Leyendo abro la mente, escribiendo abro el alma, porque mas allá de empuñar la pluma, es un despliegue de sentidos para plasmar inspiración a los ojos que los quieran ver. Hay demasiadas cosas que admirar (y criticar) en la vida como para callarlas. Benditas sean las figuras literarias, por decorarnos la realidad cuando queremos expresarla. A esta hora decido hacer un alto en el camino para admirar el placer de escribir y cuan valioso es para oxigenar los corazones consumidos por la rutina.
No persigo el Nobel, pero si deseo que el acto de amor de ordenar ideas producto de mi inspiración, escribir y borrar, fecundar la gran tesis, gestar en mi mente el cuerpo y el final de la historia y al final parir párrafos con mis dedos sea reconocido por ojos que miren, memorias que recuerden, corazones que palpiten y lenguas que comenten.
Procuro que mis letras me lleven a donde mis piernas no pueden, pero que mi alma desea llegar.