Carlos Vives: La Magia del Acordeón de Egidio Cuadrado y la fusión (Tercera Parte).
Carlos Vives: La Magia del Acordeón de Egidio Cuadrado y la Fusión. (Tercera Parte.)
Aquella noche en el caserío Flores de María todo era diferente: los acordeones que siempre dejaban escuchar notas alegres, aunque fuese contando las penas de sus dueños, sonaban más tristes que nunca y sus lamentos se escucharon hasta “Santa Marta, la capital del Magdalena”, y después por todo el mundo Caribe; de improviso “las aguas de la quebrada donde ella vivía” también entristecieron y el turpial, el cardenal y tantas otras aves amigas enmudecieron mostrando el duelo de sus corazones, presagiando el luto que durante muchos años reinaría en la provincia;
en esos instantes, un puñado mixto de hombres y mujeres llegamos a la población, donde el silencio tan denso que podía tocarse, sólo era turbado por los instrumentos rizados ejecutando un son, y donde una fila interminable de vecinos nos hacía una especie de “calle de honor” a Mayté, Egidio Cuadrado, Carlos Vives, Alejandro Durán, Jorge Oñate, y a mi persona ; todo el pueblo se afanaba y apretaba buscando al protagonista más importante del momento: a Juancho Polo Valencia el hombre que
“no tuvo grado ni escuela,
pero al cantar es la ciencia”,
tal como lo dijo el cantante venezolano Pastor López;
apesadumbrados caminamos como en cámara lenta, tal como lo mostraban los rollos de una película de la época , en un camino polvoriento, aún en medio de la noche, camino largo, al igual que aquel de Diomedes Díaz, camino interminable que conducía al hogar de la muerta, tan largo, como el sendero que ella había tomado como consecuencia del malogrado embarazo de un hijo;
al llegar al rancho humilde, la escena no le envidiaba nada a la ceremonia fúnebre de los pueblos pertenecientes a la “Tierra del Olvido”:
Una caja negra (era lo único que se llevaba), parecida a la que describió Enrique Díaz, pero más humilde todavía ,reposaba en el centro de la sala, en medio de cuatro mecedoras vacías ;dos sin dueño alguno: la de la difunta y la del marido trashumante , que regalaba canciones alegres a los pueblos del Magdalena Grande y a todos los del Caribe, en cuya tierra bañada de mar y sol y llena de mujeres bonitas se había convertido en un trovador costeño con destellos más claros de juglar vallenato , el sueño que hizo realidad ya en su tercera edad y que nunca lo dejó dormir tranquilo desde niño;
al fondo una imagen de la Virgen del Carmen que había regalado Diomedes Díaz y Juancho Rois, sonreía indulgente y tierna dando el último adiós a Alicia Adorada, esa a la que Juan recordaba en todas sus parrandas, a la que recordaría toda la vida ,esa que fue su compañera de siempre, esa que murió solita allá en flores de María donde todo el mundo lo quería!;
entonces , el milagro que esperaba la gente de Flores de María, desde la mañana del día que se negaba a morir también, para que la parca no se llevara a nadie más, ocurrió: a los tres días de velorio apareció Juancho; enloquecido partió para el cementerio, y allí sobre la tumba de su mujer, de su acordeón triste , del “pedazo de acordeón” de Alejo y del acordeón encantado y mágico de Egidio salieron las notas lastimeras llenas de luto por Alicia Adorada ,y a pié juntillas Carlos, Jorge, Alejo y yo acompañamos a Juancho Polo a cantar, mejor a llorar su más grande y sentida canción:
Como Dios en la Tierra no tiene amigos,
como no tiene amigos anda en el aire,
tanto le ruego y le pido y ¡ay hombre!
siempre me manda mis males…
Allá en Flores de María,
donde to’el mundo me quiere,
yo reparo a las mujeres ¡Ay hombre!
y no veo a Alicia la mía.
…Donde to’el mundo me quiere
Alicia murió solita,
donde quiera que uno muere,
¡ay hombre,
toas’ las tierra son benditas…
pobre mi Alicia, mi Alicia Adorada,
yo te recuerdo en todas mis parrandas,
pobre mi Alicia, Alicia querida,
yo te recordaré toda mi vida.
Ya cuando el alma se muere,
Se despide de este mundo,
En aquel sueño profundo, ¡ay Hombre!
La vida se vuelve nada..
desde esa noche, nada volvió a ser igual en nuestras vidas y mucho menos en la de Juancho Polo, quien continuaría con su vida de juglar; tiempos después Alejo grabaría en medio de una
polémica situación a Alicia Adorada, luego lo haría el mismo Juancho; Jorge Oñate y Carlos grabaron la misma canción; yo por mi parte ,todavía sigo soñando en volver a revivir mi conjunto vallenato y tal vez la primera canción que grabe con mi hermano Rafael será esta, convencido, al contrario de Juan , que, Dios en la tierra si tiene amigos, y que nosotros mismos y nuestros seres queridos, algún día tenemos que partir; esa es la ley de la vida!
