El Bogotá Fashion Week: que siga la conversación


El Bogotá Fashion Week
Sin duda, un evento vitrina para las marcas colombianas, tanto conocidas como emergentes. Concentrado en Ágora Bogotá, la octava edición del BFW en manos de la plataforma moda de la Cámara de Comercio de Bogotá, continúa con la misión de convertir a la capital en un centro de la moda latino americana, trayendo en esta nueva edición a 27 pasarelas, 45 diseñadores y 140 marcas colombianas. La entrada general era gratuita para el público. Para asistir a las pasarelas ubicadas en el quinto piso se requería invitación, aunque existía una fila para aquellas personas que no contaban con ella. Por otro lado, las pasarelas del segundo piso no exigían invitación; el ingreso era por orden de llegada.

La asistencia fue bastante numerosa. Puedo afirmar que el volumen de personas crece cada año dentro del BFW, lo cual significa que la moda se está consolidando como un tema de conversación. Hace unos años, hablar de moda en Colombia —y más aún, de moda colombiana— era una conversación casi inexistente. Ahora, vemos cómo crece el número de voces que se suman cuando el tema es la moda.

Pero ¿cuál es el discurso y cuáles son las imágenes que se están propagando para establecer diálogos alrededor del fashion? Es una responsabilidad, por parte de quienes lideran estos discursos (diseñadores, periodistas, coordinadores de eventos, “influenciadores”, entre otros), abordar la moda más allá de la superficialidad. El tema moda, corre el riesgo de perpetuarse como una conversación banal y frívola.

Es por eso que se vuelve necesario empaparse más de contexto, historia, y vincular la moda con otros ámbitos sociales y del estudio humano, para salir de este tipo de trivialidades. El BFW intentó abordar estas dimensiones a través de su sección de conversaciones. Por un lado, estos espacios son importantes para conocer quiénes conforman la industria, así como para escuchar voces que comparten conocimiento desde la experiencia. Por otro lado, durante mi asistencia a estos encuentros, noté que algunos asistentes acudían más por el reconocimiento social —medido en seguidores de Instagram— de los panelistas, que por el valor de sus opiniones. Como diseñadora e investigadora de moda, siento el deber de hacer una crítica a los organizadores de dichas conversaciones por la escasa presencia de la academia.

¿A qué me refiero? A los profesores. En Colombia, y específicamente en Bogotá (a propósito del BFW), contamos con universidades públicas y privadas que ofrecen carreras relacionadas con el mundo de la moda. En estas instituciones, profesores instruidos y con experiencia en historia de la moda, negocios, investigación, y creación de conceptos, entre otras áreas, imparten conocimiento de forma rigurosa.

Estos académicos están plenamente capacitados para ser invitados a espacios de conversación, cada vez más concurridos por personas interesadas en la moda como campo de estudio. No se puede desaprovechar ese recurso. La moda, en realidad, es un campo de estudio complejo; un lente desde el cual analizar la identidad humana, las políticas, la cultura, la sociedad y la historia del mundo. Así como está profundamente conectada con múltiples disciplinas de las humanidades, también es necesaria la presencia de profesionales de otros ámbitos académicos en eventos importantes como el BFW. Reitero: necesitamos a los profesores de estas instituciones educativas. Hay que potenciar tanto a la industria de la moda como al cultivo del conocimiento.

Una de las definiciones más estructurales de esta industria es precisamente la de construir algo nuevo de manera permanente, con fines de consumo: capitalismo. Al asistir un evento de moda como lo es el BFW, lo que buscan los espectadores, las marcas y los diseñadores con las colecciones que se presentan en pasarela es algo nuevo. La novedad, la novedad, la novedad. Eterno castigo que arrastra la moda.

No culpo a los diseñadores ni a quienes están detrás de las prendas que se venden; su trabajo debe ser justamente remunerado y sostener las múltiples vidas que intervienen en la creación de un producto final. Sin embargo, la búsqueda de lo nuevo puede convertirse en un arma de doble filo, fácilmente asociada con la insensibilidad.

Ese fue el caso de una de las colecciones presentadas este año en pasarela. El tema tenía como inspiración la migración forzada de personas que atraviesan el peligroso Tapón del Darién. La conversación en torno a esta colección —y en particular su pasarela— se vincula directamente con lo social: la exotización y glamurización de conflictos profundamente delicados, usados como concepto “novedoso” en una propuesta insensible.

Lamentablemente, situaciones como esta no son nuevas, ni serán las últimas. La moda está condenada a perseguir lo nuevo. Pasó de ser una necesidad para cubrir el cuerpo desnudo, a convertirse en política, identidad social, y finalmente, en fuente de capital. ¿Será que lo nuevo aún es posible?

Me encantaría seguir desarrollando esta pregunta, pero eso requiere un espacio aparte. Para este texto, solo diré que lo nuevo dejó de existir al terminar la década de los setenta. Desde entonces, todo es “inspiración”, aunque prefiero usar el término “referencia”.

Al BFW no le hace falta necesariamente algo nuevo; le hace falta referencia. Pero aún más —y por el bien del fashion— le hace falta vulgaridad. No me refiero a la vulgaridad literal, esa que genera miedo, sobre todo en los pueblos latinoamericanos. Me refiero a lo que expresó la diseñadora Mary Quant (1930–2023):

“Adoro la vulgaridad. El buen gusto es muerte, la vulgaridad es vida…
La gente llama vulgares a las cosas que les parecen nuevas.
Cuando ya son conocidas, cuando se han vuelto viejas, les parecen de buen gusto. Por eso adoro la vulgaridad y odio el buen gusto.”

En fin, en Colombia aún hay mucho trabajo por hacer en torno al fashion. Vitrinas como esta representan un avance significativo en la conversación, siempre y cuando integren a la academia y al estudio riguroso de la moda, para así superar la superficialidad que suele rodearla. Es necesario visibilizar la moda como un tema pertinente, complejo y digno de reflexión crítica.

¡Que siga la conversación!


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