El deseo en la moda: explicado desde una langosta.



En la entrada anterior nos adentramos al surrealismo y estuvimos un poco en el mundo de Schiaparelli, Salvador Dalí y sus trabajos en colaboración. El camino terminó con el objeto y el símbolo de la langosta. Desde 1934, Dalí comenzó a incorporar langostas en su obra, incluyendo su pieza de medios mixtos “Teléfono Langosta” en 1936. Para el pintor, la langosta representaba los órganos sexuales femeninos y a su vez un instrumento de castración. Es la aparente personificación de una neurosis sexual freudiana. En torno a este concepto relacionado con la langosta, podríamos decir que el arte disfruta de su capacidad de expresión sexual, mientras que la industria de la moda la explota como un objeto de lujo (así como lo pudimos evidenciar en el “Lobster Dress” de Salvador Dalí y Elsa Schiaparelli) Asociado con la dominación masculina y la castración, éste símbolo ha mantenido su relevancia a lo largo del tiempo.

 

FETICHISMO

El objeto surrealista — como la langosta— es, en esencia, un objeto ordinario sobre el cual se proyecta un deseo, lo que lo convierte en algo que provoca mirar, mirar y no poder dejar de observar. La definición de un objeto no radica en su forma ni en su función cotidiana, sino en el significado que la psicología humana le atribuye. El objeto surrealista está relacionado con el concepto de “fetiche” de Freud, quien amplió este concepto al vincularlo con el “complejo de castración”, unida al miedo inconsciente hacia los genitales de la madre. 
 

Para Freud, la angustia de la castración surge cuando el niño descubre que los genitales femeninos carecen del órgano al que él ha otorgado tanto valor durante toda su vida, esencial para su autoimagen. Esto da lugar a una vivencia de angustia y a una insatisfacción hacia la figura femenina, comenzando por su propia madre. Sin embargo, al mismo tiempo, genera un deseo de poseer aquello que falta. Este deseo, primero dirigido hacia la madre, se redirige hacia otros objetos o personas al comprender que el objeto primordial —la madre, o quien ocupe su lugar— es imposible de poseer. A partir de esta renuncia, el sujeto se abre al mundo y comienza la búsqueda de una nueva pareja: aquí nace el deseo, la fantasía. 

El cuerpo femenino actúa como interlocutor; crea la fantasía masculina del goce femenino articulando símbolos que permiten hacer la sexualidad femenina más accesible y comprensible desde el deseo masculino. 
 

Que mejor relación que el cuerpo femenino y la superficie que lo viste para la comunicación del deseo y la fantasía. La conexión entre el vestido y el deseo es lo que el diseñador John Galliano sugiere. Se trata de cómo la experiencia y sexualidad de cada persona pueden influir en su subjetividad. La moda es una forma cultural y un lenguaje sobre la superficie del cuerpo, y es capaz de descomponer el deseo en múltiples posibilidades. Galliano responde a la pregunta freudiana: “¿Qué quiere una mujer?”. 

La comunicación del deseo y la fantasía no reside únicamente en los objetos, sino en toda la puesta en escena: el desfile, la organización, la composición, el escenario y la escenografía. La fantasía se mantiene en diálogo constante con el psicoanálisis, discutiendo sobre sexualidad, inconsciente, subjetividad y la relación del niño con el complejo de castración y la diferencia sexual.

La realización del deseo es, en última instancia, imposible. Alcanzarlo no es más que una satisfacción alucinatoria del mismo, y eso es precisamente lo que Galliano también hace en sus colecciones y desfiles: presenta el deseo como algo casi alcanzable. Está frente a los ojos del espectador, pero es más fácil soñarlo que poseerlo. Por eso, las presentaciones de Galliano se consideran una fantasía.

A causa de esta imposibilidad, Freud señala la diferencia en la experiencia del deseo entre la neurosis y la psicosis. La neurosis es producto de impulsos sexuales reprimidos y se expresa mediante síntomas que reflejan las distintas formas de defensa frente al goce: histeria, fobia u obsesión. El neurótico está configurado para gozar de forma parcial. En cambio, la psicosis se origina por un un conflicto entre el yo y el mundo exterior. El psicótico siente que es poseído por el lenguaje y atribuye sus pensamientos a un agente externo, construyendo su delirio y alucinación basado en la certeza de que todo está dirigido hacia él.

John Galliano dirige todo lo anterior hacia su público, y por eso sus prendas son tan deseadas: lo pone todo en bandeja de plata, y su audiencia cree que todo está hecho para satisfacer sus deseos. ¿Entonces, podríamos concluir que todos los espectadores de Galliano son psicóticos?


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