Así , ésta la maestra vida marcó nuestros destinos; los músicos y cantautores continuaron haciendo, interpretando y cantando nuevas y viejas canciones; los maestros continuamos también educando a una sociedad cada día más perturbada por la crisis social que vive la nación;
pero tiempos más tarde se dio de nuevo otro encuentro muy diferente al anterior, matizado por la amistad , por la alegría , por los sueños, la creatividad y la innovación:
Carlos después de los cantos de Escalona, muy motivado por el éxito, decidió encontrarse una vez más con sus raíces vallenatas y con su banda grabó los “Clásicos de la Provincia “en los años 1993 y 2009 si mi memoria joven no me falla y desde entonces el vallenato recorrió con más fuerza Europa, Norte y Suramérica y por supuesto Colombia.
El acordeón de Egidio, sonó con nuevos “pitos” y notas encantadas y mágicas; tal parece ser que allá en las alturas de la Sierra Nevada de Santa Marta hubo un encuentro muy espiritual: Francisco el Hombre le dio sus más íntimos secretos de acordeonero a Egidio; sacerdotes, chamanes de los indios Caribes guardianes de la caracola sagrada, con que amenizaban sus ceremonias religiosas y sus fiestas le incorporaron melodías al acordeón, al igual que hicieron los indios de la sierra con sus instrumentos de música celestial;
Orfeo, el dios griego de la música también reveló sus secretos al acordeonero, y por ello hoy las notas de Egidio son las más exquisitas en el mundo que cuando las escuchas con la banda de Carlos Vives ,acompasadas con la gaita de Mayté te transportas a un mundo celestial de melodías en el cual el vallenato conserva sus más rancias herencias típicas y folclóricas en medio de la fusión con la modernidad ,donde la batería y la guitarra eléctrica se unen también a la tambora y otros instrumentos de nuestros ancestros musicales.
Una vez que descubrí estos secretos, gracias a mis andanzas con los músicos, mis subidas a la Sierra Madre y mis viajes a ignotas islas del Mar Caribe, incorporé las canciones interpretadas por Vives al pentagrama de mi vida con estas hermosas composiciones :
Tanto te quiero que pienso,
sin saber lo que he pensado,
nos acariciamos y luego,
sólo se que yo te amo.
Es un amor que nació profundo,
limpio como se ve la nevada,
de misterio está lleno el mundo,
no se que sentirá tu alma,
será sensible como
el silencio que domina la montaña…;
la experiencia con este “Amor Sensible” fue extraordinaria:
Primero un encuentro espiritual con su autor, el inolvidable Freddy Molina, cuya amistad compartí por un tiempo muy corto a raíz de su absurdo fallecimiento; luego diversas reuniones con el maestro Jorge Oñate, para que nos enseñara los secretos de su canto y así, cuando menos lo esperaba, en un fiesta,
de esas en la que sólo se toca, canta y escucha salsa vieja y vallenato clásico, estuve al lado de ambos cantantes acompañando estas estrofas imperecederas, aprendidas de memoria, para luego cantarlas a casi todos los amores de mi vida en noches y días de celebraciones, evocando la hermosura de la Sierra Nevada y el silencio que domina sus montañas, turbado sólo por el canto de las aves en momentos mágicos que “solamente los goza quien los vive”, como en el Carnaval de Barranquilla;
la idea surgió de manera sencilla y extraordinaria : el plan era reunirnos con los autores de las canciones y sus cantantes pioneros, para luego grabar algunos de los clásicos , de acuerdo con los gustos y las fortalezas del samario al cantar;
desde entonces la gira con Carlos y La Provincia fue extensa :
Con Adolfo Pacheco en su calidad de poeta compositor y Andrés Landero de cantante acompañante ,rendimos homenaje a la tierra de La Hamaca Grande para luego llegar hasta Altos del Rosario con Alejandro Durán, donde
Lloraban las muchachas,
lloraban las muchachas
al ver su despedida ,
Durán si no se va, Durán si no se va,
si la fiesta sigue…,
y realmente la fiesta continuó muchos años más y se puso mejor cuando nos , encontramos con Matilde Lina, esa que:
es elegante, muy distinguida y,
en su tierra tiene fama…
y con “La Cañaguatera”,
“ una de esas que matan a los hombres”, la musa inspiradora de Isaac Carrillo en compañía de Alfredo Gutiérrez quien junto con Carlos llevaron sus cantos a los pueblos de casi todo el mundo entero;
más, a lo extenso y ancho de esta gira, era impensable no encontrarnos con Carlos Huertas “El Cantor de Fonseca”, el hombre sencillo de nuestra tierra, quien una vez cantó para siempre:
…Nací en Dibulla, frente al Mar Caribe,
nací en Dibulla, frente al Mar Caribe
de donde muy pequeño me llevaron,
allá en Barrancas me bautizaron ,
por toda la Guajira me hice libre…;
el encuentro con Carlos H. Carlos V, Jorge Oñate y yo fue muy especial: cantamos ,tomamos y conversamos , sobre la exótica Guajira, sus mujeres de bellos ojos indios y escuchamos las anécdotas interesantes de mi señora Doris Herrera, (quien ocasionalmente me acompañaba)en torno a sus vivencias en Riohacha, Manaure y sus salinas espectaculares;
