Esta semana debido a un cuadro viral con fiebre incluida , sumado al bombardeo de imágenes e información relativas al Campeonato Mundial de Futbol, terminé experimentando una de los sueños más inusuales y estrafalarios que alguien haya podido documentar. Como no soy muy versado en Onirologia, procederé a relatarlo para que alguno de los seis (6) fieles lectores de esta columna me ayude a desentrañarlo.
Todo comienza conmigo de pie en medio de un campo de futbol desde el cual pueden verse muchas personas en las graderías gritando y lanzando arengas de apoyo. De un momento a otro empiezan a salir del túnel uno a uno los demás integrantes del equipo; aunque no soy capaz de identificarlos, puedo notar con cierta tranquilidad que todos llevan nombres escritos en sus camisetas. Una vez posicionados el árbitro da inicio al encuentro y el balón empieza a rodar. Alguien me lo pasa, yo miro hacia al frente y veo a un compañero que está muy bien ubicado cerca del área rival, su camiseta dice Juan Carlos, le mando un pase y el la recibe limpiamente, pero en lugar de patear al arco, pisa el balón y de la nada surgen todos los periodistas y reporteros gráficos del Universal para registrar la jugada y escuchar su análisis del encuentro. Así fue todo el partido. Nuevamente el balón está en juego, lo llevo en mis pies y voy camino al área, un defensa rival me comete falta al borde del área grande y caigo; el juez decreta la infracción y hay cobro de tiro libre. Quiero efectuar el cobro y anotar pero de pronto una compañera del equipo me aparta y diciendo que ese ángulo no es para un derecho, que ella le da mejor de zurda. Me quito de en medio para que esa mujer gordita ejecute y ella lo convierte en gol. Estoy feliz, el público aclama nuestros nombres y los corea con gran alegría. Una vez más se reanuda el encuentro, uno de los compañeros le pone un pase profundo a otro de los nuestros, pero extrañamente y con la lógica que solo es válida en los sueños, el compañero que recibe el balón en cuya camiseta dice Junior, está siendo llevado de la mano de otros dos jugadores que aunque no están planillados ni aparecen registrados oficialmente en el equipo, son parte importante del mismo, incluso llevan uniformes marcados con sus nombres, en uno se lee Wilson y en el otro Javier, Junior recibe dentro del área, elude al arquero y cuando queda con la portería franca, cada uno de sus compañeros empieza a indicarle la mejor forma de definir. Junior intenta hacerle caso a cada uno de ellos sin molestar o contrariar al otro, pero se hace un nudo y finalmente el arquero lentamente y sin ningún apuro se repone y recupera el balón.
Desde la gradería se empieza a notar el descontento del público con los últimos acontecimientos y le piden que salga puesto que su presencia en el campo no suma ni ayuda al espectáculo. Junior obedece pero solo después de veinte minutos de deliberaciones con sus dos edecanes. Aunque a duras penas conozco las cuatro operaciones matemáticas básicas, es evidente que estamos incompletos con su salida, miro hacia los bancos técnicos y veo a un jugador descamisado calentando enérgicamente, le grito que por favor se apure que nos hace falta uno, pero se gira y me dice que busque en otro lado, que no es de mi equipo, que él juega en el otro bando. No puedo ver claramente ni su uniforme ni su nombre, creo que dice Lenis o Tewis, no sé.
El otro equipo reacciona y comienzan a remontar. Antes que pueda decir “Le puyaron el ojo a Dussan”, ya íbamos perdiendo por más de 7000 goles de diferencia, nuestros seguidores piden más entrega, yo estoy completamente agotado, sin fuerzas, el técnico me recrimina y empezamos a discutir, me pide una cosa y la otra. Decido sincerarme con él y expresar lo que es apenas evidente: que no se jugar, que soy un fraude sin talento, que no entiendo este juego y que estoy viviendo del cuento, como C. Anaya.
Por fin deciden sacarme, allá en la cancha corría Juan Carlos con su séquito de periodistas y aduladores, me recuerda a Ballotelli, tienen talento, pero menos del que creen. Voy a las duchas a refrescarme. Echo un último vistazo al campo y diviso una pequeña querella entre mis compañeros para decidir quién cobraba un nuevo tiro libre en favor nuestro, era un ángulo difícil, pero esta vez el pulso lo gana un tal Reinaldo, dicen que es muy habilidoso, que le pega con las dos, al menos eso dicen.
Despierto en mi cama empapado en sudor y con temblores, más confundido y enredado que el proceso licitatorio de Transcaribe, espero que la fiebre, la mía, y la del mundial acaben pronto, estos sueños están muy locos y no logro entender nada.