Señor Presidente, sin lugar a dudas puedo entender la situación de alta complejidad por la que pasa actualmente. Puesto que he vivido el infortunio, o peor aun, la complicidad por mi coparticipación, al cerrar los ojos y darle la espalda al SUR HUMANO; basta con recordar lo que viví durante la Peste Rusa, la Gripe Española y la pandemia del Cólera. Coincidencia, o no, proveniente, la última en mención, del continente asiático. Sin embargo, al margen, de la remembranza de nuestras cegueras parciales, que han dado lugar en nuestros gobiernos, le escribo para advertirle que me preocupan sendos temas de su administración.
Es inquietante ver que, en materia económica, la República que usted dirige, presenta expectativas económicas poco alentadoras. Me informan sus amigos, garantes de la política monetaria, cambiaria y crediticia que, en cuanto al crecimiento económico, se espera que sea del -3,5%, para el año en curso, y del 3,0%, para el año entrante, a todas luces una mínima recuperación; si pasamos a la tasa de inflación, la cosas no mejoran, la perspectiva es del 3,8%, y el promedio de 3,6%; siguiendo con el desempleo, la constante es la misma, es del 12,6%, una cifra de dos dígitos, superior en un 2,9%, con respecto al 9,5%, con que cerró el año pasado, este indicador; finalmente, con un índice de exportaciones del -8,7%, y una confianza del consumidor del -19,30%, el panorama económico no es claro, es nefasto.
En cuanto al tema de la salud; las medidas de confinamiento, por ejemplo, que usted ha venido prolongando, dejan ver la postergación a una muerte anunciada. Comprendo lo hecho para subsanar, de alguna manera, el problema de capacidad instalada y la falta de ejecución de recursos asignados a la salud, hoy en arcas desconocidas. Créame que lo entiendo, pues la corrupción, la burocracia, y el clientelismo, entre otros, con los que se apoya más la mediocridad, que el mérito, lo han llevado a tomar esas decisiones; pero recuerde: el Estado no aguanta más, el pueblo necesita comer.
Presidente no lo culpo, este es el resultado de administraciones, anteriores a las suya, que han sido malas, y de unos electores que no estudian historia. Ante grandes problemas, grandes soluciones. Soluciones que deben venir de la grandeza de sus gobernantes. No quiero pensar mal, pero le pregunto: ¿se le perdió el timón con el cual se puede maniobrar el Estado, o se perdió, usted, en las maravillosas características organolépticas de un Brandy de Jerez, albergado por una copa de balón, de embocadura levemente cerrada, cáliz holgado y vástago corto, abrazado por las manos robustas del poder? Espero que no sea así, recuerde: se debe administrar, y no cohonestar con salvavidas, que salvan a todos, menos a los que verdaderamente lo necesitan.
Usted está en toda la capacidad de lograrlo. Recuerde lo que significa ser un hombre de Estado, y no de cualquiera, le hablo de un Estado social de Derecho, en el que su servicio lo obliga con todos sus conciudadanos, y no con unos pocos.
Con carácter confesional, me despido, invitándolo evocar a quienes lo eligieron. No quisiera que quienes en otrora colonizamos, hoy criollos y mestizos, lo intentasen sacar como pretendieron con nosotros. Compréndame, no lo quiero dejar errar a sabiendas, y ser penado como traidor, eso me lo repetía mucho uno de mis antecesores Alfonso X el Sabio.