Hipocritas


La semana anterior estuvo agitada en torno a otro tema que nadie recuerda ya como es el maltrato animal al que presuntamente someten a los caballos empleados para arrastrar los coches llenos de turistas y a los cartageneros traumados por el mundo mágico de Disney quienes solo en su matrimonio optan por este singular medio de transporte.

Pero ante todo el espectáculo orquestado por los llamados “Animalistas” solo puedo pensar en un concepto muy arraigado entre nuestra sociedad como es la hipocresía. En una frase que la republica aún independiente de internet le atribuye a Martin Emilio Cochise (aunque al parecer también la dijo Bob Marley, Tarzán y el sujeto de redú fá fá)  en la que afirma que en Colombia muere más gente por envidia que por cáncer, del mismo modo creo firmemente que en Colombia hay más gente hipócrita en lugar de ciudadanos sinceros, francos y consecuentes.

Hace algunos días durante la inolvidable Copa Mundial de la FIFA 2014, los colombianos decidieron indignarse aupados por los medios de comunicación ante una caricatura y un meme publicados en la RTBF y en Twitter respectivamente, en los que sugerían gráficamente el conocido estigma de las drogas, solo que esta vez vinculada a los nuevos dioses del futbol de esta abandonada republica bananera. Desde el camaleónico embajador de Colombia en Belgica hasta Carlos Antonio Vélez, el más humilde de los Colombianos, salieron encolerizados a reprobar tamaña ofensa contra un pueblo honesto, trabajador, pacifico y ante todo completamente desligado de drogas y alcohol.   Sin embargo, y solo unos pocos días despues, las sesenta y siete (67) redes sociales de moda estaban plagadas de chistes, memes y caricaturas Made in Colombia en las que el gran protagonista era Pablo Escobar -para los amantes del Regueton y los cortes de cabello imitación de Neymar o Cristiano, hay que explicarles que no es un personaje de novela sino uno de los grandes causantes de nuestras desdichas a nivel mundial- en las que aparecía el extinto capo amenazando, torturando, desmembrando o persiguiendo con non santas intenciones al árbitro del encuentro Brasil-Colombia. Pero en este caso todos entendieron y aplaudieron el chiste. No hubo ofendidos.

Retomando el caso de los caballos cocheros captados en video mientras se desplomaban en pleno centro histórico de esta maloliente ciudad, recuerdo un sencillo esbozo filosófico en el que se plantea la pregunta: ¿hace ruido un árbol que cae en el bosque cuando no hay nadie para escucharlo? Desde mi inmodesta opinión, este problema refleja fielmente el acontecer Cartagenero donde todos ignoran los problemas de criminalidad desbocada, prostitución infantil, violencia de género, pobreza absoluta y desapego por el necesitado, solo por no ocurrir en las inmediaciones de sus sitios de trabajo o vivienda. La torre de marfil en la que viven tiene los vidrios polarizados e insonorizados. En la era más tecnificada y plagada de cámaras de toda la historia solo se tiene tiempo y corazón para ver videos de gatos, de niños haciendo las mismas cosas de niños de toda la vida o de bromas con cámara oculta cada vez mas predecibles y repetitivas. Sin embargo, los dedos siempre están prestos para enviar esas tortuosas y ridículas cadenas de oración para salvar el mundo desde la inacción. Al menos dejaron de lado la estupidez manifestada en forma de dar Likes o me gusta para salvar niños en la lejana miseria africana, misma que podemos observar en sus brazos y en sus piernas en el 75% de los barrios cartageneros al precio de 2 niños por una familia y 4 niños por dos familias para que ninguno colabore.

En el campo del derecho ocurre más o menos igual, permanentemente la mirada esta posada sobre la vida del otro para poder moldear la propia, lo cual no interpreto como malo en sí. El problema es cuando se empieza a cuestionar el proceder ajeno para sustentar el propio y posar de honestos y probos ante colegas, familiares y estudiantes. Lo cual es, si se quiere, poco ético pero sigue sin constituir una falta mayor o una andadura por los caminos del código penal, a menos claro que se tengan negocios turbios en municipios remotos como digamos, Barranco de loba o algún otro y se pretenda mantener públicamente el perfil del profesional decoroso y limpio que recorre con orgullo y tranquilidad las calles de la ciudad en la que habita o la profesora universitaria públicamente intachable y de moral invulnerable cuyo punto débil es la ética profesional y la coherencia política que la lleva a hacer campaña con el Polo Democratico pero a votar con el hijo de un condenado por parapolítica heredero de sus votos y caudal político.

De ninguna forma debe confundirse tolerancia con hipocresía, conceptos diametralmente opuestos que aparentan similitud, sobre todo cuando se está en público; la tolerancia implica un sentimiento real y sincero en contraposición a lo que hace sentir en el fuero interno una actitud obligada y opuesta a la verdadera.  

Hay algunas regiones del país que la generalidad reconoce como zonas plagadas de hipócritas en la que sus habitantes a punta de aparente buen trato y con el excesivo uso de diminutivos enamoran al foráneo para luego en privado destrozarlo con mañas y comentarios malintencionados acerca de sus dichos y comportamientos, creo que todos tienen alguna vaga idea de a qué ciudad me refiero específicamente, solo que por pura hipocresía, diplomacia que llaman los cínicos, me abstendré de nombrarla.

 


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