El hombre de la victoria


Sueño con vivir en Colombia en una presidencia de Oscar Iván Zuluaga. Como muchos -poseída por escepticismo- repito que ya no son tiempos  de no acabados, de fragilidades, de insatisfacciones y del presentimiento de tener siempre la carencia de algo en el poder Ejecutivo. Mi modesto candidato, un sabio de la Hacienda Pública, intentará ocuparse muy particularmente de eso. Me tomaré la libertada de imaginar que es él quien sabe qué puede y no puede lograr, con rigurosa consciencia, para que no esperemos lo que en estos últimos 4 años, con paciente espera, no nos ha llegado. El presente nos sigue futuro, nunca realizado.

La inseguridad nos tortura, equidad no poseemos y el silencio nos recubre. Salir de este tiempo,  negarnos a seguir recorriendo el camino  (menos hasta el final de otro período) sin esperar solución alguna, y no pretender que Santos u otro (entre quienes vendrían de sus amigos) pueda  hacer algo bueno para algo o para alguien, está cruzando la mente de suficientes. Además, será difícil triunfar sobre el pensamiento luminoso de Oscar Iván.

Sus experiencias pasadas (lean su currículo) o las actuales, sus signos, sus heridas, los sueños, las angustias y las esperanzas que nutren su vida, se perciben en su discurso. Recientemente, asistí a un conversatorio del candidato del Centro Democrático con empresarios antioqueños,  invitada por el ex candidato a la Cámara de Representantes, Fabio Aristizábal Ángel, quien, aún,  en su condición de activista del partido, está dedicando mucho tiempo para que los principios de Zuluaga se difundan.   En las acciones en que está comprometido  persigue, particularmente,  ayudar a vencer  fuerzas corrosivas de corrupción y malas administraciones en el sector de la salud. (Lástima que el nuevo Congreso no tenga la suerte del juicio y la cultura de este discípulo) 

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Por primera vez, como Fabio me había predicho,  me encontré con Oscar Iván, con el hombre que respira, de convicciones, expresivo, bienhablado, no al que tratan de ocultar tras la nube del ex presidente  Uribe. Su ausencia de carisma es una invención con la que han pretendido esconder sus palabras. Es solo uno de muchos artificios, de  “medios”,  para detenerlo y tratar en vano de moldear una desconfianza. Y si por naturaleza se les asemeja al maestro, con mayor razón llegará a  presidente: arropado de fundamentos inquebrantables y de una fortaleza de hierro.

Sin  los obstáculos de las pasadas elecciones al Congreso, sin los regulares y siniestros golpes de sus opositores, cabría pensar que estamos a las puertas de que se produzca un segundo acontecimiento histórico en las elecciones presidenciales de Colombia: otro nuevo partido político, otro recién nacido de Álvaro Uribe Vélez, ganando la presidencia. Por mi parte, me limitaré a repetir que quien se mantenga sordo a las palabras de Zuluaga, dejará de nutrirse de la determinación de sus ideas, que más que explican de dónde venimos y para dónde vamos.

La intensidad del amor en sus propuestas -concretas y consistentes- (guardadas en mi corazón) quiero  sentírsela  allí, al mando de nuestro país. Dolor, temor, ignorancia, descontento por algunos políticos o miembros de su partido son pasiones que no me impedirán marcar mi voto por Oscar Iván, el hombre que tiene la intuición del horror que anida nuestra historia, quien comprende lo espantoso del asesinato de miles de militares y civiles y, que igual sospecha, como una considerable cifra de ciudadanos, que el mal (bajo el silencio) ha crecido su poder en La Habana, donde reina la imposibilidad de expresar?...  

Sus planes sensibles sobre la paz, sus intenciones con la educación -gratis, permanente y esencial  en zonas rurales– para lograr equidad e inclusión social, la combinación de lucidez y esperanza en el empeño de derrotar la inseguridad, su croquis para formar una cadena rígida en el desarrollo de las regiones y las medidas con que aplastará las trabas en la inversión, sí me despiertan ilusión y son un mecanismo ordenado y firme para llegar a la presidencia de Colombia.


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