Votar por Santos NO es votar por la Paz, votar por Zuluaga SÍ es votar por la guerra


Pintemos el panorama: 

Gana Santos la segunda vuelta, se reelige y sigue en la Presidencia por cuatro años más: a estas alturas nadie nos puede asegurar cuánto durarán en discusión los dos puntos que hay pendientes en La Habana, ni si los colombianos refrendarán a través de una consulta popular el acuerdo que se firme entre el gobierno y las FARC, ni sabemos a ciencia cierta después de firmado el acuerdo cuánto durará el proceso (real) de dejación de las armas por parte de la guerrilla y cuánto le costará al país integrar a la vida civil a los hombres y mujeres que hoy están en la ilegalidad.

Lo que sí es cierto es que después del ilusorio y perverso acuerdo hecho en el gobierno de Belisario Betancur y que pretendía lograr la paz con las FARC y otros grupos al margen de la ley, y que dio paso al genocidio de la Unión Patriótica y al recrudecimiento de la guerra, el proceso que adelanta el actual gobierno del Presidente Santos es lo más cercano que tenemos los colombianos de ponerle un punto final a estos 50 años de dolor, muertos y desesperanza.

Y es que hay que dejar en claro que Santos no es sinónimo de Paz, y que sería irresponsable y pretencioso atribuirle a un solo hombre, así sea el Presidente, la consecusión de la paz en el país. No. Lo que se está hablando en La Habana es la dejación de las armas de las FARC, un acuerdo con esta guerrilla para terminar este conflicto, que no es el único que hay en nuestra nación pero sí el más antiguo y el que más muertos ha dejado.

Así lo dejó en claro un hombre que está muy cerca de la mesa de negociación, el embajador de Colombia en Cuba Gustavo Bell, quien durante su intervención en la pasada Cumbre de Alcaldes y Gobernadores del Caribe, dijo muy claramente: "En La Habana no se firmará la paz de Colombia, sino la terminación del conflicto armado". Le faltó completar la frase diciendo: la terminación del conflicto armado con las FARC.

 

El segundo panorama que se nos avecina es que Óscar Iván Zuluaga gane la segunda vuelta y sea el nuevo Presidente de Colombia.

En ese caso, y no es que esté defendiendo ni atacando a nadie, y aludiendo a las entrevistas y declaraciones que ha dado el mismo candidato, él continuará el legado y retomará la seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez. 

No sé qué es más peligroso, que alguien que no tiene al país en la cabeza (lo demostró ayer en el debate presidencial, argumentando muchas respuestas con "cuando fui ministro de Hacienda") tome las riendas de nuestro país, o que en vez de eso tome el poder un presidente en cuerpo ajeno, o para explicarlo mejor, un títere de Uribe.

Recordemos qué, al gran colombiano y "el mejor presidente de la historia" como lo he escuchado de muchos amigos y familiares, se le atribuyen entre otras cosas ser el responsable de la creación de las Convivir (que se convirtieron en las Autodefensas Unidad de Colombia), los falsos positivos, el Agro Ingreso Seguro, las chuzadas del DAS, la reelección a punta de compra de  votos, el apoyo a ministros, embajadores y múltiples funcionarios con vínculos con paramilitares, corrupción y pasados criminales, la reforma laboral... etc.

¿Qué podemos esperar de un Presidente que gobierne en cuerpo ajeno de un ex presidente con semejante prontuario? 

No hablemos sólo de Uribe, el mismo Zuluaga dijo, así se haya retractado días después, que apenas se posesionara detendría las negociaciones en La Habana, defiende y promete continuar con la seguridad democrática de AUV, y sigue usando ese discurso de odio que tanto le gusta a su padrino político.

En redes sociales hay un meme que dice: los que van a votar por Zuluaga porque él va a acabar con la guerrilla, recuerden que para Uribe (su patrón), los líderes sindicales son guerrilleros, los estudiantes son guerrilleros, los de izquierda son guerrilleros...

 

Para terminar, creo que debemos tener en cuenta que Uribe ya tuvo su oportunidad de hacer la paz y por el contrario fue el Presidente de la guerra, ahora tenemos a un mandatario (que no es la panacea ni mucho menos) pero que ha iniciado el proceso de lo más grande que puede tener un país como Colombia: la culminación del conflicto armado, lo que puede, en el largo plazo, ayudarnos a alcanzar la Paz.

 


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