Lingüística Costeña


Lo que más me gusta de ser costeña es el sabor de las letras, silabas y las palabras que nos comemos pa’ habla’ y hasta pa’ canta’. No engordan y no hacen falta, porque la riqueza de nuestro lenguaje las sustituye o reacomoda y el mensaje siempre es comprendido, y en caso de que Cervantes desde su tumba nos reclamara por maltratar el idioma castellano, Gabito le refutaría con argumentos reales y mágicos, que en la Costa Caribe Colombiana se golpean las consonantes como un “tun tun” de tambores pa’ que ajá.

También me encanta el rediseño gramatical que le marcamos a algunas expresiones, quitándole el acento a una silaba para endosárselo a otra, con una arbitrariedad lingüística que personaliza nuestro sello con tinta indeleble, permaneciendo por los siglos de los siglos en la tradición oral de la descendencia, o en el caso de los costeños que han hecho patria con sus obras poniendo nuestra región en el mapa artístico, adrede o por simple arraigo de su idiosincrasia, utilizan las expresiones propias de nuestra tierra, contagiando de raíces al destinatario mundial.

Y es que, vallenato sin “ay hombe”, “upa”, “guepaje”, es un son desnudo,  o que tal cantar con todas sus letras versos como:  “cuando salga de mi casa y me demore por la calle no te preocupej Anitaaa”, o  “Ron pa’l que quiera, ron pa to’ el mundo”, o “tranquilizáte Juana Ariaj, dejáte de tanta bulla que tú te muerej de rabia y elloj majcándose la cabuya”, o uno de nuestro Bolívar “Una hamaca grande, máj grande que el cerro e’Maco”; el tatuaje lingüístico de la omisión, la cadencia o el golpea’o de nuestras canciones brilla delante de todos los ritmos latinos y pone en evidencia el sabor de nuestra alegría.

El acento costeño son las mariposas amarillas que anuncian nuestra presencia en el mercado cultural, despertando la curiosidad de turistas por venir a visitarnos o incitando inconscientemente a utilizar nuestras expresiones. Si bien es cierto, en contextos formales y laborales debe moderarse la acentuación y la articulación de nuestras palabras, sin embargo, soy una defensora de la perpetuidad del Ajá y de su empleo multicontextual, por ser la palabra más corta pero más completa y la explicación más sencilla pero más contundente.

Son tantas las expresiones que omitimos todos que si las contamos no cabrían en la casa en el aire. Tal vez es porque cada palabra o letra que no se dice viaja por el aire hasta caer por fortuna en la mente o en el papel de los artistas y hacer parte de su inspiración para seguir escribiendo versos, benditos versos, para lectura y deleite de sus interlocutores.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR