¡EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ES BACHILLER, NO UNIVERSITARIO!


Comprender la condición humana y la forma de relacionarse es, sin duda alguna, un reto más complejo, inclusive, que establecer el mecanismo para poder volver a la luna después de 54 años – está visto que dinero y tecnología, no han sido suficientes-. Sin embargo, el camino para acceder a este laberinto, está dado por la capacidad de hablar; elemento que nos distingue como humanidad.

Esa capacidad, hecha paisaje, en la cotidianidad, guarda múltiples misterios y secretos, pues ésta, permite distinguir entre lo correcto e incorrecto, lo real y lo imaginario, lo concreto y lo etéreo. De hecho, como seres humanos, hemos creído tener la exclusiva capacidad de hablar-pensar, seguramente, por la sensibilidad con la que hemos establecido la utilidad de los pensamientos de quienes se aman y el frenesí de los poetas, que borrachos de éxtasis y deseo, se convierten en profetas de una romería de insatisfechos, infelices; de los mutilados mentales, de los bandidos disfrazados, de los indecentes, de esos que tienen todo, menos criterio.

El olvido es imposible de evitar, pues lo que, en principio se amaba, sin previo aviso, se convierte en rencor, en odio. Esto no es nuevo, se puede regresar al pasado y recordar a los griegos, quienes, fundamentalmente con Aristóteles, hacían una distinción entre dejarse llevar por lo que transmiten los cuentos y la indignación científica; sin embargo, la realidad de Colombia, esta casa esquinera, ubicada en medio de dos avenidas oceánicas, es otra. 

Ver, leer y entender a Colombia y sus habitantes, en la actualidad, invita a experimentar un sin sabor perpetuo. Es habitual generar lágrimas en aquellos que nos han regalado sus mejores sonrisas, en eso pienso cuando reflexiono por aquellos que necesitaban un cambio y que votaron por él. Hoy no es extraño encontrar que el apoderado de la Colombia humana, por ejemplo, aduzca una declaratoria como víctimas, en el proceso penal, de los bandidos: Daysuris Vásquez y Nicolás Petro, por haber recibido dineros ilícitos para la campaña presidencial, como tampoco es raro encontrar que la gerente de RTVC, intervenga para impulsar marchas contra la Corte Suprema de Justicia, en la búsqueda de nombrar a un nuevo Fiscal General de la Nación o que FECODE haya financiado parte de la campaña política del Presidente actual. No es insólito escuchar, con tono arrabalero, al ministro de salud proponiendo una nueva reforma a la salud e invitando a que los empresarios la paguen. No es sorprendente, ver pagos por más de diez mil millones de pesos para remodelar la Casa de Nariño y la casa de huéspedes ilustres de Cartagena – en época de austeridad-, o encontrar nóminas paralelas e injustificadas, por más de mil millones de pesos, para la comitiva de la primera dama, que más allá de participar en actos sociales y organizar eventos benéficos – naturaleza de su figura-, financia, enmascarada en la contribución al fortalecimiento de la imagen del país, en palabras de su marido, algo que, en realidad, es propio de PROCOLOMBIA, su precandidatura presidencial. Para infortunio de los colombianos, tendremos que seguir aguantando una figura de corte esnobista, como la mayor cantidad de cosas de los colombianos, en el ánimo de perpetuar una figura sin sustento y función constitucionales. Mala hora en la que López Michlesen, se le ocurrió copiar costumbres estadounidenses.

Ya no es asombroso leer que el Ejército Nacional sea obligado a liberar traficantes de pasta de base de coca, por presión de la comunidad, pues como resultado de su ejercicio constitucional, les secuestraron a cuatro compañeros de pelotón y no tuvieron más remedio que liberar a los delincuentes, para garantizar la vida de los suyos. El listado, lamentablemente, no termina ahí. En nuestra Colombia mágica. El primer mandatario, después de dieciocho meses en el poder, se dio cuenta que Quibdó no tiene acueducto y se asombra con la incapacidad de su mismo gobierno, donde la mayor virtud de sus ministros es mover un abanico para refrescar los calores generados por una vergüenza que se escuda en aplausos y consideraciones de adeptos que justifican sus falencias.

Aunque la calificación crediticia del País, se mantuvo en BB+, su perspectiva económica, de acuerdo a la calificadora de riesgo Standard & Poor's, pasó de estable a negativa, dando por resultado un desalentador panorama, en materia de inversión extranjera. Mientras eso sucede, el gobierno central resuelve emitir más de quinientos mil ejemplares de su pasquín adulador, curiosamente, denominado “vida”. La deuda externa, hoy, llega a representar el 55,1% del PIB. El Canciller y el Presidente, desacatan la decisión de la Procuraduría por su intransigencia e irresponsabilidad en el proceso de licitación de los pasaportes colombianos, los exportadores pierden más cincuenta mil millones diarios, como resultado de la intermitencia en la plataforma SYGA de la DIAN y la oficina del Alto Comisionado para la Paz, aumenta su planta de trece a ciento cuarenta y nueve funcionarios. Es posible seguir escribiendo decenas de hojas con la cantidad de errores, desaciertos, improvisaciones, inclusive, vaticinar escenarios catastróficos, pero, a veces, como en el amor, las palabras son insuficientes, cuando lo que se pretende expresar desborda el alma.

Colombia y su población no duelen. Cuando uno es consciente de la tolerancia de los oprimidos, que determina el límite de sus tiranos, toda esperanza fallece. La nuestra, es una sociedad pusilánime, hipócrita y sin carácter, que encuentra méritos en la cultura chismosa de las fámulas. Estamos llenos de meretrices al servicio del mejor postor, con el único propósito de demostrar autoridad o poder desde la imposición. Este es un país escandaloso, basta con revisar las fuentes de consulta del Presidente de la República: la aplicación “X” y sus respuestas paranoicas con las que busca respaldar su falta de experticia y timón para dirigir la Nación. 

El Presidente es bachiller, no cabe duda, asumió el primer puesto de la Nación creyendo que era el personero de su colegio. Sus propuestas imposibles de cumplir, justifican sus acciones gobernando con espejo retrovisor. Da la impresión que su mayor apuesta, como progresista del siglo XXI, es la de garantizar el reparto equitativo de la miseria. Borges, con maestría, aducía que la duda es uno de los nombres de la inteligencia; sin embargo, de eso carece el País, fundamentalmente, quienes lo viven y es que mientras HRW, le pide al Presidente romper su silencio sobre las inhabilidades a los opositores de Venezuela, algunos colombianos le manifiesta una necesidad imperativa de pronunciarse con respecto al método con el que Maduro pretende perpetuar su dictadura: “Por la buenos o por las malas” y el Banco Mundial reduce el pronóstico de crecimiento de Colombia, la mayoría del pueblo calla, dando espacio a que el mandatario se ocupe del lenguaje inclusivo, de atender los caprichos de la sociedad de cristal y polvo estelar; la misma que, sólo habla de sentirse cómoda, de soltar todo aquello que implique esfuerzo, de no luchar porque la ansiedad los carcome; esa sociedad que, nos deja ver con desmedido espanto, como gente tan ignorante tiene tanta influencia. 

El Presidente bachiller, como esta sociedad, viven de sueños, ilusiones, como estudiante que aspira entrar a una universidad o construir una piscina y, desde allí, cambiar el mundo. Nos obligan e intentan convencer, desconociendo que esa pretensión, no es otra cosa que la voluntad de colonizar al otro. Todos se creen mariposas, bajo la ilusión de vivir eternamente, desconociendo que su vuelo durará un solo día. Viven inmersos en una cultura de la inmediatez y de la necesidad de reconocimiento, sin mérito alguno. Se vive en una constante angustia de ser desplazado por el otro. No hay duda, se vive como extranjeros de la vida, pues no hay en que creer

Esperanza. Luna, tú que todo lo ves danos esperanza, es lo único sensato para estos casos. Con seguridad, eso se da como resultado de amar, inclusive, cuando no se debe hacer, pero camino alterno no hay. La vida es la que es y nuestra realidad lo único cierto. Es tan difícil vivir la Colombia actual, tanto como pretender que unos ojos no se cierren, que un abrazo perdure en la eternidad y que un amor sea eterno.

Obligar al olvido del pensamiento, hace de la vida más fácil. Caer en un profundo sueño, donde se busca y anhela aquello que constituyó lo más preciado, pues la inmensa presencia de la realidad abruma en cantidades indecibles, es la alternativa. Queda claro que la vida solo busca una versión de los hechos y que la manera de hacerle frente radica en respetar, exclusivamente, el derecho a expresar una opinión; sin embargo, ante tanta opinión blasfema, estúpida e injusta, la respetabilidad que uno le dé a ellas dependerá del contenido de las mismas y, evidentemente, las de este País y gobierno, no las respeto. He de esperar a que sean universitarios, para poder hacerlo o que los girasoles viren al sol de otras galaxias.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR