyo propio por continuar con la dinastía. Yo soy María Fernanda, María por mi abuela materna y Fernanda porque a mi mamá le gustó como acompañante del primero, ambos me gustan y significan respectivamente “elegida y audaz”. Pero, a más de uno no le simpatiza que le haya tenido que heredar precisamente el nombre al abuelo y no un valioso bien.
En tiempos de elecciones, sobretodo, proliferan estas verdades y sale del closet ese sustantivo odiado, porque con cédula en mano no hay verdad que se pueda negar (ni la del nombre ni la de la edad).
En la Costa somos muy dados a sustituir los nombres por algún cariño y posicionarlo de tal manera que todos lo usen y que haya quienes ignoren el nombre real del susodicho (Ver Pronombres y sustantivos costeños http://www.eluniversal.com.co/blogs/lo-que-esta-bienesta-mal/pronombres-y-apodos-costenos); de ahí que cuando se usa el nombre completo de alguien implica una falta grave, como las mamás que reservan el "Amaranta Úrsula" o el "Aureliano Segundo" para el extremo del regaño y más allá del susto que causa el llamado de atención la preocupación es haber puesto en evidencia la identidad, sale la luz el nombre oculto generando bullying por parte de interlocutores e incluso resentimientos extensos en el tiempo.
Como en el juego del "Materirerireró" a veces toca decir "ese nombre no me gusta". Sin embargo los nombres creativos, extraños y largos suelen tener trascendencia y recordación. El primer paso es aceptarlo y usarlo, porque culturalmente se deja a terceros el uso burlón del mismo cuando demostramos que no nos gusta.
Mi abuelo se llamaba Estenio Ramón, su único tocayo conocido es su hijo mayor. Su primer nombre fue idea de su padre y su significado está relacionado con algo de la física y la matemática, el Ramón lo puso su madre por nacer el día de San Ramón Nonato. Eustenio, Astenio, Estonio y cualquier cantidad de disparates usó la gente para llamarlo a lo largo de su vida, porque les resultaba extraño y confuso, y yo, confieso que soy la primera que salta a contarlo como mi testimonio de nombre raro.
Si no te gusta tu nombre, nada que hacer. El registrador no abogó por ti y tus padres no tuvieron en cuenta tu opinión a largo plazo. Lo que sí creo es que los conceptos de belleza son relativos y subjetivos, que la razón por la cual te lo pusieron ha de ser muy valiosa y que puedes aprovechar esa singularidad y sacarle provecho como marca personal.
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