Los Elegidos. Capítulo Decimoctavo.


Amanecía. Las primeras luces del día iluminaban los tejados del monasterio. La temperatura era ya muy agradable. Una leve humedad se respiraba en el ambiente. Quirón, recién despertado, aun algo asustado por la conversación de la noche anterior, caminaba por la explanada central del monasterio. Estaba desierta. No había un alma. Ni una. Bueno, una sí. Prometeo con las piernas cruzadas, Prometeo sentado en el suelo de adoquines con la mirada perdida en las nubes.

 

- ¿Tú es que nunca duermes?

 

Quirón se colocó junto a su amigo. Miró en la misma dirección en que lo hacía él. Trató de descubrir qué era aquello tan interesante que contemplaba obnubilado.

 

-Por cierto, ¿dónde están todos?

 

Prometeo contestó sin dejar de admirar el cielo.

 

-En la playa.

 

-En la playa, ya. -Quirón se aburrió de buscar lo que fuese en el vacío- ¿Y qué hacen en la playa, si es que puede saberse?

 

Prometeo giró el rostro. Sus caras quedaron muy, muy juntas. Quirón hizo un amago de retroceder.

 

-Fútbol.

 

- ¿Fútbol?

 

-Fútbol.

 

Prometeo se ratificó. Quirón no entendía nada.

 

- ¿Y qué hacen jugando al fútbol en la playa?

 

-Diana se los llevó.

 

El rostro de Quirón palideció.

 

- ¿Diana? ¿No..., no está durmiendo en vuestra habitación?

 

-No. Esta mañana se despertó temprano. Sacó a todo el mundo de la cama y les reunió aquí mismo, junto a mí - ¿Esta mañana? Pero si acaba de amanecer. ¿Y junto a mí? ¿Ya estaba sentado aquí entonces? Las preguntas se amontonaban en la mente de Quirón- Les gritó un rato y luego se los llevó. Creo que opina que en los días que hemos estado fuera has aprovechado para afeminar a sus guerreros y parece ser que quiere volver a entrenarles a su manera.

 

Quirón estaba ya demasiado nervioso.

 

- ¿A su manera?¿Y a todos? ¿También se llevó a mis magos?

 

Prometeo asintió indiferente a las preocupaciones de Quirón.

 

-Sí, dijo que a ellos también les vendría bien un poco de ejercicio.

 

Quirón ya no pudo contenerse.

 

-Pero..., pero..., ¡pero esa mujer está loca! ¡Me los matará! ¡Si hace que jueguen mis magos con sus guerreros de la manera en que ella entiende el deporte los destrozará! ¿Y tú le has dejado hacerlo?

 

Quirón se cogió los faldones de la toga y salió corriendo en dirección a la playa. Había un buen trecho. Prometeo siguió mirando las nubes indiferente a todo.

 

-A mí me pareció que sería divertido.

 

.......       .......       .......       .......       .......       .......       .......      

 

La playa más cercana al monasterio estaba a varios kilómetros de distancia. Pero el viaje merecía la pena. Nada más se cruzaba la carretera rural que la precedía, se entraba en un bosque de dunas blancas salpicado con palmeras y flores y, tras caminar un ratito duna arriba duna abajo, se llegaba a la playa. Una interminable alfombra de arena dorada. Una llanura a la que no se le encontraba el final ya se mirase a derecha o a izquierda. El mar transparente. El agua tibia. La brisa calmada. Y en el cielo apenas unas pocas nubes despistadas. El paraíso.

 

Un grupo de unos cincuenta jóvenes escuchaba las instrucciones que una muchacha de larga trenza les daba sirviéndose de toda clase de gestos y expresiones altisonantes.  Ella de pie. Ellos sentados. Los magos con las piernas cruzadas. Los guerreros de cualquier manera imaginable. Unos con sus togas negras. Los otros con sus túnicas blancas. La muchacha se había puesto unos pantaloncitos cortos y una camiseta de color amarillo y verde con un enorme diez a la espalda. La llevaba por fuera de los pantaloncitos. Sólo ella estaba descalza. Quirón apareció a la carrera entre las dunas. Gritaba como loco. Intentaba no tropezar y caerse.

 

- ¡Diana! ¡Diana! ¡No me los mates! ¡No lo hagas!

 

Diana levantó la vista al cielo.

 

- ¡Vaya! Ya llegó la madre superiora.

 

Entre jadeos, el maestro de los magos llegó junto a la capitana de los guerreros.

 

-No..., uf..., buf..., no obligues a mis magos a jugar con tus guerreros. No están acostumbrados a vuestra brutalidad.

 

Diana arqueó las cejas cruzándose de brazos.

 

- ¿Brutalidad? Bueno, por lo menos no son unas nenazas como tus brujitas.

 

Quirón se recomponía poco a poco.

