Camilo eres impuro


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Hubiera preferido una obra más discreta, menos genial (ojalá no te tome mucho tiempo en volver). Todo lo que se, todo lo que pienso y deseo, Camilo, lo has reducido en Eterno Presente, un repleto de ciento once pinturas - sentencias ovales y símbolos- que se quedan puras, sin necesidad de afilados rastreos. A pesar de mis ironías, estrellaste mi límite en lo último de mis extravagancias (o contradicciones), preñaste mi corazón. Sin embargo, me saturó de asombro tu esclavitud a lo físico y terrenal (amas la pelvis que anida la vida, que forma la carne), y me resulta intolerante cómo, por mil noches y mil días, trabajaste con tu mente poblada de racionalismo.
A primera vista, suspiré los “círculos suspendidos” que me ardieron y me parecieron un deleite imposible de leer, una euforia dionisíaca, sin encontrar la menor gracia en imaginar cualquier narración o en hacer algún viaje emocional (miles de posibilidades), pero, alterado en lo contrario, por valoraciones encerradas en especulaciones, porque todo se hace en pos de un rendimiento, dicen “que llevan dentro de sí memorias de la historia, el tiempo y la vida”, e incluso una disponibilidad binaria (purificada de los inconvenientes de la subjetividad). Escandalosas anticipaciones hipotéticas porque la simplicidad misma es lo que quiero de ti, talentoso artista, querido amigo. Si no explicaras el sentido de la obra en el “espacio” de su significado tendría, todavía, mucho que decir.
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Por llevarme a una expresión más alta escudriño insensatez, imprudencia y abyección en tu instalación plástica Camilo. Propiciarme con tu arte el máximo vértigo busco (en un buen sentido), sin esperar solución alguna. Tú...tinta, acrílico, óleo, texturas, tonos iridiscentes, sin consensos, sin inscripciones en el actuar consciente (no obstinado de estarlo), tú...con todos tus esfuerzos para atravesarnos, por recorrernos la venas...no para sucumbir en la locura (no de pasar de cosa en cosa en un desierto de razón), sino para acceder a una contingencia (ni necesario, ni imposible). Te metes en nuestros sueños, en nuestras pasiones, en las angustias, en circuitos inciertos y oscuros de nuestras almas, donde cada uno debe enfrentarse a sus demonios y dioses -también usas el espejo tácito- de la manera que haces creer que somos capaces de absorberlos y neutralizarlos por encima de la órbita de los cielos, pero no quiero tener de ellos la protección de la retórica para un dulce presagio.
La astrología, la religión, la magia, la quiromancia, el esoterismo y la razón no consiguen sostener tu obra. Se permiten equilibrar tus símbolos (esos que te conceden el contrapeso y, con la historia que constituyen, un destino radicado) para acercarnos a las analogías de “tu creación” . De ellos te nutres y, con el Tarot (confieso que invocación y temor para afrontar los inciertos me oprime), particularmente, pides nuestra veneración para complacerte en la sombra de esa ética, ética encerrada en el cálculo de los valores de los arcanos (por la idea que todo está en sus manos... o de lo divino...un desorden entre el cual cada individuo se debate). No apagues con ellos el pensar hacia lo alto. No te dejes ni me dejes perseguir por la explicación. Permítenos con la inocencia de nuestra mirada plagar el recorrido (sencillo vida-muerte). Concédenos hacerlo exitoso, a la medida o perdido; así de simple, así tu Eterno Presente tendrá más que contarnos.
Justine, dic. 2013

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