Una madre que parió a un hijo, una madre que lo acogió y un hijo que escogió amar a ambas pero destacando siempre su devoción y agradecimiento por aquella que le abrió las puertas de su corazón sin reparo. Así puede definirse el caso del Joe Arroyo con sus ciudades Cartagena y Barranquilla, un ídolo bendecido con dos cunas, a las cuales les cantó y de las dos se benefició, pero aún despues de 5 años de su partida sigue la disputa y los celos absurdos alrededor de ese tema, una cuestión de terceros que en lugar de compartirse los "créditos" de este hijo ilustre de ambas se pican en demostrar su legitimidad.
La vida del artista está llena de matices, cientos y miles de cosas que se ocultan al público y sin embargo siempre demostrando alegría y sabor "porque el show debe continuar". Es de conocimiento general las distintas dificultades que tuvo que superar Álvaro José Arroyo González a lo largo de sus casi 56 años de vida, las cuales no me interesa mencionar ni recordar. Nuestro gran defecto como público es que nos creemos jueces de la vida ajena sólo porque conocemos lo que nos muestran los medios, opinamos de manera descarnada y con nuestra lengua, calificando y replicando comentarios, destruimos muchas veces su integridad. Nuestros pies bailaron y disfrutaron del Joeson, nuestras manos aplaudieron sus logros nacionales e internacionales, nuestros oídos disfrutaron de las melodias, hasta del su popular relinche pero nuestra lengua, más de una vez, señaló al ser humano detrás del artista, entonces el amor de fans dura lo que tarde una ovación y nuestro agradecimiento es efímero, porque estamos tras la pista de la falla y la controversia.
Hoy que no está el Joe, que sus problemas no son noticia, parece que tenemos la concentración para enfocarnos en su legado musical, valoramos su aporte cultural con mayor objetividad, y sentimos que su partida fue prematura. ¿Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde? Probablemente sí, por esa razón sentí que tenia que hacer un llamado a la atención por las ligerezas que como público cometemos y que deberíamos canalizar en la energía positiva y declarar con nuestras palabras sólo cosas buenas. Si con la lengua y la memoria que empleamos para hablar de lo malo nos aprendiéramos al menos una parte de sus canciones, su herencia musical perduraría más allá de nuestra generación, porque lo que se ama y se recuerda nunca muere. Idealizamos tanto a los artistas que somos implacables ante sus fallas. Pensemos en agradecerles por las satisfacciones que nos dan en el quehacer de su trabajo (que es como cualquier otro) y preguntémonos: ¿un simple admirador de mi trabajo tiene derecho a juzgarme?.
"No es preciso decirte de donde vengo, simplemente la vida lo quiso así por eso voy a la ciudad, voy a trabajar, ahí está el placer, lo voy a buscar, echa'o pa'lante y prepara'o, cantando, riendo siempre y así yo sabré olvidar. Yo que nací en cuna pobre oye papá, nunca me ha pasado nada, no tengo nada de flojo, yo cumplo con mis deberes, a pesar que no tengo plata me pelean las mujeres..." Y como una sentencia legítima y profética: "que lo sepa todo el mundo que en Barranquilla se quedó".
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