 

- ¿Nenazas? ¡¿Nenazas?! ¡Mis magos no tienen por qué saber luchar! Ellos son médicos, astrólogos, filósofos... ¡Sois vosotros los que sois unos salvajes!

 

Diana se ratificó.

 

-Nenazas.

 

Quirón se puso rojo como un tomate. Respondió recreándose en cada sílaba.

 

-Lamentablemente, Diana, no todos podemos ser tan varoniles como tú. De hecho, nadie es tan varonil como tú. -la última palabra se la escupió- ¡Tío!

 

Ahora fue Diana la que enrojeció bruscamente.

 

- ¿Tío? ¡Eso sí que no te lo paso, hechicera del tres al cuarto! ¡No soy un tío! ¡No lo soy de ninguna de las maneras! ¿Verdad que no? ¡Díselo tú, Prometeo! ¡Tú lo sabes mejor que nadie!

 

Todos miraron a Prometeo de pie junto a Quirón. El mago, al ver al Alto Maestre a su lado, gritó y cayó al suelo. ¿Cómo lo ha hecho para venir tan rápido y pegarse a mí sin que me diera cuenta? Los más pequeños se preguntaban unos a otros por qué él lo sabía mejor que nadie. Ajax decía saberlo, pero no quería explicárselo a nadie, se iba por la tangente, se hacía el interesante. Prometeo tardó un buen rato en contestar. Lo hizo poniéndole la mano en el hombro a Quirón.

 

-Sí, es cierto. No es un tío.

 

Diana sonrió satisfecha. Miró a los presentes buscando la aprobación general. Se agachó y le espetó a Quirón un sonoro `` ¡Ajá!´´

 

- ¡Me da igual! ¡Me da igual! ¡Ningún mago hará una actividad física peligrosa mientras yo les dirija!

 

Quirón no cedía.

 

-Bueno, eso tiene fácil solución.

 

Diana puso cara de mala. Crujió los huesos de las manos. Quirón se levantó y la amenazó con su báculo.

 

- ¡Venga! ¡Venga, valiente! ¡Aun te irás calentita a casa!

 

Diana le cogió de las solapas. Se puso de puntillas para llegarle a la cara.

 

- ¿Sí? ¿Y cuántos como tú lo van a intentar?

 

- ¡Yo solo me basto y me sobro contra un marimacho como tú!

 

- ¡¿Marimacho?! ¡Hoy alguien se va a comer su bastoncito!

 

-¡¡Tiarrón!!

 

-¡¡Nenaza!!

 

Prometeo parecía divertirse con la acalorada discusión. Los magos y los guerreros asistían a ella sin prestar mucha atención. Eran ya tantas... Al fin, el Alto Maestre intervino.

 

- ¡Bueno, bueno! ¡Parad ya los dos! ¡¡Diana no le agarres de ahí!!

 

Consiguió separarlos. Quirón tardó un rato en recuperar su tono original de voz.

 

-Escuchadme. Estoy de acuerdo en que sería interesante jugar un partido de fútbol. -Diana le dio un par de golpecitos con el codo a Quirón- Pero lo haremos según unas reglas. -Quirón se los devolvió- Los magos tendréis prohibido usar vuestros conjuros y los guerreros no podréis golpear al adversario. Seréis once contra once y Quirón y Diana serán los capitanes de sus respectivos equipos.

 

Quirón puso cara de espanto.

 

- ¿Qué? ¿Yo? ¡¿Estarás de broma?!

 

Diana abrió la boca dispuesta a reírse. Prometeo continuó.

 

-Pero, para compensar el que los magos no tengan habilidades físicas especiales, se les dejará usar los báculos como palos.

 

La muchacha no tuvo tiempo de emitir una sola carcajada.

 

- ¡Eso no es justo!

 

Prometeo continuó.

 

-Y yo seré el árbitro.

 

Los dos capitanes dijeron al tiempo.

 

`` ¡Pero si tú no tienes ni idea de las reglas! ´´

 

- ¿Lo veis? Ya estáis de acuerdo en algo. Vamos mejorando.

 

Y se fue caminando hacia los chicos. Diana y Quirón se miraron en silencio. Dibujaron el campo haciendo surcos en la arena. Con ramas secas y unas redes que habían traído montaron las porterías. Le pelota era nueva. Regalo de Prometeo a Diana por su último cumpleaños. Se ordenaron. Once magos a un lado y once guerreros al otro. Quirón se puso de portero. Diana era delantero centro.

 

- ¿Cara o cruz?

 

Preguntó Prometeo a Quirón.

 

-Fíjate lo que me importa.

 

- ¡Ya está! ¡Ya está! Le quita importancia al partido para asumir mejor la derrota. ¡Cómo me queman los tipos como tú! -Diana daba por hecha la victoria.

 

Quirón gritó.

 

- ¡Cara!