allí en Dibulla la noche fue espectacular:
…yo vi tocar a Santander Martínez,
a Bolañitos, a Francisco el Hombre,
a Lole Brito, él señor Luis Pitre,
los acordeones de más renombre…
Y conocí bien a Bienvenido,
el que compuso a Bertha Caldera…;
a la mañana siguiente conocí al guajiro Carlos Díaz en su pequeña finca, en el punto estratégico donde el Rio Dibulla desemboca en el Caribe ,luego de atravesar kilómetros sembrados de palmas de coco hermosas, orgullosas desafiando siempre a los cálidos vientos del noreste, los Vientos Alisios,
con previo aviso Carlos comenzó a silbar, como en los tiempos viejos cuando se enamoraba a las muchachas que a uno le gustaban, y como por encanto o tal vez por una visión de ciencia ficción, del cuerpo de agua salieron tres caimanes de seis metros cada uno, criados por él , a los cuales “puso a comer como pajaritos en sus manos”; lógico era pensar la muy prudente distancia a la que nos encontrábamos los visitantes, maravillados con aquel espectáculo único en el mundo, vivible sólo en este paraíso de playas blancas ,palmeras y manglares, en esta la Tierra del Olvido, pues en esos años 92ó 93, eso era Dibulla que sólo en 1995 se convirtió en Municipio de la Guajira; tal vez todavía ,con algunas diferencias, continúe siéndolo, pues desde entonces no he tenido el placer de volver a
esa tierra grata y honesta,
donde la historia lleva su nombre…
donde nació el Cantor de Fonseca;
inspirados, luego de estas experiencias viajamos a Planeta Rica, Córdoba, donde nos esperaba de nuevo el gran Alejandro Durán con su “Pedazo de Acordeón” retando a Egidio a tocarlo, ante lo cual el Guajiro, ni corto ni perezoso salió adelante con un son de puya, sorprendiendo al maestro quien de inmediato comenzó a “comerse las notas” tal como lo canta en una de sus canciones:”
“Pero que les parece,
lo que dice la gente :
ese negro si toca, ese si come notas”;
de inmediato Carlos y yo a dúo cantamos:
este pedazo de acordeón
donde tengo el alma mía,
en el tengo mi corazón ,
y parte de mi alegría…;
realizados los contactos de rigor nos dirigimos a la casa que mi amiga, la mona sincelejana tenía en Planeta en la cual degustamos el sabor de la amistad entre todos, y luego, muy en privado, yo de la ternura esa que siempre brinda una hermosa mujer de las sabanas del antiguo Bolívar Grande!;
la ocasión fue propicia para recordar ,pues siempre, desde pequeño noté en Alejo un gran parecido físico con un gran amigo de negocios y de parrandas de mi papá Rafael, amigo a quien todo el mundo llamaba El Negro Pérez, famoso en Turbaco y Cartagena por esos dones de parrandero y buena gente;
El Negro Pérez era amigo también de Alejo a quien en ciertas ocasiones llevaba a tocar a Turbaco, convirtiendo a mi padre en un “fans” del hijo de El Paso, Cesar, hasta el punto que cuando apareció “Pedazo de Acordeón” en los años 70 se convirtió en una de las canciones que muchas veces canté con él en noches maravillosas de celebraciones con amigos y familiares aquí, en Cartagena en el Barrio Las Delicias.
Para finalizar la gira de los “Clásicos de la Provincia “nada fue mejor que invitar a Poncho y Emiliano Zuleta para conocer los secretos de su música que tanto se escucha en Colombia y el exterior y llamar al compositor de La “Celosa” Sergio Moya Molina, otro de los grandes compositores del Caribe con quien Poncho, Carlos y yo, con el acordeón de Egidio y Emiliano entonamos esta melodía:
Negra no me celes tanto,
déjame gozar la vida.
Tu conmigo vives resentida,
pero yo te alegro con mi canto;
Así, a solas con mis pensamientos recordé cuantos han sido los sufrimientos vividos de manera injusta por los celos sentidos por los amores de mi vida, cuánto mejor pudo ser nuestra existencia, si la prudencia guiara nuestras vidas y ganara la batalla a “la cantaleta” de las mujeres y si también el machismo cediera el paso a nuevos comportamientos más correctos y equitativos;
Sin embargo…en medio de tan complejo tema, para finalizar cabe una delicada reflexión filosófica: ¿en nombre de que principios podemos condenar a una mujer a vivir sin el amor de un hombre, si biológicamente en Colombia los varones somos el 48% y las mujeres representan el mayoritario 52% ? Sergio Moya Molina nos dio lecciones…Carlos Vives y Poncho Zuleta cantaron “La Celosa… más de la canción a la vida real, a veces hay mucho trecho y en estos tiempos modernos es poco lo que podemos hacer los hombres frente a un mujer con celos de tus amistades!
Tal vez en los Clásicos de La Provincia 2 encontremos soluciones; por ello les invito a nuestro próximo encuentro, con las canciones que hicieron de nuestras vidas un pentagrama. CONTINUARÁ.