 

Y salió cara. Sacaron los magos. Los dos delanteros se colocaron junto al balón. Diana les contemplaba con autosuficiencia. Le hacía gracia como se recogían los faldones y agarraban sus báculos como si fuesen palos de golf. ¡Pum! Un golpe seco y la bola se levantó un metro del suelo. ¡Pam! Otro más y salió despedida hacia la portería de los guerreros. ``¡¡GOOOL!!´´ Las gradas estallaron. La hinchada de los magos celebró el primer tanto por todo lo alto. Diana congelada. Miraba al portero como si acabasen de clavarle un puñal por la espalda.

 

-Vale, lo han conseguido. Ahora sí que estoy cabreado.

 

Uno de los guerreros se acercó a ella.

 

-Querrás decir cabreada, capitana.

 

Diana le respondió iracundo, ¡perdón!, iracunda.

 

- ¡Quiero decir lo que me da la gana! -se fue a por el portero- ¡A ver, tú! ¡Eres una deshonra para tu equipo! ¡Al banquillo!

 

Y sacó a otro. El partido continuó. Dos-cero, tres-cero, cuatro-cero... Al final los magos no eran tan malos como parecían.

 

-Esto se acaba cuando se llega al seis-cero, ¿no? -preguntó Quirón a uno de sus defensas.

 

-No, maestro. Eso es en el tenis.

 

- ¡Ah, el tenis! Ya, claro. Esto es fútbol. Es que, como no sabemos jugar, pues hasta el nombre se me olvida de vez en cuando.

 

Diana echaba espuma por la boca. Y, de pronto, una patada. Un guerrero hizo una entrada salvaje a un mago. El chico gritaba tirado sobre la arena.

 

- ¡Eso es roja, árbitro! ¡Roja!

 

Quirón exigía. Diana se mostraba incrédula.

 

- ¡Pero si casi no le ha tocado! ¡El fútbol es un juego de hombres!

 

- ¿Entonces qué haces tú aquí?

 

Volvieron a encararse. Las asistencias, dos magos-médico, dieron el diagnóstico.

 

-Fractura doble. Tibia y peroné.

 

Prometeo sacó la roja y expulsó al guerrero. Diana levantó los brazos y se fue protestando. Los magos-médico le impusieron las manos a su compañero y en un par de minutos el chico volvía a jugar tan tranquilo. En la siguiente jugada Diana cogió el balón, avanzó esquivando defensas, pasó la bola a un compañero, éste se la devolvió y la capitana remató con una espectacular chilena... ``¡¡GOOOL!!´´ ...en claro fuera de juego. El público discutía. Los jugadores se enfrentaban. Todos rodeaban al árbitro. El árbitro dudaba. El árbitro cometió la imprudencia de mirar a la capitana de los guerreros. Y lo que vio fue la clásica expresión de... `` ¿a que no adivinas quién va a dormir en el suelo esta noche? ´´

 

-Gol válido.

 

Quirón explotó. Como un petardo.

 

- ¡¿Cómo que válido?! ¡¿Cómo que válido?! ¡El árbitro está comprado!

 

"¡Prriiit!"

 

- Pero ¿qué prit, ni qué prit? ¡Si no tienes silbato!

 

Quirón tenía razón. Prometeo hizo el ruido con la boca. Pero daba igual. La decisión ya estaba tomada.

 

-Decir que estoy comprado es insultar al árbitro. ¡Expulsado!

 

- ¡Pues claro que estás comprado! ¡Pero si te acuestas con el capitán del otro equipo!

 

-Eso no tiene importancia.

 

- ¡¿Cómo que no tiene importancia?!

 

Esta vez fue Diana la que gritó.

 

- ¡Quiero decir..., quiero decir...! ¡Que no tiene nada que ver con el partido!

 

Quirón salió del campo diciendo de todo. Nada bueno. El partido continuó. Cuatro-uno, cuatro-dos, cuatro-tres... ¡Sólo quedaba tiempo para una jugada más!

 

- ¡Corre capitana!

 

Diana volvió a hacerse con el esférico. Subió la banda. Se cansó de hacerles bicicletas a los torpes defensas magos. Se la colocó... El silencio. Los hinchas sudando en sus localidades. El estruendo de los corazones acelerados... chutó... La emoción. La pasión. El fútbol en estado puro. Las gradas derritiéndose ante las genialidades de los astros del balón... y... ``¡¡GOOOL!!´´ ¡Empate!

 

"¡Prriiit!"

 

¡Fin del partido! ¡El estadio reventó! ¡Los guerreros hicieron la ola! ¡Y Diana celebró el último tanto levantándose la camiseta por encima de la cabeza! No llevaba ropa interior. Los magos abrieron la boca. Los niños comenzaron a aplaudir. Los guerreros ya estaban acostumbrados. Quirón le preguntó a Prometeo.

 

- ¿No ha vuelto de Alemania un poco más delgada?

 

Prometeo se sentó en la arena. Miró el cielo. Volvió a perderse en el vacío.

 

- ¿Tú crees?


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR